29 de octubre 2017 | Movistar Arena
Nota: Freddy Veliz | Fotos: Cristian Carrasco
La visita más ilustre de esta edición de Santiago Gets Louder, indudablemente era Kim Bendix Petersen, famoso a nivel mundial con el seudónimo de King Diamond, quien ganó prestigio en la primera mitad de los ochentas junto a los legendarios y esenciales Mercyful Fate con su característico falsete y un amplio registro vocal que impregnaba de terroríficas sensaciones las canciones que cimentaban el camino para lo que luego conoceríamos como black metal. King Diamond visitó nuestro país junto a la banda en dos ocasiones, 1998 y 1999, pero nos adeudaba su presencia junto a su agrupación o proyecto en solitario, fueron años de espera, en que sus seguidores pedían a gritos que alguna vez pisara suelo chileno, y así por fin ocurrió este domingo 29 de octubre, en un Movistar Arena totalmente repleto y rendido ante macabra figura.
Siendo las 19:15 horas en el ambiente se respiraba la ansiedad propia de un concierto memorable, mientras un gran telón con el logo de la banda cubría el frontis del escenario, comenzaban a oírse por los parlantes los acordes de “The Wizard”, clásico perteneciente a la legendaria banda inglesa Uriah Heep, pilar fundamental en el desarrollo de las primeras ideas que daban forma al heavy metal, de cuyo histórico y fallecido vocalista, David Byron, el danés es un confeso admirador. Luego el telón cae y nos adentramos de lleno en la diabólica y terrorífica catarsis e imaginería del Rey Diamante que arremete con el clásico “Welcome Home” del álbum Them (1988), en medio de una escenografía en que destacan un balcón, escaleras, gárgolas, un gran telón de fondo y dos grandes cruces invertidas, ambientadas con un juego de iluminación que creaba magníficas atmósferas coordinadas con cada escena que la banda iba representando. La diabólica abuela protagonista de este primer clásico en acción, se hace presente en la silla de ruedas, concordando con la trama de ese histórico y fundamental tercer álbum de King Diamond.
Desde esta primera aparición del danés en el escenario del Movistar Arena, nos percatamos que comenzábamos a vivir un show único en su especie, y la banda se encargó en cada minuto que corría, de corroborar nuestras fundadas apreciaciones. El sonido al límite de la perfección, digo “al límite” sólo por no ser tan condescendiente, porque nada es perfecto dicen por ahí, aunque así por momentos lo creímos durante el concierto. Una puesta en escena digna de un acto operático, en que confluyen distintas áreas del arte es lo que nos ofrece Kim Bendix, donde la teatralidad con que embiste complementando lo musical, es una de las características más valiosas de su propuesta. “Sleepless Night” y “Halloween” continúan el repaso por parte importante de la carrera del conjunto.
Cuando estábamos preparados para seguir recibiendo tal carga de tecnicismo y metal de alto poder, el cantante detiene la continuidad del show para admitir una falla en la iluminación, adoptando una posición que ejemplifica su nivel de profesionalismo, al señalar que si el público pagó por este espectáculo, debe recibir el acto de la forma correcta, por lo tanto seguiría con el concierto, cuando se repusiera el buen funcionamiento de las luces, felizmente el tiempo de espera fue breve y el incidente rápidamente quedó sepultado en el olvido, dando paso al disfrute total del concierto que seguiría con la magnífica interpretación de “Eye of the Witch” y dos clásicos fundamentales de Mercyful Fate: “Melissa” y “Come to the Sabbath” provocando uno de los momentos más celebrados por los fanáticos.
Luego de un breve silencio, y mientras el fondo se transforma en una extensa imagen que simulaba el interior de una mansión, somos abducidos hacia la historia de Abigail, en una performance completa de la máxima obra del conjunto, principal motivo de esta gira que celebra las tres décadas desde su edición. Treinta años que no se delatan en esta magnífica creación, cuyo paso del tiempo la ha hecho crecer y madurar dignamente, interpretada con clase y una pulcritud fenomenal en vivo. Andy LaRocque se adjudica todos los elogios del público que reconoce en él, a un guitarrista de excepción, su ejecución impecable solo nos mueve a reverenciarlo.
Desde “Arrival” hasta “Black Horsemen” fuimos invitados a apreciar una ópera oscura y macabra, cada uno de los pasajes de la historia fueron representados en el escenario desde una teatralidad pocas veces vista en un concierto de metal. La posesión y embarazo de Miriam, su asesinato por parte de Jonathan, su marido, etc., se fueron caracterizando sobre la gran instalación escenográfica, mientras el público se enfrascaba en mosh pits y cánticos poseídos por el magnetismo endemoniado de la música que se esparcía por todo el recinto con una claridad que muchas veces escasea en este tipo de encuentros.
Es tanto lo que podríamos seguir agregando que completaríamos planas y planas, pero nunca lograríamos traducir completamente lo experimentado frente a este completo artista, es una experiencia que es necesario vivirla in situ para saber con certeza de lo que narramos en letras. Por esto nunca dudemos en ser partícipes de este nivel de visitas enriquecedoras, que más allá de los simbolismos satanistas, no pasan a ser más que una tremenda apuesta teatral, musical y literaria, que amplia nuestra visión del arte de hacer música y entregar un espectáculo completo. King Diamond nos dio una clase magistral de cómo enfrentar un show de ese calibre, y también se delató como un ejemplo de humildad y cercanía con el público al quedarse unos minutos extra en el borde del escenario despidiéndose agradecido de los que se mantuvieron incrédulos en las primeras filas.
King Diamond finalmente llegó a Chile, y nos remeció con un concierto que se empina entre lo mejor del año y algo más, juzguen ustedes.
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