Nota Freddy Veliz - Fotos Sebastian Manson
Hace cuatro décadas W.A.S.P. irrumpía en la escena del heavy metal mundial con su álbum debut homónimo, e instantáneamente impuso uno de los mayores himnos del género en esos atribulados ochentas. “I Wanna Be Somebody” resonó en los oídos de los adolescentes que se cautivaban con este estilo de música donde las guitarras estridentes y voces de registros infernales sacudían la industria, y ponían en alerta a los padres y la iglesia católica, que veían una amenaza latente.
Cuarenta años han pasado y el heavy metal sigue vigente y varios de sus héroes se mantienen girando y dándolo todo en los escenarios. Hace un par de semanas fuimos testigos de dos noches épicas donde leyendas como Scorpions y Judas Priest azotaron nuestros oídos, y nos invitaron a un viaje al pasado que aún se mantiene presente. Y anoche, tuvimos de regreso, después de veinte años, al viejo Blackie Lawless y compañía, W.A.S.P en su formación actual, celebrando justamente esa ópera prima que los llevó a la fama, el éxito y a posicionarse como una de las agrupaciones más recordadas del movimiento.
Un teatro La Cúpula sold out , que luego de vitorear a los chilenos Enigma, recibió a la banda oriunda de Los Ángeles, que ataca desde el inicio, con justamente “I Wanna Be Somebody”, un batatazo directo al cráneo y que convirtió el venue en una sola voz cantante.
Steven Edward Duren, “Blackie”, impone su presencia en medio del escenario, adueñándose del micrófono y escupiendo furia con su registro, ayudado claramente por recursos como backing tracks que esconden el desgaste natural de la voz en una persona que se acerca a los 70 años, y de alguna forma también nos ofrece la posibilidad de disfrutar de un himno lo más fielmente al sonido original. Criticable o no, lo cierto es que estábamos ahí para disfrutar de una noche donde la nostalgia se vistió de gala ante un personaje controversial, que fácilmente en estos tiempos donde las nuevas generaciones se escudan en extremos moralistas, podrían ser cancelados por sus bulladas actuaciones de antaño, donde se exponían escenas de mujeres violentadas y degolladas, como parte de una teatralidad que buscaba impactar a las audiencias al puro estilo del shock rock, no faltaba ni la sangre, ni falsos animales asesinados. En esta ocasión no hubo nada de esos excesos, los tiempos han cambiado, y con una puesta en escena bastante austera, rodeado de lienzos que representaban de alguna forma la historia de la banda, el conjunto nos llevó a un viaje directo al pasado, interpretaron prácticamente en su totalidad el celebrado álbum debut.
Clásicos como “L.O.V.E. Machine” o la fabulosa “School Daze” transformaron el recinto en una caldera que poco apoco aumentaba la temperatura, con “Hellion”, resonó la cúpula en un coro infernal, cuando todo ardía en fuego y adrenalina, Blackie detiene el concierto y se retira junto a sus compañeros con visible molestia. La incertidumbre se adueñó del ambiente, y las conocidas ínfulas de rockstar del cantante y guitarrista se hicieron presente, debido a que había solicitado por medio de la producción, que las personas no cruzaran la línea de seguridad frente al escenario, alguien desacató la orden, y el músico hizo valer su palabra. Felizmente el cuarteto regresó y se dio continuidad a un encuentro grandioso con estas leyendas que se niegan a dejar las botas.
Si bien W.A.S.P. fue encasillado en su momento como parte de la camada Glam Metal que invadió California, el conjunto, al menos en mi visión personal, no cumplía totalmente con el estereotipo explotado por bandas como Ratt, Poison, Cinderella o Mötley Crüe, por nombrar algunos íconos del subgénero. Los liderados por Blackie, construyeron una estética más oscura, callejera y maloliente, alejada de la imagen andrógina de sus contemporáneos, además de cultivar un sonido más duro instrumental y vocalmente en comparación con el glam o hair metal, y ayer quedó demostrado en que su música no necesariamente debe acompañarse de accesorios, maquillajes ni la parafernalia de antaño, esta funciona por si sola y embiste con fuerza cuando glorias como “On Your Knees”, “Tormentor” o “The Torture Never Stops” cierran la primera parte dedicada exclusivamente al homónimo y cuarentón álbum. Si no fuese por lo breve, el concierto podría haber finalizado ahí, y los fans más veteranos se habrían ido felices, pero quedaba aun más, y en una maratón furiosa nos llevan a un paseo por parte de un repertorio acotado en un par de medleys que incluyó su afamado cover de “I Don’t Need No Doctor” basado en la versión popularizada por Humble Pie a inicios de los 70, donde queda al descubierto la influencia de Steve Marriott en Lawless. Así también el clásico de The Who “The Real Me” unido a emblemas como “Forever Free” y “The Headless Children” fueron encaminándonos hacia el término sellado con dos himnos más como “Wild Child” y “Blind in Texas”, ambos de su segundo disco ‘The Last Command’.
Un concierto rodeado de nostalgia, donde nos encontramos con la comunidad más veterana del metal en Chile reunida con nuevas generaciones que se empapan de la historia, de los héroes musicales que nos marcaron en una etapa de nuestras vidas, nos acompañaron y nos regalaron himnos que cantaremos hasta el último respiro.
