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Garbage En Chile: Una Noche De Furia, Belleza Y Devoción

“Shirley, más majestuosa que nunca, sin perder un ápice de esa ferocidad que la ha convertido en un ícono y referente femenino, que a muchas mujeres nos inspiró a ser audaces sin perder ese toque estético sensual y natural”.

Por @litta_ Fotos @crisrock_photography

Si hay algo que Garbage ha dejado en claro a lo largo de los años, es que su vínculo con Chile no es solo una relación de admiración mutua, sino un lazo auténtico, indomable y profundamente visceral. Es una conexión que trasciende la música, que se siente en cada acorde, en cada palabra que Shirley Manson nos regala con su inconfundible acento escocés, en cada latido sincronizado con el estruendo de la batería de Butch Vig. Y anoche, en un Movistar Arena colmado de almas entregadas al frenesí, la banda volvió a hacer lo que mejor sabe, –electrizarnos hasta la médula, arrancarnos el aliento y luego devolvérnoslo convertido en un grito ensordecedor de éxtasis–. La sentencia es unánime, Garbage, no solo nos hacen escuchar su música, sino también nos obligan a sentirla en lo más hondo de nuestro ser.

Antes de que la tormenta de Garbage arrasara con el Movistar Arena, la noche tuvo un inicio que quedó incrustado en la memoria del público chileno; la presentación de Saiko. Con más de dos décadas de historia y un lugar especial dentro del rock alternativo nacional, la banda liderada por Denisse Malebrán demostró por qué sigue siendo una de las agrupaciones más queridas y respetadas de la escena. Desde el comienzo, la atmósfera se cargó de nostalgia y emoción, con una interpretación impecable que dejó claro que su música no solo ha sobrevivido al tiempo, sino que sigue resonando con fuerza en el alma de sus seguidores. Malebrán, dueña de una presencia escénica imponente y una voz que no ha perdido ni un ápice de su magnetismo, hizo que cada palabra calara hondo en el público, especialmente en momentos icónicos como el cover de Estrechez de Corazón de Los Prisioneros, donde su interpretación alcanzó un nivel de ovación altísimo. La banda, por su parte, se lució con una ejecución sólida y elegante, con Rodrigo Aboitiz en los teclados aportando esas texturas electrónicas que han sido sello distintivo del grupo. Pero quizás el momento más emotivo fue cuando Denisse, con su característico carisma, se dirigió al público para agradecer la oportunidad de compartir escenario con Garbage, una banda que, según sus propias palabras, ha sido una inspiración para muchas mujeres en la música. Con un setlist que equilibró clásicos y nuevas composiciones, lograron encender el recinto y preparar el terreno para lo que vendría después, demostrando que siguen siendo una banda fundamental en la historia del rock chileno. La noche apenas comenzaba, pero con Saiko como acto de apertura, ya se sentía que estábamos presenciando un evento histórico.

Desde el primer acorde de Queer, quedó claro que este espectáculo sería una proeza nostálgica colmada de belleza. Con su distintiva cadencia hipnótica y la presencia magnética de Shirley—envuelta en un atuendo tan imponente como su actitud—el público cayó rendido al instante. No hubo un solo respiro antes de que Fix Me Now y Empty se sintieran como un golpe directo al pecho, con la banda sonando más afilada que nunca, cada acorde ejecutado con una precisión quirúrgica.  

“¡Oh, my beautiful Chilean motherfuckers! ¡Los he extrañado tanto!” exclamó Shirley entre canciones, provocando un rugido ensordecedor de la multitud. Su amor por este rincón del mundo es legendario, y no perdió oportunidad de recordarnos su devoción: “¿Saben qué es lo primero que hago cuando llego acá? ¡Un maldito pisco sour! ¡Chile tiene el mejor del mundo!”  

La velada avanzó con un setlist equilibrado entre clásicos y cortes más recientes, sin perder nunca el pulso de la energía del público. Sex Is Not the Enemy fue un manifiesto primitivo, mientras que The Men Who Rule the World resonó como un oscuro recordatorio de los tiempos turbulentos que vivimos. El Movistar Arena tembló con Wicked Ways, donde los riffs se entrelazaron con fragmentos de Personal Jesus de Depeche Mode, un guiño elegante y preciso con un brío magnífico que llevó la euforia colectiva a un punto de ebullición. The Trick Is to Keep Breathing nos envolvió en su melancolía atmosférica, y Blood for Poppies—con un falso arranque que sacó risas a la banda y al público—nos devolvió a ese mundo de rock alternativo donde Garbage reina sin discusión alguna.  

Cuando sonaron Stupid Girl y Only Happy When It Rains, el delirio fue absoluto. Shirley, como una deidad iluminada y alba, en el escenario, con la mirada fija en el mar de fanáticos que coreaban cada palabra, dejó que la canción hablara por sí sola. La banda, impecable, con Butch Vig y Duke Erikson orquestando una sinfonía de distorsión y elegancia. Pero si hubo un momento donde el tiempo pareció detenerse y cada uno de los asistentes pudo volver a conectar con su adolescente interior, fue con Milk, #1 Crush y I Think I’m Paranoid. Shirley, envuelta en luces suaves, nos llevó a ese lugar íntimo y oscuro donde Garbage siempre ha sido nuestro cómplice. Nuestra eterna y vampírica musa, siempre con esa actitud de riot girl que la define, no dejó pasar la oportunidad de lanzar un dardo afilado: “Es hermoso estar aquí y sentir su amor, especialmente cuando el mundo sigue gobernado por imbéciles que quieren construir muros y separar familias. ¡Fuck Trump y sus políticas migratorias de mierda!”

La intensidad se elevó con entusiasmo y un océano de aplausos junto a Cherry Lips (Go Baby Go!),  con un público que además saltando emulando un oleaje imparable. Shirley, radiante, exclamó: “¡Chile, ustedes son el mejor público del mundo, motherfuckers!”. El clímax llegó con Push It, You Look So Fine y la inquietante No Horses, antes de cerrar con When I Grow Up, un final magnánimo que nos dejó sudando, con el corazón latiendo a mil y la certeza de que habíamos presenciado algo más que un concierto, sencillamente habíamos sido parte de un de un pacto entre la banda y sus devotos seguidores, todos juntos llevados a través de un viaje sonoro en el tiempo.  

Garbage ha estado en Chile muchas veces en el pasado, pero esta noche fue especial y se corona como la mejor. El sonido, impecable. Las luces, un espectáculo en sí mismas. Shirley, más majestuosa que nunca, sin perder un ápice de esa ferocidad que la ha convertido en un ícono y referente femenino, que a muchas mujeres nos inspiró a ser audaces sin perder ese toque estético sensual y natural. Al salir del recinto, con la voz aún ronca de tanto cantar y gritar, una verdad era incuestionable: Garbage sigue siendo una de las bandas más poderosas de nuestra era. Y anoche, en Santiago, lo volvieron a demostrar.  

Written By

Editora y Creadora de Contenido en iRock. Leal servidora del Rock, el Metal y los sonidos mundanos. Conductora en "La Previa" y Co-conductora en "Rock X-Files". | Mail: litta@irock.cl

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