Mientras los daneses Volbeat se despachaban una arrolladora presentación en el Acer Stage, el legendario David Byrne, se instalaba en el escenario Itaú, para concretar un espectáculo fuera de todo convencionalismo. Con 10 músicos, que representan la multiculturalidad de su propuesta artística, de distintas nacionalidades, cada uno ejecutando instrumentos de origen tanto africanos, como también guitarras, bombos, cajas, etc. Formando rondas constantes junto a Byrne, tomándose la música como un verdadero juego donde desatar toda imaginación.
En medio de un muro de cuerdas que caían desde la parrilla de luces, hasta el piso, y la banda completa vestida de traje gris, desarrollaban una performance lúdica, con movimientos inspirados en danzas ancestrales o del continente negro, como es la característica histórica del músico, que ha sabido rescatar las raíces de la música como una búsqueda constante de nuevas ideas. Recorre parte de su carrera en los sesenta minutos asignados para su actuación, cuyos highlights son específicamente cuando interpreta éxitos de su ex banda como “Once in a Lifetime” o “Burning Down the House”.
Byrne de 66 años de edad, mantiene su impronta creativa que lo ha definido por toda su carrera, un artista sin límites para entregar un show único, que no tiene parangón en la música actual. Su visionaria manera de ver la cultura y los sonidos del mundo lo transforman en uno de los números más elaborados de esta edición de Lollapalooza, que cerró su concierto con “Dancing Together” inspirada en la vida de Imelda Marcos, extraída del musical que realizara junto a Fat Boy Slim titulado Here Lies Love.
Mientras The National se toma el escenario Vtr, hacia donde comienzan a desplazarse los asistentes, esperamos el cierre con los íconos del grunge Pearl Jam.
