23 de mayo 2018 – Club Blondie
Nota: Litta | Fotos: Lilian Fernandez
Hace dos años estábamos bastante impresionados por el álbum de segunda mitad de Sinistro, “Semente”. La banda estableció una base ambiental y discreta para la voz inquietante de Patricia Andrade, creando un paisaje sonoro hipnótico y prometedor. Ahora estamos aquí en 2018 y la banda ha dado un paso monumental con “Sangue Cássia”.
La perdición está viva y bien, pero hay un nivel de ambiente en capas que separa a la voz del resto. Las guitarras no son demasiado crujientes y todo se lava con una brillante reverberación. Estaba preocupada de que estas elecciones pudieran quitarle el sentido a su sonido; sin embargo, hay pequeños riffs y arpegios en el material nuevo justo debajo de la superficie que no solo equilibran el sonido, sino que también crean una inquietud que es bastante apropiada. Empareja esto con la voz inquietante y la atmósfera está completa. Es espeluznante, a veces era hermoso pero en ocasiones la monótona rítmica de la batería no nos dejaba abrazar con seguridad el tecnicismo detrás de su obra. Aun así la banda portuguesa mantiene las cosas densas, lentas y pesadas, pero su composición es enfocada y concisa. Fue una mezcla de melodías mayores y menores que agregaron color al gris bronceado de la banda, la performance, la extensión de cada tema y los tonos nasales son algo que crean bandos en el público, la audiencia se divide entre la ovación y el silencio absoluto junto a miradas indolentes. Pero nadie puede negar que en las cuerdas haya moléculas de djent interaccionando, lo cual hace la intromisión de cada guitarra una instancia sublime. Es probable que se haya ganado a más de un nuevo adepto Sinistro, bien por aquellos que se atreven a entrar y probar sensaciones nuevas con las bandas soporte e invitadas.
El retraso del inicio del ritual con Sinistro claramente provocó un efecto domino, todos sabíamos lo complejo que sería montar todo para Batushka, pero la demora se hizo eterna para muchos lo que generó un estallido de gritos y silbidos por un momento, que se logró apaciguar al instante cuando el aroma a ocultismo se comenzó a dispersar por el lugar, la presencia de los maquiavélicos polacos ya era inminente. Batushka comenzó a subir al escenario uno por uno, descalzos, con rostros y cuerpo cubiertos. El último y séptimo fue el vocalista principal, Bartholomeo. Comenzó a encender una a una las velas de ambos altares y la imagen de La Santa Virgen María con Cristo (albumart) con el rostro borrado se colocó en el atril delante del pódium.
Con la apropiación generalizada de tropos sónicos de black por una gama de bandas cada vez más convencional, es cada vez más fácil olvidar cómo las raíces del género estaban vinculadas, no irónicamente, a fuertes puntos de vista anticristianos, misántropos y satánicos. Ninguna de esas imágenes o esas filosofías se pueden encontrar en la miríada de ramificaciones shoegaze, trascendental, avantgarde y eco-black metal que dominan el paisaje hoy en día. Aun así, incluso en 2015, cuando una misteriosa banda de Black Metal elaboraba un disco que imita a una Liturgia Divina Ortodoxa Oriental, seguramente (pensábamos) despertaría algunas ‘pailas’. Especialmente cuando las canciones se cantan en ruso y los miembros de la banda son polacos, pero a pesar de lo desafiante del producto, sin tomar en cuenta su nivel técnico, su presencia se mantuvo en el inframundo de la popularidad del género.
En su esencia, Batushka es black metal, aunque tienden a empujar las cosas más allá de cualquier cosa que se asemeje a BM ortodoxo y en vivo suenan con una potencia grotesca, unos tonos bajos satánicos y por si fuera poco el acompañamiento en las voces de la trilogía gregoriana que los acompaña hacen que su show sea blasfemia pura, en su estado más escéptico. Si la comprensión y la poca costumbre de estos sonidos nos estorba un poco (por lo impactante del show), podemos apuntar rápidamente a Rotting Christ de los últimos días o incluso a un acto muy subestimado como Animus Mortis, una banda que combina esas vertiginosas hazañas riff melódicas con una atmósfera exuberante y tenacidad. Lo mismo se aplica a Batushka, que combina motivos elaborados y vinculantes con hechizos dentro de ritmos explosivos o ritmos lentos y agotadores, como en el formidable corte de cierre del álbum “Yekteníya VIII – Spasenie”.
Dado que las canciones y el material son esclavos de la conceptualización subyacente de una liturgia, hay poca diversidad entre los cortes, por lo que el registro se disfruta mejor como un todo. Aun así, “Yekteniya II”, “Yekteniya IV” y “Yekteniya VI” son claros sobresalientes basados solo en la composición de canciones, mientras que “Yekteniya VII” permite que las verdaderas fortalezas de la banda brillen, ya que elimina las rasgaduras del sucio black metal. Es esta canción la que resaltó más por ser un paréntesis en comparación al resto, las fabulosas voces se sintieron enterradas y perdidas en la mezcla carnosa de los bajos, dándole algo de una (quizás intencional) densidad infrahumana. Después de vivir este show con todo el cuerpo y los sentidos conectados a las nuevas cepas del metal, puedo adjudicar la satisfacción imperiosa de todos quienes fuimos testigos, por primera vez, de una ceremonia de ese nivel, ahora a esperar pacientes por lo que nos tendrán a futuro estos representantes de Satanás en la tierra.
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