Nota: Freddy Véliz | Fotos: @Dankase.raw
Luego del elogiado concierto acústico que Los Bunkers realizaron para Mtv en Chilevisión a fines del 2024, la banda penquista se embarcó en una extensa gira que los ha llevado a recorrer varias ciudades de Chile, y entre abril y junio mantienen residencia fija en Santiago para ofrecer 25 conciertos en Teatro Nescafé de Las Artes. Una gira exitosa que ha agotado la mayoría de los conciertos, y ayer 16 de mayo tuvimos la oportunidad de presenciar uno de estos shows.
A estas alturas está demás repetir sobre la importancia de la banda en la música chilena, desde su regreso a los escenarios han demostrado con creces el por qué son catalogados como la banda chilena de estos primeros 25 años del siglo XXI. Su presentación es teloneada por el destacado cantautor Benjamín Walker, quien solo con su guitarra ameniza en su faceta más íntima la entrada de un público que repletó la sala, para, a partir de las 20:00 hrs, sumirse ante la presencia de Álvaro y Gonzalo López, Francisco y Mauricio Durán y Cancamusa más músicos invitados, en una velada íntima con un catálogo impregnado de grandes canciones.
Reproduciendo fielmente la escenografía del concierto original para Mtv, rodeado de un muro cubierto de telas de saco teñidas en colores pastel, y una iluminación muy bien diseñada para crear las atmósferas adecuadas, la banda logra replantear sus canciones para el formato acústico de manera magistral. Existe la idea de que el rock pierde fuerza al desenchufar sus instrumentos, pero lo vivido anoche demostró todo lo contrario. Las canciones incluso ganan bastante en profundidad y texturas, obviamente ayudados por la inclusión de instrumentos como el vibráfono, acordeón, órgano hammond, charango, tiple, percusiones, vientos y diversos accesorios que enriquecen el sonido de cada una de las canciones que fueron construyendo una experiencia musical extraordinaria.
El público, conformado por niños, jóvenes y adultos, son cómplices para esta experiencia, y canciones como “No me hables de sufrir” y “Yo sembré mis penas de amor en tu jardín” abren el camino a un set de antología. La ventaja de la banda es contar también con varias voces que se van turnando o complementándose en el escenario, Francisco Durán se adueña del micrófono con la sentida “Las cosas que cambié y dejé por ti” o Cancamusa junto a la mexicana Carmen Ruiz hacen lo suyo para un final estremecedor con la maravillosa versión de “La exiliada del sur”, a banda completa en primera línea frente a un público emocionado y compenetrado plenamente con el desarrollo del concierto.
El conjunto oriundo de Concepción, desafía el tiempo y las etiquetas con su música que se alimenta de distintos estilos, sean de origen anglo o latinoamericano, se las arreglan para que todo conjugue de manera perfecta, y sus canciones terminen posicionándose como himnos para toda una generación. “Calles de Talcahuano” se beneficia del alma de nuestras raíces y es cantada por gran parte de la audiencia, al igual que la especial versión de la ya clásica “Llueve sobre la ciudad” que es introducida por el Cuarteto Austral, cuatro mujeres músicas que con violines, viola y violonchelo le impregnan bríos solemnes a una obra que ya es parte del cancionero nacional.
La conexión con el público es otra de las virtudes del conjunto, hay complicidad y el protagonismo se comparte. Álvaro López hace partícipes a los niños que llegaron al teatro, los invita a acercarse a las primeras filas, y les dedica “Una nube cuelga sobre mí”, con todos estos menores saltando y disfrutando la música como si la vida se les fuera, en una imagen lúdica donde el invitado especial fue Juan Carlos Bodoque, el famoso títere de 31 minutos, que emergía entre los asistentes que lo portaban en sus manos, además de acompañar a Álvaro en el micrófono. Una fiesta donde todos cabían, y que prosiguió con “Quiero Dormir Cansado” de Emmanuel, dedicada a las madres presentes. Detalles que hicieron de este, un concierto que no tuvo espacios para el aburrimiento, fue dinámico, entretenido, congruente en el orden de las canciones y esa demostración de respeto y cariño por las influencias, que van desde Silvio Rodríguez a Paul McCartney quienes también tuvieron sus tributos.
Se vivió una jornada redonda, con una producción de primer nivel, cuyo broche de oro fue una real fiesta con bola de espejos incluida, y Carmen Ruiz luciéndose con una potente versión de Heart of Glass de Blondie, a dúo con Álvaro, bailando en una postal que nos rememoraba la época más desenfrenada de las discos setenteras. El público no se aminoró y desde sus butacas se unieron a esta fiesta, con una sonrisa en cada rostro, un momento de alegría y encuentro con una banda imprescindible de nuestro país, que lograron conquistar los corazones de cada uno de sus seguidores, que fielmente los han acompañado en esta travesía que parece ir cada vez acumulando mayores logros y desafíos. El buen trabajo de años, a pesar de su receso, solo les ha dado buenos frutos, y eso está siendo premiado con lo mas preciado que puede obtener un artista, el cariño del público, el reconocimiento de sus pares y la magia que nace de sus creaciones.
