Chile
PowerOfMetalFest – noche de tradición, sudor y poder
La reunión de estas emblemáticas bandas fue en marco del Power Of Metal Festival.
Nota: @jaime_gonzalez_vocalista | Fotos: Rubén Garate (brutal_pebre_)
Lo que nacía como un recital de Masterplan, terminó convirtiéndose en el Festival PowerOfMetal Chile, irrumpiendo como un auténtico ritual hacia el powermetal. Cinco bandas, cinco formas distintas de entender el heavy metal y una sola misión en común, celebrar la fuerza de este género que, a punta de pasión y acero, se mantiene vivo por décadas. La noche reunió a leyendas alemanas como Grave Digger y Masterplan, al virtuosismo italiano de Vision Divine con la inigualable presencia vocal de Michele Luppi, y al orgullo latinoamericano representado por la potencia argentina de Innerforce y los nacionales Steelrage, veteranos de la escena y muy queridos por el público local.
Steelrage — El rugido de la casa
El inicio de la noche quedó en manos de Steelrage, una banda que ya forma parte del ADN del metal nacional. Apenas sonó “Rage of Steel” como introducción, se sintió que estaban en su terreno, son queridos, respetados y reconocidos por un recorrido sólido abriendo shows internacionales. Se notó de inmediato la experiencia, no había nervios ni dudas, solo una puesta en escena sincera, de músicos que disfrutan realmente cada segundo en el escenario.
El bajo de Julio Soto fue protagonista visual absoluto, presencia, actitud y una entrega que proyectaba fuerza incluso en los momentos más melódicos. En paralelo, JaimeSteelContreras demostró por qué es un frontman encantador y un líder natural. Jugó con el público desde el primer tema, levantando puños, marcando tiempos y hasta enseñando melodías entre canción y canción para que todos pudieran corearlas… incluso quienes los escuchaban por primera vez. Eso lo hacen las bandas inteligentes, las que se preocupan de ganar terreno en el corazón de quienes los están conociendo.
Entre riffs firmes de Francisco Pérez y una batería con empuje constante de David Plaza, llegó un detalle que marcó el show, en su canción de tintes más country, Mario Escárate se calzó un sombrero que completó un toque cowboy inesperado pero tremendamente carismático, generando sonrisas y vítores entre la gente.
El público respondió con fuerza. Se notaba que muchos ya los conocían, que sus temas son parte de la historia del heavy local, pero también que los recién llegados quedaron enganchados rápido. Fue una presentación redonda, potente, y probablemente una de las mejores que han dado. Steelrage estuvo a la altura del desafío, pavimentando el camino con honor para todo lo que se vendría después en una noche que sería histórica.
Innerforce – La sorpresa trasandina que conquistó Chile
La segunda banda de la jornada fue una verdadera sorpresa. Desde Argentina llegó Innerforce, y ya con la entrada de “Until We Fall” se entendió que lo suyo venía en serio. Un sonido cargado a la escuela Queensrÿche, su propuesta resultó tan elegante como poderosa, mezclando riffs técnicos con líneas vocales cargadas de dramatismo.
Martín Camps brilló como guitarrista y como figura escénica, constantemente al borde del escenario, provocando al público a unirse al viaje y luciendo solos precisos, limpios y llenos de intención. A su lado, Francisco Pérez aportó no solo excelente ejecución rítmica, sino una voz de sonsonetes y timbres que inevitablemente evocaban al primer Geoff Tate, teatral, misterioso, lleno de alma.
El público respondió con entusiasmo creciente. Si antes Innerforce era un nombre apenas conocido para muchos, tras “Revolution” y el cierre con “Innerforce”, quedó claro que la banda había ganado nuevos seguidores. Más que sorpresa, se transformaron en una revelación, esas bandas que nadie esperaba pero que nadie olvida.
Sin embargo, lo más admirable llegó después del show. Lejos de refugiarse en camarines, los músicos bajaron al sector del público y hall, compartiendo durante casi toda la noche, conversaron con fans, firmaron discos, regalaron uñetas, mostraron poleras, se sacaron fotos… Una muestra genuina de cercanía y pasión por lo que hacen. Tocaron excelente y conquistaron corazones. Eso, en el heavy metal, vale tanto como cualquier riff demoledor.
VISION DIVINE — La Fe Metálica Hecha Canto
La euforia se desató incluso antes de que sonara la primera línea cantada. Bastó con que Michele Luppi apareciera apuntando su micrófono al público para que el Teatro Cariolarugiera como una bestia impaciente. La banda abrió con “The Secret of Life” y el recibimiento fue inmediato, gritos de adrenalina pura y una conexión que solo ocurre cuando los fanáticos llevan años esperando un momento fundamental y preciso. VisionDivine comenzó fuerte, explosivos, con una potencia que ya prometía una noche inolvidable y… spoiler… lo fue.
“Colors of My World” fue uno de los primeros grandes hitos gracias a un solo de guitarra espectacular, ejecutado con precisión quirúrgica y una expresividad que dejó boquiabiertos a los presentes. La banda sonaba sólida, entregando cada pasaje con exactitud y sentimiento. Luego vino “Alpha & Omega”, con una letra que reflexiona sobre el ciclo eterno de la existencia y el conflicto espiritual del ser humano, un contraste perfecto entre la energía del power metal y un trasfondo filosófico que invita a levantar el puño… pero también a pensar.
“Perfect Machine” mantuvo la intensidad al máximo, con Luppi cantando como si su vida dependiera de ello. Su interpretación fue un derroche absoluto de técnica y emoción, marcando uno de los puntos más altos del show. Aunque el momento más emotivo de toda la presentación llegó con “Heaven Calling”. Luego de haber comenzado por primera vez, Luppi detuvo a la banda, sacó su teléfono y comenzó nuevamente, para registrar cómo toda la audiencia entonaba el comienzo a capela, sosteniendo la melodía hasta el final sin flaquear. Un recuerdo imborrable que quedó guardado directamente desde el corazón del público, al propio del artista.
El resto del set fue una demostración constante de cómo hacer música que se compenetra con quienes la oyen de forma sólida y eterna. Incluso cuando un cable falló en plena presentación, el roadie actuó con un profesionalismo admirable, resolviendo en medio del escenario sin interrumpir el rito musical, lo que habla de la buenísima preparación del apartado técnico, entregados a que lo que debe primar siempre, es el show. “Voices” se cantó con una entrega absoluta, tanto que incluso miembros de la producción se dejaban llevar por su emoción cantando sin parar. “God Is Dead” empujó al público a desfogar su energía en un mosh intenso, mientras que “Versions of the Same” e “Identities” demostraron cuán compenetrada estaba la banda, siempre conectada, siempre dando todo.
El cierre llegó con “La Vita Fugge”, y fue simplemente apoteósico. Headbanging desatado, mosh sin tregua, puños en alto y una multitud vibrando con cada golpe de batería. Cuando Luppi sostuvo esa nota final, ascendente, agudísima, durante una eternidad que parecía imposible, la sala entera explotó en ovaciones. Nadie podía negar lo evidente, lo que VisionDivine entregó fue una clase maestra de power metal. Técnica, pasión y una voz monumental frente a un público completamente arrodillado ante su grandeza.
GRAVE DIGGER – 45 años de True Heavy Metal Teutón
El aire cambió. Después del desenfreno power de Vision Divine, se instaló una solemnidad litúrgica, había llegado el turno del heavy metal en su forma más primigenia, del trueno alemán que lleva 45 años golpeando el yunque. No había tiempo para sonrisas ni liviandades, era noche de acero.
Y todo comenzó con “Twilight of the Gods”, que desató el primer terremoto. Los moshempezaron de inmediato, como si el público llevara horas conteniendo la avalancha. Los puños en alto marcaban el pulso mientras los coros retumbaban como martillazos en la bóveda del Cariola. Cada canción era recibida como un himno indispensable en la historia del género.
Con “The Grave Dancer” y “Kingdom of the Night”, Chris Boltendahl ya estaba completamente dominando. Porque lo suyo no es interpretar heavy metal… Chris Boltendahl ES el Heavy Metal. Su voz carrasposa, gruesa, salida desde las entrañas, no busca el virtuosismo, busca verdad. Cada palabra es una puñalada, una declaración de que el hierro sigue reinando.
“Under My Flag” fue gritada como un juramento colectivo. Aquí no hay artificios ni pulcritud exagerada, hay sudor, hay batalla, hay hierro. Y entonces llegó “Valhalla”… Un coro que hizo temblar el edificio entero. El público, que no dejó de aclamar “¡Digger! ¡Digger! ¡Digger!” entre tema y tema, cantó este himno como si los guerreros caídos escucharan desde el otro lado. Fue un momento sagrado, un portal abierto al panteón metálico.
El martilleo siguió sin piedad con “The Keeper of the Holy Grail”, cantada a full. Y la celebración continuaba con una banda entregada, sólida, que no flaqueaba ni un segundo. Jens Becker, bajista que llegó en 1998 tras su paso por los discos más icónicos de RunningWild, se lució con una base agresiva, profunda, que hacía temblar los cimientos del recinto. Puro espíritu pirata convertido en acero alemán.
“The Curse of Jacques” y “Dark of the Sun” sumergieron al público en historias épicas teñidas de tragedia y resistencia. Grave Digger es guerra, es acero histórico, es la memoria del arma. Y nadie lo transmite como Chris, vestido con una battle jacket cargada de Motorhead, AC/DC y Saxon, los tótems que explican el sonido sucio, directo y peligroso que tanto veneramos.
Pero el clímax de la noche llegó con “Excalibur”. La espada. El metal que funda reinos. El hierro que elige a su dueño. La sala entera se transformó en un ejército rugiendo el coro, una conexión absoluta donde la metáfora es clara, el heavy metal es nuestra Excalibur, y al empuñarlo cada fan se vuelve héroe. Fue el instante más glorioso de todo el show.
La recta final no dio respiro, con, “The Devil’s Servant” y “Back to the Roots”… el pasado y la leyenda ardían frente a nosotros. Y entonces se desató la guerra tribal con “Rebellion”… Himno inmortal, puños en alto, gritos desde el alma. Una letra que no habla de resistir, habla de levantarse contra todo.
Antes del encore final llegó “Scotland United” y “Circle of Witches”, dejando el ambiente en llamas. El teatro completo era un aquelarre metálico. Finalmente, el golpe triunfal:
“Heavy Metal Breakdown”! El manifiesto que selló una carrera, y una generación. Un ataque sonoro que hizo sentir que el heavy metal late en lo más profundo del cuerpo. Que para miles, esto no es música, es identidad.
Cuando cayó el último rugido, quedaba claro que lo vivido fue una declaración de que el heavy metal sigue vivo porque quienes lo amamos lo mantenemos de pie, y usamos la garganta contra el mundo.
Grave Digger celebró 45 años de historia y nos recordó por qué seguimos levantando el puño. Porque mientras haya acero, mientras haya fuego, mientras haya un loco que grite “¡Digger!” en la noche… el Heavy Metal jamás caerá.
MASTERPLAN – CRÓNICA DE UN CIERRE ÉPICO
Cuando Masterplan tomó el escenario para cerrar la noche en el Teatro Cariola, ya había una vibra incesante suspendida en el aire. Pero apenas Rick Altzi soltó la primera nota de “Enlighten Me”, todo se transformó en una comunicación especial y total entre banda y audiencia. Su voz, soberbia, poderosa, firme como una muralla de acero, marcó inmediatamente el estándar del cierre que se venía. Un frontman en toda regla, conectado, cercano, incansable. Habló con el público, los alentó, los hizo vibrar, y en temas como “Spirit Never Die” y “Kind Hearted Light” alcanzó un nivel que solo puede describirse como descomunal. Altzi canta con el alma y proyecta como un titán.
Y si la voz incendiaba corazones, Roland Grapow se encargó de incendiar el escenario. Su guitarra fue el discurso eterno del heavy metal hecho persona. Sonriente, en absoluto control y con un desplante de leyenda, regaló solos brillantes, cargados de emoción y técnica. Cada fraseo era un recordatorio de por qué su nombre está grabado en la historia. Masterplan suena a poder, pero también a belleza, una armonía en fuego que solo músicos con años de carretera pueden ejecutar.
El público respondió como una masa completamente entregada. Muchos coreaban con los ojos cerrados, dejándose llevar por canciones que han marcado etapas enteras de sus vidas. Los moshs se asomaban en las piezas más veloces, pero la tónica fue la devoción: “CrystalNight”, “Kind Hearted Light” y sobre todo “Spirit Never Die” se sintieron como himnos que nacieron para ser cantados en coro. Cuando atacaron “The Time of the Oath”, el coverde la Calabaza, todo se transformó en una fiesta gigantesca. Cada voz del recinto se unió en un mismo rugido, explosivo y feliz.
Pero el punto de quiebre emocional llegó en el cierre con “Crawling From Hell”. La banda extendió la canción para presentar a cada uno de sus músicos, y el Teatro entero vibró en un clímax inesperado cuando se desató un fragmento de “Burn” (Deep Purple). El público mantuvo el BURN final a capela durante largos segundos, desatando un momento cargado de adrenalina y complicidad. Fue la síntesis perfecta del heavy metal pasional.
Para sintetizar a Masterplan diría que fue un acto emocional. La multitud no cantó únicamente los coros, cantó las canciones completas. Porque estas composiciones han calado profundo, han acompañado vidas, han marcado recuerdos. El cierre de la noche fue una celebración del legado y de la esperanza. Una afirmación indomable de que el espíritu jamás muere.
La jornada, fue una reafirmación de que el heavy metal no es nostalgia ni moda, sino un fuego que sigue ardiendo en quienes lo sienten como parte de su historia personal. Anoche, en medio de las voces gastadas de tanto cantar, los puños en alto y los ojos brillando donde el sudor se mezcla con emoción verdadera, quedó claro que este género no envejece, se templa, como el acero que honra. Las generaciones se encuentran, las bandas dan todo como si fuera la última batalla, y el público responde con una devoción imposible de explicar a quien nunca ha vivido el rugido del metal en directo. Fuimos testigos de un vínculo eterno entre músicos y fanáticos, donde el espíritu del heavy se mantiene indomable, orgulloso y vivo; porque mientras haya alguien que grite, que sueñe, que resista y que levante el metal como su bandera… el trueno jamás callará.