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Live Review Internacional

Possessed en Chile: la euforia infernal de un legado vivo

En el Teatro Cariola, Possessed rindió culto a Seven Churches , ese disco que dio nombre al Death Metal y marcó el camino del género. Con Jeff Becerra como sacerdote de la ceremonia, el recinto se transformó en un altar de caos sagrado donde brutalidad y devoción se fundieron en una sola explosión de vida. Junto a ellos, Kolossal Remains y Execrator demostraron que el futuro del metal chileno está más vivo que nunca.

Nota Litta | Fotos: José Miguel Araya

“El corazón del género permanece intacto, latiendo con la misma furia en manos de nuevas y viejas generaciones.”

El martes 24 de junio de 2025, Santiago fue testigo de un acontecimiento que trascendió lo efímero y se ancló para siempre en la crónica más oscura y gloriosa del metal extremo. En el Teatro Cariola, templo consagrado por décadas de ruido y resistencia, se celebró una misa ancestral en honor a Seven Churches de Possessed, ese disco fundacional que no solo bautizó al Death Metal, sino que le otorgó alma, forma y furia. La noche estuvo presidida por Jeff Becerra, figura legendaria, guerrero inmortal y portavoz de una fuerza que nunca cayó, solo evolucionó. Su presencia fue como un relámpago que partió el cielo chileno, afectivo, sincero, cargado de esa esencia brutal que ha hecho de Possessed algo intocable. Este concierto fue un reencuentro entre leyendas vivas y aquellos que han heredado su fuego. Fue historia hecha sonido en su estado más puro.

Antes de que las tinieblas se apoderaran por completo del escenario, Kolossal Remains, joven promesa nacional, abrió la noche con una contundencia digna de ser aplaudida. Desde los primeros acordes, esta agrupación demostró que las nuevas generaciones no solo respetan el legado del género, sino que lo están redefiniendo con una alquimia renovada. Con una mezcla densa, técnica y atmósfera opresiva, la banda compuesta por jóvenes de no más de 18 años de edad,  presentó un material que ya empieza a forjar nuevos parajes sonoros dentro del brutal death metal chileno. Este show no solo fue una prueba de su potencial, sino también un salto definitivo hacia la élite de las nuevas bandas nacionales, consolidándose como una de las más prometedoras de la nueva ola. También tuvimos la oportunidad de disfrutar de Execrator, nombre ya consolidado dentro de nuestra escena local. Con años de trabajo detrás, esta banda ha ido puliendo su identidad hasta convertirse en un referente del death metal técnico y oscuro en Chile. En esta previa a Possessed, la bandareafirmó su dominio sobre el escenario, presentando un set contundente que mezcló clásicos de su catálogo con nuevos temas que auguran un futuro aún más poderoso. Aunque la acústica del teatro no favoreció del todo a ninguna de las dos bandas nacionales, su nivel musical brilló con luz propia, sorprendiendo incluso a los más avezados del público. Técnicas depuradas, ritmos implacables y una actitud firme sobre el escenario hicieron que ambas agrupaciones dejaran una impresión duradera.

Desde el primer acorde de la intro de Eyes of Horror , el aire cambió. El setlist fue una invocación, hacia un exorcismo sonoro que se sintió hasta la última molécula. Cada tema rugió desde las profundidades del underground, con una precisión desgarradora y una intensidad que no perdonó ni un pulso. La audiencia, un océano negro de camisetas gastadas y miradas encendidas, recibió cada nota como un ritual sagrado. Las paredes temblaron con Tribulation y Demon , pero cuando sonaron las aperturas de The Exorcist y Pentagram, el recinto se convirtió en una centrífuga extrema,  miles de voces corearon cada palabra, puños alzados, almas entregadas y una felicidad que se podía paypal incluso en el aire.

Y entonces llegó Evil Warriors, ese himno que no envejece, que sigue cortando igual que una daga oxidada sobre carne viva. En ese instante, Jeff clavó sus ojos en nosotros —su rebaño fiel— y con esa mirada única, cargada de peso y verdad, recordó por qué Chile siempre ha sido uno de los pocos lugares donde el culto al Death Metal late sin miedo, sin máscara, sin tregua. El resto del show fue un desfile de himnos que no dejó espacio para la pausa, Seven Churches , Satan’s Curse , Holy Hell, Twisted Minds y Fallen Angel, se encargaron de caldear la precisión satánica y el poder de la hermandad del Metal junto a sus próceres de Possessed . Pero el momento cumbre fue Death Metal. Un vendaval de fuerza primordial que trascendió lo humano. No hay palabras para contenerlo, solo quien lo vivió puede siquiera atreverse a recordarlo. En medio del humo espeso y el sudor de miles, en un Teatro Cariola convertido en crisol de almas, una bengala rota estalló en la oscuridad como señal inequívoca de que el infierno nos había elegido. El moshpit se transformó en un tornado pagano donde generaciones se fundieron en una sola danza ancestral. Jóvenes y veteranos, hombres y mujeres, entregados al mismo ritmo ensordecedor y poderoso que late desde las entrañas del metal más puro. Fue hermoso, brutal y sublime. Una explosión de vida donde la violencia y el amor colisionaron sin tregua. Un instante efímero, pero eterno. Un rugido colectivo que quedará grabado para siempre en los anales del culto extremo.

Lo curioso es que hubo una avalancha inicial la que fue casi tierna. Muchos de los asistentes no superaban los 21 años, inexpertos en años pero no en pasión. Pero ahí estaba también la vieja guardia, firme, con entradas compradas con meses de anticipación, respetuosos, como guardianes de un legado que ahora se transmite de generación en generación. Y entre ellos, un número significativo de mujeres, visiblemente cómodas, seguras, entregadas con la misma ferocidad que cualquier otro fanático. Un signo claro de que los tiempos cambian, pero el corazón del género permanece intacto.Y ese final devastador, con sabor a gloria efímera y corazón entregado, estuvo conformado por Graven , Seance y Swing of the Axe , esta última cayendo como un mandoble de muerte sonora, como si el mismísimo Becerra, desde su trono de ruedas, estuviera blandiendo una guadaña sobre nuestras cabezas. Cada acorde fue un latido. Cada grito, una ofrenda.

Para quienes crecimos con la música de Possessed como parte esencial de nuestra vida, verlos sobre el escenario es como recibir a viejos amigos que nunca dejaron de hablar nuestro idioma y usa poleras de nuestras insignes bandas nacionales, como la de Atomic Aggressor que llevaba puesta ayer. Es emocionante y casi reconfortante saber que, después de cuarenta años, su legado no solo perdura, sino que florece en nuevas generaciones que lo abrazan con la misma intensidad, con la misma libertad. Ver a jóvenes descubrir Seven Churches como si fuera suyo, mientras los más viejos observamos con orgullo y nostalgia, es un recordatorio poderoso, el metal verdadero no envejece, se multiplica. Y eso, sin duda, es un hito maravilloso. Porque eso es Possessed, más allá de ser una de las agrupaciones más relevantes del Death Metal y un legado hecho sonido. Es historia viva que arde sin apagarse aunque las circunstancias a veces y la salud sean un desafío. Son la prueba de que el metal no muere mientras haya almas dispuestas a recibirla con furia y devoción. Y anoche en Santiago, lo gritamos todo. Con cada fibra. Con toda el alma. Para siempre.

Written By

Editora y Creadora de Contenido en iRock. Leal servidora del Rock, el Metal y los sonidos mundanos. Conductora en "La Previa" y Co-conductora en "Rock X-Files". | Mail: litta@irock.cl

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