(Photo by Dave J Hogan/Getty Images)
Como si se tratase de una mala broma, hoy 28 de Diciembre del 2015, uno de los máximos íconos del rock mundial dejó de existir, impactando a sus millones de seguidores alrededor del mundo. Ian Fraser “Lemmy” Kilmister hace ya un tiempo venía presentando severos problemas de salud, atribuidos generalmente a sus excesos con el alcohol y el tabaco, su estado físico fue deteriorándose paulatinamente en los últimos meses, debiendo cancelar shows antes y durante sus presentaciones. En Chile lo tuvimos en Mayo de este año, y si bien su entrega en el escenario fue tan potente como siempre, acusaba su mal estado de salud. Lemmy, según comunicó la banda, recién este pasado 26 de Diciembre, se enteró de que padecía un agresivo cáncer, que finalmente fue el que le quitó la vida, una vida repleta del más puro y honesto rock and roll.
Lemmy Kilmister nació un 24 de Diciembre de 1945 en Inglaterra, desde niño comenzó a escuchar el rock and roll que sonaba por las radioemisoras a finales de los 50, vio a The Beatles en vivo en sus inicios, y fue ligándose cada vez más al mundo de la música, llegando a trabajar como roadie de la Jimi Hendrix Experience y a formar un par de bandas a fines de los 60. En 1972 se une a Hawkwind, banda pionera del space rock, donde se destacó en el bajo y aportó con su voz en varios temas de la banda, incluido el clásico “Silver Machine”.
Su excesivo abuso del alcohol y otras sustancias, provocaron su expulsión de la banda en 1975, e inmediatamente Lemmy, se reúne con el guitarrista Larry Wallis y al baterista Lucas Fox, para formar Bastards, que luego cambiaría el nombre a Motörhead, al igual que uno de los últimos temas compuestos para Hawkwind. Con el tiempo el trío fue sufriendo variados cambios, y se transformó en una de las bandas más poderosas de la escena londinense. Su sonido pesado y sucio fue ganando adeptos y conquistando a amantes del hard rock y del punk. Discos como el homónimo de 1977, Overkill (1979), Bomber (1979), Ace of Spades (1980) y Iron Fist(1982) son fundamentales en la historia del rock.
Lemmy siempre defendió a su música definiéndola como rock and roll puro, algo más acelerado y fuerte, pero siempre enraizado en los inicios del género con influencias ligadas a Chuck Berry, Jerry Lee Lewis o Little Richards. Muchas veces lo quisieron encasillar dentro del Heavy Metal, algo que él no lo consideraba así, a pesar de ser una de las mayores influencias para bandas del metal en todos los subgéneros.
Además de ser el líder indiscutido de Motörhead, Lemmy colaboró con una infinidad de artistas, participando también en más de un decena de films cinematográficos. Su vida entera la dedicó al rock and roll, sus aficiones iban desde los videojuegos, las mujeres, el alto consumo de Jack Daniels o el coleccionar distintos objetos y armamentos de la época nazi (solo como coleccionista, no había intenciones ideológicas en su afición). Su vida, al contrario de otros rockstars, se mantuvo al margen de los grandes lujos y las rimbombantes mansiones, solo sus botas, su sombrero y su Rickenbaker que sacudió los oídos de cuatro generaciones, bastaban para vivir la vida con la verdadera actitud de un hombre de rock.
El mejor homenaje que podemos hacer es subir el volumen de nuestros reproductores, sean cual sean, y revivirlo en su rasposa voz y portentoso legado musical, que suene Hawkwind, que suene Motörhead, rindamos un salud en su nombre, porque este 28 de Diciembre de 2015, Lemmy ha muerto, pero su legado seguirá presente en el rock and roll por el resto de la eternidad.
Por Freddy Veliz O.
