09 de agosto 2017 | Teatro Coliseo
Nota: Litta | Fotos: Claudio Poblete
Ayer fuimos testigos experimentales del impacto que provoca Anathema en su fanaticada, apreciamos como la simbiosis se dio desde el principio hasta el fin, algo maravilloso y que fue totalmente rescatado de las palabras de Daniel, quién reconoce que sin el público fan esto no sería posible.
Cuando el reloj marcaba las 21:07, la pantalla led del fondo del escenario se ilumina con una cuenta regresiva, que al finalizar comenzaban a aparecer uno a uno; Vincent Cavanagh, Daniel Cavanagh, Jamie Cavanagh, John Douglas, Lee Douglas y Daniel Cardoso, un breve saludo acompañado del despliegue de un gran lienzo sobre el público, la emoción a flor de piel y en ese preciso instante en donde todo parecía ir lento, nos arremeten con Untouchable, Part 1 y Untouchable, Part 2, para luego adentrarnos en el universo mágico de Leaving It Behind, Endless Ways y el homónimo The Optimist, pertenecientes al disco responsable del tour 2017, cabe destacar que el sonido a pesar de tener altas expectativas, estas fueron decepcionadas por algunos instantes durante el show, en donde la acústica del recinto no favoreció y parecía devorarse a la banda dejando solo el ruido del público, -a través de fuentes cercanas nos enteramos que Lee comentó de un molesto retumbar de oídos a lo largo de la presentación-, pero estos detalles fueron mejorando y variando durante la jornada.
Claramente el énfasis de la noche quería ser llevado a un viaje a través del universo, ornamentados con grandes imágenes de planetas, galaxias, estrellas y otras figuras cósmicas, las sonoridades cambiaron rotundamente la dirección cuando nos sumergieron en un paseo profundo a través de los sentidos, acompañados de emociones y paisajes de historias pasadas, quizás para algunos adolescencia, otros amores y tristezas de la juventud, la melancolía de la adultez, entre otros parajes del subconsciente, evocados en un completo ritual de vitalidad a través de la oscuridad.
El milenio presente en las tajantes letras melodiosas de Thin Air, Dreaming Light, Can’t Let Go y Lightning Song, es despiadadamente cortado para descarnadamente evocarnos el inmaculado fulgor del Judgement; Deep, Pitiless, Forgotten Hopes y un amainado Destiny Is Dead posicionan a las emociones como el principal gestor del encuentro. Hay una cierta forma de vivir a través del sentir Anathema y es precisamente dejarse llevar, sin resistencia plantearnos de lleno ante los dantescos remezones sensoriales que nos hacen presos cada vez que les vemos, esta vez con algunas desconexiones producto de la desafortunada acústica, pero que no empañaron aquel cariño mutuo y que tan lejos nos ha llevado en esta amistad con los británicos, quienes nos regalan una primicia y delicia musical, The Storm Before the Calm es tocada por primera vez gracias a la reiteradas sugerencias de Anathema Chile, quienes fueron escuchados y así bien lo mencionó el noble Vincent.
Como lo mejor siempre llegando al final, nos disponen a pensar que esto quizás acabaría pronto, pero que ciertamente fueron casi tres horas de concierto ininterrumpidas, en donde se marcaron grandes altos en las piezas y las vivencias, cada cual con su respectivo inconsciente expuesto ante la inmensidad del Coliseo, The Beginning and the End, Universal, Closer y la majestuosidad de Springfield mimetizan cada alma en una gran atmosfera celestial, para luego dejarnos A Natural Disaster y Distant Satellites, como los encargados de cerrar la primera parte de aquel viaje al subconsciente.
Un efímero encore y Flying nos sirve de previa para golpearnos sin misericordia, con el que ahora tiene más sentido después de lo dicho por Vincent en nuestra pasada entrevista, “Lo más hermoso para mí es poder pasar por algo que es intensamente oscuro y horrible, y convertirlo en algo así como, Lost Control”, Destiny y Fragile Dreams, se contemplaban entre la tristeza más profunda transmutada por aquellas maravillas del Alternative 4 y la era dorada del Doom.
Una incalculable muestra de cariños y ovación se manifestaron al final, en donde ya vestidos como banderas chilenas, Vincent, Daniel, Jamie, John, Lee y Cardoso, se dispusieron a contemplar el iluminado teatro, quienes tomaron incluso un tiempo para compartir saludos, miradas de asombro y fotografías, un encuentro que si bien no se podría marcar como uno de los más perfectos de la agrupación en nuestro país, fue sin duda el que hasta el momento solidifica la reciprocidad de la hermandad Anathema.
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