Por @jaime_gonzalez_vocalista / Fotos: Fotos Metal
El reloj avanzaba y, en vez de escuchar a un telonero abrir la noche, lo que llegaba desde el interior era la propia prueba de sonido de Hällas. Un detalle que no pasó inadvertido,hablaba de una preparación minuciosa, de una búsqueda de perfección casi obsesiva, como si cada acorde debiera ser calibrado para ofrecer un concierto en un rito universal. El RBX estaba colapsado, con entradas agotadas. Entre los presentes se distinguía una masa de metaleros del underground, músicos de distintas bandas locales y fanáticos que, aun cuandoHällas no usa guitarras distorsionadas a reventar, habían sucumbido al magnetismo de su propuesta setentera. Es el año 2025, pero lo que se avecinaba era un salto al pasado para abrazar un futuro sideral.
THE BLACK MESSIAH
A veces, alcanzar la perfección de un show implica sacrificios, viendo reducidos lostiempos en escena de las bandas nacionales. Sin embargo, aquella limitación se transformó en virtud, lejos de disminuir el impacto, la banda nacional entregó un espectáculo breve, pero cargado de energía y contundencia. Desde el primer acorde de Death AlwaysTriumphs quedó claro que el profesionalismo era su sello, con una interpretación sólida y sin fisuras que dejaba entrever la preparación de cada detalle.
La voz de Nancy se alzó con una compenetración visceral, conduciendo con fuerza y emoción el eje central del ritual sonoro, mientras las cuerdas permanecían en un trance de concentración y headbanging incesante, como si cada golpe de cabello fuese parte de la percusión misma. El cierre con Fall in Darkness fue una declaración clara y su presentación dejó en la audiencia la certeza de estar frente a una agrupación que sabe transmitir intensidad y presencia en cada segundo que pisa el escenario.
BLACKFLOW
El escenario se impregnó de densidad cuando Blackflow tomó el escenario. Su EpicDoom/Heavy Metal se abrió paso con Neo Middle-ages y Egomaniacal Fraternity, revelando la voz de Víctor Prades como un instrumento potentísimo, profunda, melodiosa y afinada con precisión, capaz de atravesar los muros con una potencia sin igual. Escucharlo fue un verdadero deleite, una muestra de cómo el canto puede convertirse en columna vertebral de un sonido que oscila entre lo elegante y lo colosal.
Junto a él, Felipe Vuletich entregó una lección magistral de cómo debe sentirse el bajo en una banda de Doom. Grave, vibrante y envolvente, cada nota parecía sostener el peso del mundo. El set avanzó con Iron to Rust, Society Worm e Indifferent to Others, consolidando la fuerza de una agrupación que no solo ha compartido escenario con Forgotten Tomb, sino que también llevó su propuesta a Europa en 2024. Dejaron muy en claro que su destino es seguir expandiéndose, pues su sonido está hecho para retumbar más allá de cualquier frontera.
DEATHSVN
Desde la quinta región llegó Deathsvn con un sonido que desafía etiquetas y busca constantemente abrir portales a territorios poco transitados. Su propuesta se mueve entre un post punk actualizado con ribetes progresivos, siempre sostenida en una esencia metalera que no se pierde. En escena, vestidos de terno, parecían ejecutar un ritual donde cada acorde tenía un peso ceremonial. La voz de Bastián se levantaba como un lamento bramado y melodioso, capaz de estremecer y envolver al público en una marea oscura y cautivadora.
El set fue una descarga de potencia ininterrumpida. Canciones como Lost in an Ocean, MyHeart Into a Stone y The Call mostraron un muro de distorsión impecable, con una batería firme y precisa que no dejaba resquicio al silencio. La experiencia de Christopher Falk en el bajo se notaba en cada golpe, transmitiendo entrega y disfrute que contagiaba al público. El cierre con El Viento Trajo un Lamento dejó esa sensación de ritual completado, como si la banda hubiera dejado una marca indeleble en quienes presenciaron su paso por el escenario.
HÄLLAS
El sintetizador solemne abrió las puertas de la oscuridad con “Birth/Into Darkness”, mientras las luces permanecían apagadas. El coro final, repetido por cientos de gargantas al unísono, provocó escalofríos que recorrieron la sala como un mismo latido. La puesta en escena resultaba hipnótica, capas largas, accesorios inspirados en la estética de los 70, un vestuario que más jamás se sintió como un disfraz, sino como extensión de su mundo sonoro. Cada elemento tenía un porqué, un guiño a la teatralidad de antaño y a la vez una construcción de mundos propios.
El viaje prosiguió con “Repentance”, donde la voz de Tommy Alexandersson caía como un manto de miel sobre los presentes. Su interpretación se sentía como un conjuro. El público lo entendió y respondió coreando cada palabra, cada melodía de guitarra, como si todos estuviesen dentro de un mismo sueño. La intensidad emocional fue creciendo con “Earl’sTheme”, y se desató definitivamente con “Tear of a Traitor”, uno de los momentos más coreados de la noche.
Con “Labyrinth of Distant Echoes”, la entrada a capella unió a todos en un coro estremecedor. Era como si la multitud entera se hubiera convertido en un solo instrumento, erizando la piel de cualquiera que se dejara arrastrar por esa vibración compartida. De ahí en adelante, la emoción escaló a niveles impensados. “Carry On” se transformó en un himno colectivo, con todos los puños en alto y la voz desgarrada de los asistentes repitiendo el coro como si de ello dependiera la eternidad.
El clímax alcanzó otra dimensión con “Star Rider”, cuya letra, cargada de viajes estelares y cabalgatas interplanetarias, halló eco en una performance teatral donde Alexanderssonblandió una daga. El sintetizador atravesaba los oídos de lado a lado, generando un vértigo sideral. Tanto así, que un fan desbordado gritó: “¡Son los rockstars del nuevo milenio!”. Y quizás no estaba equivocado, si mantienen esta senda, lo de anoche será recordado como una de esas primeras veces en que la leyenda comenzó a escribirse.
El cierre fue una montaña rusa de emociones. “Fading Hero” parecía despedirlos, pero no era el final. Volvieron con “The Astral Seer”, un tema que hizo honor a su título, envolviendo al público en un torbellino de sensaciones emocionales que arrancó lágrimas a más de alguno. Finalmente, “Hällas” cerró la jornada con un frenesí colectivo, la cancha convertida en un horno humano, gente en sobre la barra del bar y en las escaleras, todos luchando por no perderse ni un destello de aquel espectáculo.
Y así, quedó grabada una certeza: el público metalero underground, tan exigente y muchas veces lapidario con sus propias bandas, se rindió sin condiciones ante Hällas. Porque lo que premia este público no es solo volumen o rudeza, sino la transmisión real de emociones, lo auténtico, lo análogo, lo que no se esconde tras artificios. No era una banda de metal, y sin embargo, anoche fueron abrazados por metaleros que, lejos de su dureza habitual, tenían los ojos húmedos, entregados a un viaje astral que rozaba lo místico.
Probablemente, todos los que asistieron contarán lo vivido, pondrán a sus amigos a escuchar estas canciones y se volverán cómplices de este viaje por las historias del caballero medieval de un Universo paralelo. Y cuando regresen, probablemente no será en un RBX, sino, tal vez, en un Caupolicán. Porque esta banda tiene magia, y anoche quedó claro que apenas están comenzando a contar su historia, donde convocan visiones, abrenportales, tiñen de estrellas los párpados y hacen que hasta los más duros metaleros cierren los ojos con lágrimas de emoción.



























