Nota: Fernanda Schell – Fotos: Mauricio Donoso G.
En una noche que caían gotas, el cielo nublado, pero las chaquetas de cuero se hacían presentes a pesar del clima. Rock y guitarras tenía la presencia de poleras ramoneras, pelos largos y mítica esencia que une al punk rock. En aquel sitio se presentaría Richie Ramone. Y como ya es de la casa, volvió a los escenarios para continuar con la ruta que los llevó por Sudamérica.
Pasadas las ocho de la noche, se escuchó una melodía de suspenso, varias personas decían que comenzaría el show, eso produjo el acercamiento al escenario. De lejos se veía entrar a su guitarrista Gleen Gilbert junto a la bajista Cler Bake. Los gritos se expresaban hasta la apareció del baterista que llevó la alegría a su máximo punto. Se disparaban los primeros acordes con la canción Durango. La fuerte voz a cargo de Clare anunció el primer “one, two, three, four”. El público gritaba, movía su cabeza y se sentía euforia de por medio. De a poco las personas empezaban sentir la energía, formando pequeños mosh.
Las canciones cada vez iban con más velocidad. Richie cantaba a ratos, mientras que el nuevo baterista, Andy Kaos, lo suplantaba en la batería. Allí se formó una cercanía con los fans, haciendo que en I don´t care encendiera un karaoke a todo pulmón.
En Animal Boy, se sintió ese entusiasmo que caracteriza las míticas letras compuestas por el ramone. Y tras esa energía, fue el éxtasis que culminó en Blitzbrieg bop, donde las personas coreaban, mientras que Richie hacía sus funciones en la batería y sus músicos se encaraban de dar la voz corriente de la canción.
Las canciones sonaban con revitalizadas, la gente que estaba ubicada en la reja no paraba de vibrar, cantar y levantar los puños. Atrás había un pequeño público que intentaba alborotar el momento.
En el concierto se marcaba el sello Ramone de Richie, diferenciándose en las canciones originales de los Ramones, destacando la ejecución del guitarrista Glenn Gilbert. Un repertorio lleno de actitud y por sobre todo punk rock de calidad.
En un momento desenfrenado, Richie se acercaba a los fanáticos, le daba la mano, saludaba y hacía gestos. Hasta que en I just want to have something do. Continuaron con el primer círculo gigante formado por las personas en ‘Animal boy’, clásico tema escrito por el baterista. Este causo sensación, además de encanto por el recibimiento del tema.
Además de los clásicos I know better, Can’t say o Pretty potion, presentó I Fix This, canción de su disco solista Cellophane. Con energía en el micrófono, domando la situación, cantaban mientras jugaba con el público y agarraba una que otra mano.
En algunos momentos, aparecía el “Olé olé” hacía Richie o esos gritos que animaban. El músico no entendía nada, solo reía, pero supuso que eran halagos y con mucha alegría agradeció a Santiago, sintiéndose como en su casa.
Continuaron con el clásico temas ramonero Judy is a punk, además de un curiosos y extraños covers de Enjoy the silence de Depeche Mode y Have you ever seen the rain. Estos fueron bien recibidos, y la excelente ejecución de ‘I’m not Jesus, donde Richie demuestra porque fue el más propositivo baterista de los Ramones en sus décadas de existencia. La calma se produjo en Rain, donde las pasiones se calmaron, hasta que el músico agradeció al público y se fue. Ese instante causo cierta inquietud, pero al par de minutos volvió recargado para cantar un par de temas. I wanna live, Cretin Family, Sheena is a punk rocker, fueron algunos temas que cerraron la velada, e hicieron que las personas continuaran la fiesta con toda la banda compartía con su público, se acercaba, cantaban y continuaban con el show.
Repentinamente, el show terminó, pasó como una estrella fugaz por la rapidez de cada tema, pero eso fue suficiente para disfrutar una noche ramonera, llena de nostalgia, energía y el punk que nunca muere.
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