Por @jaime_gonzalez_vocalista
Anoche estuvimos en un verdadero aquelarre heavy metal, una celebración donde el acero europeo y la hechicería chilena se encontraron en un rito que dejó marcas. Por tercera vez, los suecos Ambush regresaron a nuestro país para desatar su furia NWOTHM ante un público que los esperaba como profetas del headbanging, y antes de su ataque final, los nacionales Iron Spell encendieron la llama con un show contundente, oscuro y preciso, demostrando por qué hoy son un nombre indispensable en la escena local. Dos propuestas distintas, unidas por la misma fuerza primaria, la devoción absoluta por el heavy metal en su forma más pura. Y lo que ocurrió, fue un pacto entre bandas y asistentes, una noche de energía desbordada donde los riffs parecían invocar a los viejos espíritus del género para recordar que el metal sigue vivo, feroz y hambriento.
IRON SPELL: Hechicería, acero y horror clásico en una apertura demoniacamente perfecta
Si hay una banda nacional que entiende a la perfección el espíritu del heavy metal tradicional, es Iron Spell. Su importancia en la escena no es casual, desde su retorno discográfico con From the Grave, han reafirmado su lugar como una de las agrupaciones más sólidas y coherentes del país, capaces de convocar a los espíritus del horror clásico y el acero más ortodoxo en un mismo conjuro. Apenas aparecieron en el escenario, mostraronsu performance como un ritual digno de su legado: cuero, tachas, cadenas, miradas blancas, hasta cráneos en un momento y un frontman, Merciless K.co, caracterizado con un ojo espectral que parecía sacado directamente de una novela perdida de Poe o de los viejos relatos de brujería y maleficios que inspiran sus letras.
Abrieron con “Curse of the Ushers”, y desde ese instante la voz de Merciless impuso su presencia, afinado, fuerte, con ese vibrato oscuro que convierte cada verso en una invocación. Siguió “Heavy Metal Witchcraft”, un homenaje directo a su propio dogma: riffs afilados como dagas rituales y un FC Steelhammer que golpeaba la batería como un martillo al yunque, marcando cada transición como si dirigiera un aquelarre. La pesadilla continuó con “Nightmare” y “Evil Gypsy”, ambas cargadas de ese lirismo lovecraftianoque distingue a Iron Spell dentro del metal chileno, mientras el público respondía de inmediato a cada coro con puños en alto y un respeto ritual. El tramo más pesado llegó con “Black, Hot & Heavy”, seguida por “Release from Darkness”, donde se sintió con fuerza el aire épico y lúgubre de sus composiciones, y “While Witches Dance”, siempre infalible para encender la imaginería ocultista que define a la banda.
Uno de los puntos altos fue el debut en vivo de sus dos nuevos guitarristas, una dupla perfecta entre el virtuosismo y la actitud: Fabián Valdez (Catalepsy), que se robaba el show acercándose al borde del escenario para ejecutar solos letales como quien ofrece sacrificios al público, y Christopher Hornig, sonriendo sin poder ocultar la emoción, conectando con la audiencia como alguien que está viviendo su sueño en tiempo real. La química entre ambos guitarristas le dio nueva vida al repertorio, reforzando esa mezcla única entre horror, velocidad y melodía que caracteriza a Iron Spell. Antes de cerrar, Merciless confesó entre risas que Ambush les había pedido dejar al público “calientito”, y no cabía duda, lo estaban logrando con creces. El cierre con “Exciter” y “Torches in the Woods” fue la última llamarada de un ritual perfecto, una descarga final de puro heavy metal nacional que dejó el ambiente listo para que el caos sueco tomara el escenario.
AMBUSH EN CHILE: EL ACERO VIVE, ARDE Y SE DESATA
Hay conciertos que no solo se escuchan, se reciben como una descarga directa al sistema nervioso. Así comenzó la noche cuando Ambush abrió con “Firestorm”, un comienzo que hizo honor absoluto a su nombre. La sala RBX fue envuelta en una tormenta de fuego que incendió los oídos de todos los presentes. Desde la primera sílaba, la multitud cantó como una sola garganta, mientras el headbanging era un acto incesante, casi ritual, remarcando cada “FIRESTORM!” con los puños al cielo como si estuvieran desafiando a los dioses del metal. Y cuando irrumpió “Possessed By Evil”, el público respondió como si realmente hubiese sido poseído, gritos más fuertes, saltos más violentos, cuerpos movidos por una fuerza que no necesitaba explicación. La metáfora se hizo real, Ambush tocaba, y la audiencia actuaba como un ejército comandado por fuerzas sobrenaturales.
En el centro de este vendaval se levantaba la voz de Oskar Jacobsson, punto altísimo de toda la jornada. Una voz precisa y feroz, con una potencia casi sobrehumana que sostenía agudos imposibles durante largos segundos. Había momentos en que la euforia que provocaba era tan intensa que daban ganas de estrellar la cabeza contra la pared solo para liberar la tensión eléctrica que generaba. Era una voz afinada, poderosa, cargada de un filo infernal que invitaba al público a entrar de lleno en el averno del heavy metal.
La velocidad se desató sin contemplación en “Evil in All Dimensions”, donde el doble bombo de Linus Fritzson marcó el rumbo del primer mosh descontrolado de la noche. Era imposible permanecer quieto frente a semejante despliegue, demostraban por qué portamcon orgullo y solvencia el estandarte de la NWOTHM. Aquí no había artificios, era el heavy metal en su forma más pura, más directa, más feroz.
Luego llegó el momento épico con “Maskirovka”, un midtempo que hizo vibrar la sala con los coros llevados en alto, mientras las guitarras realizaban coreografías perfectamente sincronizadas. Era un espectáculo digno de los grandes, un homenaje vivo a esa tradición que Judas Priest acuñó en los años dorados, cuando el heavy metal no solo se escuchaba, sino que se veía y se sentía como un rito colectivo. Por un instante, 2025 y 1985 se fusionaron en la RBX, cuero, cadenas, riffs y una banda entregada al 100%. En esa canción, el metal se volvió un puente entre generaciones, un estandarte que sigue vigente, radiante, indestructible.
La magia visual continuó con “Heading East”, donde el grito de batalla “ATTACK!” fue replicado por todos con fuerza marcial. La banda sonaba imponente:,nítida, poderosa, afilada, con un sonido que golpeaba sin distorsión, pero con el peso de una avalancha. Entre canciones, Oskar añadía un elemento inesperado y encantador, hablaba no en español, sino en chileno, lanzando garabatos con una gracia sorprendentemente fluida. La complicidad era absoluta, los silencios se llenaban con “Olé, olé… Ambush, Ambush…”, y la sala se transformó en un camarín gigante donde músicos y público compartían la misma energía.
“Desecrator” encendió nuevamente el pit, mientras otros levantaban cervezas como antorchas y otros simplemente gritaban sin freno. El recinto no estaba lleno, pero la energía era la de un estadio reventando. Incluso guardias y personal de barra sonreían, atrapados por la fiesta metálica que estaba ocurriendo delante de ellos.
Con “Hellbiter” vino un nuevo salto colectivo, seguido de otra coreografía perfecta, acompañada incluso por el público de un lado a otro. Las melodías tenían un toque ochentero que evocaba a Dokken, aunque Ambush claramente apunta hacia un sello más afilado, más speed, más callejero, pero acá encuentra un guiño al hard rock bien melódico. Luego, “Come Angel of Night” y “Bending the Steel” levantaron nuevamente muros de riffs a cargo de Adam Hagelin y Olof Engkvist, mientras la base de Ludwig Sjöholmmantenía el pulso constante, sólido, sin tregua. Chaquetas de cuero, torsos desnudos, tachas y tiras por todas partes, nada al azar, todo coherente. Un manifiesto visual de que Ambushes heavy metal verdadero, sin disfraces ni concesiones.
“Close My Eyes” entró con un riff exquisito, y su letra, cargada de esa melancolía épica del metal tradicional, conectó con la audiencia desde el primer instante. Y si de épica hablamos, “Heavy Metal Brethren” fue un juramento colectivo, un brindis eterno que solo podía apagarse con más cerveza. Una hermandad, literalmente.
El clímax llegó con “Natural Born Killers”, cuando Oskar recibió una bandera chilena con su nombre. Se cubrió la cara con ella y transformó el coro en un inolvidable “NATURAL BORN CHILE!”, elevando el espíritu del recinto a un punto donde incluso el señor que barría el piso terminó cantando. Fue un momento de unión total, banda y público mezclados en un mismo grito, en un mismo pulso, en un mismo fuego.
Y todavía había sorpresas. Linus tomó la palabra para anunciar, en español, que era el cumpleaños de Olof. De inmediato apareció una torta desde la producción, el público cantó el cumpleaños feliz con entusiasmo y, como dicta la tradición, el festejado terminó mordiendo la torta… o más bien hundiendo media cara en ella. Todos quedaron manchados de crema, riéndose mientras retomaban el show pegoteados, metálicos y felices.
El cierre tras el encore dejó un sabor dulce y amargo, no queríamos que terminara, pero “Don’t Shoot (Let ’em Burn)” cerró con velocidad explosiva, riffs incendiarios y un speedmetal que desató el último headbanging colectivo, cabellos al viento y cuerpos celebrando la fiesta final del heavy metal.
Cuando las luces ya no quemaban el escenario, ocurrió quizá el gesto más poderoso de todos, la banda no se fue. Sin prisa, sin barreras, sin esa distancia fría que suele separar al artista del público, los músicos de Ambush bajaron del pedestal y se mezclaron con la gente como si fueran parte del mismo clan. Bebieron cerveza con quienes aún tenían garganta para brindar, firmaron discos con manos todavía temblorosas por la descarga del concierto, y se sacaron fotos con cada fan que se acercó con la emoción todavía prendida en los ojos.
En esa comunión final, quedó claro que el heavy metal es más allá que solo música, es un puente entre almas que reconocen en el otro la misma búsqueda, el mismo fuego, la misma necesidad de pertenecer a un espacio donde la pasión es un idioma universal. La NWOTHM vive no solo en los riffs o en los agudos imposibles, sino en esta capacidad de derribar fronteras, de igualar a todos bajo un mismo estandarte invisible. En noches así entendemos que no estamos solos, que este género es un hogar, y que bandas como Ambush, que tocan con la misma fuerza con la que luego abrazan a su público, mantienen vivo el espíritu más puro del heavy metal.


















