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Drácula, el Conde de las Tinieblas Sonoras: la Eternidad del Vampiro en la Música

Este artículo es un tributo, pero también una invocación. Porque hablar de Drácula es hablar del deseo y del espanto, del erotismo sombrío, de la solemnidad de la noche y del atractivo de lo prohibido. Y no hay arte más afín a esa esencia ambigua y embriagadora que la música.

“Escuchadlos, los hijos de la noche. ¡Qué música hacen!”
Drácula, Bram Stoker (1897)

Hay fechas que no solo conmemoran un hecho literario, sino que marcan la génesis de un arquetipo, el nacimiento de una sombra que atraviesa los siglos con la elegancia de un vals fúnebre. El 26 de mayo de 1897 el mundo conoció por primera vez a Drácula, una figura que no solo redefiniría el terror gótico y el imaginario popular sobre los vampiros, sino que mutaría en un ícono cultural cuya influencia se extendería como una niebla espesa hasta las entrañas mismas de la música.

La elegancia del horror que Drácula y la invención  de una oscuridad estética, nos brindaron para los designios de la naturaleza indómita. Antes de Stoker, el miedo era primitivo, grotesco, deforme. Con Drácula, el horror adoptó una máscara de seda negra y ojos como carbones encendidos. El monstruo ya no gruñía, sino más bien hablaba con acento extranjero, usaba capa y caminaba como un noble. Y así fue como por primera vez la oscuridad se volvió seductora. Esa transformación estética del miedo no sólo alimentó el cine y la literatura, sino que fundó una nueva sensibilidad sonora. La música, ese arte intangible, abrazó a Drácula como a un amante maldito. La noche no volvió a sonar igual y la figura del vampiro encarnó una tensión que lo musical podía expresar como ninguna otra forma, el conflicto entre el deseo y la condena, entre la inmortalidad y la desesperación, entre la belleza y la putrefacción. La música gótica, el darkwave, el metal y el rock encontrarían así en Drácula su tótem espiritual.

La Música de los hijos de la noche encontraría entonces en  Drácula a su eterna e inmortal Musa Sonora. Desde el cine mudo hasta los escenarios más extremos del black metal, el conde ha sido invocado, reimaginado, glorificado. Pero, veamos cómo ha sido venerado en el altar de la música:

Wojciech Kilar – “Dracula” (1992)

La banda sonora de Bram Stoker’s Dracula de Francis Ford Coppola, compuesta por Kilar, es probablemente el ejemplo más solemne y visceral de cómo el vampiro se convierte en música. Kilar no ilustra la historia, lo que hace es invocar y reclamar. Cuerdas profundas, coros que parecen surgidos de una catedral abandonada, una tensión constante entre la pasión y la muerte. Esta obra influyó enormemente en músicos góticos y metaleros de los años noventa. La estética sinfónica y lúgubre de Kilar fue adoptada por bandas como Cradle of Filth, Therion y Tristania, quienes bebieron de esa sangre sonora para fundar sus propios castillos de oscuridad.

Bauhaus – “Bela Lugosi’s Dead” (1979)

La letra evoca la figura del actor Bela Lugosi, célebre por interpretar a Drácula en el cine clásico de 1931. Pero más allá de un homenaje literal, la canción lo convierte en un espectro inmortal, una figura que trasciende la muerte.

“Bela Lugosi’s dead / Undead undead undead…”

La repetición del “undead” lo convierte en un mantra hipnótico, como si invocara su presencia eterna en la cultura gótica. La letra no narra, sino que clama, por vampiros, ataúdes, telarañas, noches eternas. Es poesía espectral, más atmósfera que historia.

Cradle of Filth – “Cruelty and the Beast” (1998)

Aunque centrado en la figura de Erzsébet Báthory, este disco no existiría sin Drácula. Dani Filth ha admitido múltiples veces la influencia del Conde en su estética y lírica. El uso de coros, atmósferas barrocas y una teatralidad de ultratumba es un homenaje directo al legado del vampiro literario.

Therion – “Theli” (1996)

Con Theli, Therion introdujo la ópera al death metal. No es un disco temático de Drácula, pero toda su atmósfera —sus invocaciones a lo oculto, sus coros corrompidos por lo divino— se nutren del mismo tipo de oscuridad romántica que emana del castillo del conde. Personalmente, Preludium, es una de las aperturas más vampiresas y de mis favoritas para inspirarme a escribir este artículo.

The 69 Eyes – “Gothic Girl” & “Dracula’s Castle” (2002)

Desde Finlandia, The 69 Eyes inyectó a la figura del vampiro un erotismo rockero digno de Anne Rice. En “Dracula’s Castle”, el vampiro ya no es solo un monstruo o un símbolo del mal, es también el anfitrión de una fiesta eterna. Con su mezcla de gothic rock, glam decadente y melancolía nórdica, la banda construyó una mitología moderna donde Drácula se convierte en arquetipo del amante oscuro, del rey de la noche inmortal que convierte la sed de sangre en deseo postpunk.

Marduk – “Nightwing” (1998)

En el extremo opuesto del espectro sonoro, Marduk, una de las bandas más blasfemas del black metal sueco, dedicó su disco Nightwing a la figura de Vlad Tepes, el histórico voivoda de Valaquia que inspiró parcialmente a Stoker. El álbum, especialmente en su segunda mitad, es un ataque sónico despiadado, pero no carente de una oscura reverencia. Aquí Drácula es guerra, pestilencia, soberanía sangrienta. Es el vampiro convertido en caudillo de la muerte, y la música es una marcha militar infernal. La conexión con Drácula es histórica, mitológica y simbólica, un homenaje furioso al ícono que transita entre el trono y el ataúd.

Midnight Syndicate y Nox Arcana

Estos proyectos musicales han creado álbumes completos dedicados a Drácula, diseñados como si fueran bandas sonoras de películas inexistentes. Son música para castillos en ruinas, para rituales al filo de la medianoche, para leer a Stoker a la luz de una vela moribunda.

Más allá de las referencias explícitas, Drácula encarna ideas que han sido fundamentales en la historia del rock y el metal, la rebeldía contra la luz, el culto a la noche, la celebración de lo marginal y lo profano. Como Satán en el Paraíso Perdido, Drácula no solo es temido, es más bien admirado. Se le desea. Se le imita. El vampiro es el músico romántico llevado al extremo, imitado pero jamás igualado…incomprendido, nocturno, apasionado, trágico. Como un artista, se alimenta de los otros para seguir existiendo. Como un músico, transforma el dolor en belleza y la sangre en arte. Es por esta razón que la música y en especial el metal, sobre todo en sus formas más oscuras —black, doom, gothic— ha sido el lenguaje ideal para esta filosofía. Bandas como Black Sabbath, Type O Negative, Moonspell, Lacrimosa, Theatres des Vampires, entre otras,  han hecho del vampirismo una estética de vida (o de no-muerte), imperecedera.

Más de un siglo después de su publicación, Drácula sigue siendo citado, adaptado, reinterpretado. Cada Halloween, cada noche oscura, cada vez que un sintetizador emite una nota sostenida en tono menor, se le siente cerca. En la música actual, artistas como Ghost, Chelsea Wolfe, Lingua Ignota o Zola Jesus continúan explorando el nexo entre lo oscuro y lo sublime, caminando la misma senda iniciada por Stoker. Incluso en el trap oscuro o en el hyperpop gótico, su sombra se filtra, invisible pero omnipresente. Pues Drácula no muere. Se adapta, se transforma, reaparece. La música, con su poder de transmutar emociones en sonido, ha sido su cómplice más fiel. Donde hay una melodía en tono menor, donde hay un piano que suena como una gota de sangre cayendo en una cripta, allí está él.

Hoy, en su aniversario, Drácula sigue acechando nuestras partituras, nuestros vinilos, nuestras playlists. No como un monstruo, sino como un maestro. No como un mito pasado, sino como una fuerza viva. Así como el conde no necesita invitación para entrar, Drácula ya habita en nuestras canciones. Y nos seduce. Nos transforma. Nos devora.

Porque los hijos de la noche…hacen de la oscuridad una sinfonía eterna.

FIN.

Written By

Editora y Creadora de Contenido en iRock. Leal servidora del Rock, el Metal y los sonidos mundanos. Conductora en "La Previa" y Co-conductora en "Rock X-Files". | Mail: litta@irock.cl

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