Nota: Freddy Véliz Fotos: Andie Borie
Baroness en Chile. 21 de junio 2019, Club Blondie, Santiago – Chile
Este viernes, junto con la llegada del invierno, recibimos en nuestro país por vez primera a los estadounidenses Baroness, banda fundada el año 2003 en el Estado de Georgia, como parte del llamado Sludge Metal, subgénero cuyas referencias están ligadas a las estructuras progresivas, la psicodelia y el rock duro, de guitarras contundentes y una fuerza interpretativa fulminante. Pero más allá de las no siempre aceptadas etiquetas, lo que ofrecen los norteamericanos, es una experiencia de sonoridades sin límites, un trip sideral que te atrapa bajo un halo de profunda musicalidad.
El esperado debut de Baroness, tuvo como invitados a los nacionales Bagual, conjunto que con tres producciones bajo el brazo, se encumbran como uno de los números más destacados del metal chileno actual, y eso se manifestó inequívocamente en las profundidades del Club Blondie, apenas se apaga la pantalla de fondo que transmitía el partido de Chile vs Ecuador, estrategia que ayudó para que el público ingresara temprano al recinto.
Con “Asamblea” y “Amanecer”, dos cortes de su segunda placa ‘II Viento Norte’ (2015), el cuarteto liderado por el cantante y guitarrista Francisco Yañez, inicia una presentación que cae sobre nosotros como un inmenso muro de guitarras que se aferran a nuestros sentidos, y nos llevan a recorrer parte de una obra que está a niveles altísimos, si los enfrentamos a la media de nuestro país, y porque no decirlo, al internacional. La música de los chilenos acoge a la audiencia en un trance que los hace merecedores de fuertes aplausos y muestras de aprobación, en un concierto a la altura de la banda principal. Momentos que sobrecogen se viven con “San Sebastián”, “Fraters” o “Mares”, piezas de excelencia que pertenecen al elogiado ‘Nulla’ (2017), el más reciente álbum de esta tremenda agrupación local, que finaliza su acto con “El Ojo de Dios”, ya transformada en un clásico imprescindible de los santiaguinos.
Siendo exactamente las 22:00 horas, la espera por tener a Baroness en un escenario chileno se termina, cuando la banda conformada por John Dyer Baizley en voz y guitarra, Gina Gleason en guitarra principal, Nick Jost en el bajo y el baterista Sebastian Thomson aparece en escena, entre las penumbras producto de una tenue iluminación, y la ovación de un público que llegó en masa al capitalino templo de la música alternativa.
La entrada con “A Horse Called Golgotha” seguida inmediatamente de “Morningstar”, pertenecientes a discos tan emblemáticos como ‘Blue Record’ y ‘Purple’ respectivamente, fue simplemente arrolladora, una banda que logra conectar sin mediar palabras con el público, solo basta arrojarnos una tormenta de acordes pulsados en perfecta sincronía, impulsando un feedback que alienta a dar saltos y corear al unísono a un aforo emocionado al máximo, por tener frente a frente a esta maquinaria de metal pulido con estructuradas atmósferas lisérgicas. Gina Gleason, derrocha eléctricas notas que nos transportan por pasajes ambientales superlativos en “Borderlines”, primera revisión a ‘Gold & Grey’, último trabajo de Baroness, recién salido del horno, en donde la responsable de las guitarras en Cirque du Soleil, entró como reemplazo de Pete Adams. La música, ha sido colaboradora de artistas tan variados como Smashing Pumpkins, el colombiano Carlos Vives o Santana, y esa versatilidad entregan un aporte tremendo a la propuesta de Baroness, quienes nos llevan por un carril de sensaciones sonoras que van más allá de cualquier encasillamiento.
La extraordinaria “March of the Sea”, seguida de la instrumental y sublime “Green Theme”, solo confirman que Baroness, es una fábrica de genialidad que crece y se transforma con astucia, y una creatividad de absoluta complicidad entre sus músicos. El conjunto conmueve con cada una de sus interpretaciones, agradecen también el recibimiento de los chilenos, uno que posiblemente no esperaban, sus rostros delataron asombro y felicidad a la vez, en medio de melodías que serpentean como una montaña rusa de compases y cadencias, oscuras, épicas y cósmicas a la vez. “I’m Already Gone”, “Tourniquet”, “Shock Me” o la pesada y emocional “Eula” nos dejan transitar por un cúmulo de texturas, que vocal e instrumentalmente estremecen.
El concierto avanza y no hay tiempo para despegar la atención de lo que la banda nos ofrece desde el escenario. Acogedoras armonías que se expanden por el recinto con “Chlorine & Wine” y ese acercamiento a los cimientos rítmicos del krautrock con “Can Oscura”, fusionándose perfecta con “Seasons”, y dar paso posteriormente a la aplastante “The Gnashing”, una cátedra portentosa desde la base a cargo de Jost y Thomson, fluyendo hacia la pared guitarrera de Gleason y Baizley que nos erizan la piel antes de pasar al encore previmente dispuesto, con los marcados compases de “Izak”, único acercamiento a sus inicios con ‘Red Album’(2007) y finalizar con la potencia, coreada al máximo, de “Take My Bones Away” de su última placa.
Un concierto redondo, que cumplió con creces las expectativas de fanáticos que esperaron años para tener a la banda por estos lados, un conjunto que ha debido sortear complejos momentos durante su historia, cambios de integrantes o accidentes que felizmente no han mermado una carrera que evoluciona disco a disco con gran efectividad, siendo constantemente elogiados y elevados a una elite de bandas comprometidas e inspiradas, que se la juegan por buscar lenguajes innovadores, y mantienen una esencia que brilla con luces propias.
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