Cuando el horror se torna cotidiano, es la conciencia la que se convierte en un acto de rebeldía. En Gaza no es solo una franja de tierra la que esta siendo bombardeada hasta la extenuación, es más bien un reflejo de la degradación moral de un mundo que calla, y solo consume mientras asiente. En ese escenario sangriento, donde los escombros sepultan los cuerpos de miles de niños, mujeres y hombres palestinos, el arte –y en especial la música– debe hacer lo que los gobiernos han dejado de hacer. Hablar claro, denunciar y resistir.
Desde los orígenes del rock este ha sido más que un género musical y se ha posicionado como una herramienta firme de protesta, un altavoz para las causas sociales y una expresión de rebeldía frente a las injusticias sociales. Si bien el término “rock” como tal no existía aún durante la Segunda Guerra Mundial, ya entonces el swing y el jazz, géneros precursores del rock, jugaron un rol fundamental en la resistencia cultural. Diversos músicos afroamericanos como Duke Ellington o Billie Holiday, con canciones como Strange Fruit, desafiaron la violencia racial y el autoritarismo de la época. Fue así como durante la ocupación nazi, el jazz fue prohibido por ser considerado “música degenerada”, pero aún así circuló clandestinamente como símbolo de la libertad. Años más tarde, en los 60 y 70, el rock se consolidó como una forma de protesta masiva frente a la Guerra de Vietnam, con himnos antibélicos como Fortunate Son de Creedence Clearwater Revival, Give Peace a Chance de John Lennon o Ohio de Crosby, Stills, Nash & Young, que denunciaban la represión estatal y la brutalidad militar de aquel entonces.
Hoy, en un mundo donde el conflicto en la franja de Gaza ha escalado a niveles alarmantes para el mundo entero, con miles de víctimas civiles y denuncias internacionales sobre crímenes de guerra, además de un dantesco genocidio en proceso, muchos artistas del rock y la música en general han alzado nuevamente sus voces y se han posicionado al respecto. Desde los escenarios, las redes sociales y manifestaciones públicas, han denunciado la masacre del pueblo palestino y exigen un alto al fuego inmediato, demostrando que la música no solo acompaña los procesos históricos, sino que también los confronta, los documenta y los transforma.
Desde el 7 de octubre de 2023, el mundo ha sido testigo de una de las ofensivas militares más devastadoras en la historia reciente, llevada a cabo por el Estado de Israel contra la Franja de Gaza. Según cifras actualizadas del Ministerio de Sanidad palestino, hasta junio de 2025, más de 54.000 personas han sido asesinadas, entre ellas más de 15.000 niños, incluyendo al menos 1.150 bebés menores de un año. La cifra de heridos supera los 124.000, y más de 1,5 millones de personas —el 83% de la población de Gaza— han sido desplazadas internamente. La destrucción sistemática de infraestructura civil, incluyendo hospitales, escuelas y viviendas, ha reducido el territorio prácticamente a escombros. Recientes ataques, como el bombardeo del 3 de junio de 2025 en Rafah, donde al menos 27 personas murieron mientras esperaban ayuda humanitaria, han sido calificados por organismos internacionales como posibles crímenes de guerra. Cifras basadas en reportes actualizados de Anadolu Agency, El Imparcial, IDMC y Reuters, con corte al 3 de junio de 2025.

Frente a este panorama, la voz de la conciencia global no ha podidoo permanecer en silencio, lo que ocurre en medio oriente ya no es solo una tragedia geopolítica, es una catástrofe humana que interpela profundamente nuestra ética como especie. Esto no es un conflicto entre iguales. Este no es un régimen que ostenta uno de los ejércitos más poderosos del mundo contra un pueblo sitiado, desarmado y sometido a 17 años de bloqueo. La comunidad internacional lo ha llamado apartheid. La mayoría de los organismos de derechos humanos, incluyendo a Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han tajantemente acusado a Israel de crímenes de guerra. Pero la maquinaria y el silencio siguen girando, siendo más eficiente que nunca.
Mientras los representantes de los gobiernos del mundo se alinean o callan, muchos músicos de rock y metal se han puesto del lado de la justicia, aunque eso les haya costado censura, persecución mediática o difamación. Diversos artistas del mundo del rock han decidido no ser cómplices del silencio. Entre ellos destaca Roger Waters, ex Pink Floyd, quien durante más de una década ha sido una de las voces más firmes en denunciar el apartheid israelí, comparándolo con el régimen sudafricano. Activo en el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones), Waters ha enfrentado campañas de difamación y censura, pero ha mantenido su postura con convicción: “No hay equidistancia posible cuando ves a niños morir bajo las bombas”.
A él se suman figuras como Serj Tankian, vocalista de System of a Down e hijo de sobrevivientes del genocidio armenio, quien ha condenado abiertamente la violencia sobre Gaza y la complicidad de las potencias occidentales. En sus palabras y acciones, Tankian insiste en que el arte no puede ser neutral ante el exterminio. También han levantado la voz artistas como Brian Eno, Thurston Moore (Sonic Youth), Massive Attack, Young Fathers y Low, quienes han rechazado presentarse en Israel o han firmado declaraciones públicas exigiendo el fin de la ocupación. Son músicos que han asumido un compromiso ético más allá de la industria, conscientes de que la cultura también puede ser una forma de resistencia. También la Diva del rock noventero, Shirley Manson de Garbage, ha sido otra voz clara en la defensa de los derechos humanos. En redes sociales ha manifestado su indignación frente al horror en Gaza, cuestionando abiertamente el doble estándar de la comunidad internacional y la represión de la libertad de expresión. Su postura reafirma que el rock, en su esencia más profunda, sigue siendo una herramienta de conciencia. Durante su reciente concierto en el Luna Park de Buenos Aires, Ska-P expresó su apoyo a Palestina, denunciando el genocidio perpetrado por el Estado de Israel. La banda madrileña, conocida por su compromiso social, incluyó mensajes de solidaridad con el pueblo palestino durante su presentación, Estos artistas no están solos, pues representan una corriente histórica del rock que no se calla ante la injusticia, aun cuando eso implique perder contratos, visibilidad o comodidad. Porque en tiempos de barbarie, mantenerse neutral es ser parte del problema.
¿Y el silencio de otros? Frente a este ejemplo, resalta el silencio de buena parte de la industria. Muchos artistas, incluyendo íconos globales, han evitado tomar postura o incluso han actuado en Israel sin emitir palabra sobre la masacre. Algunos nombres incluyen:
- Nick Cave, quien defendió su decisión de tocar en Tel Aviv en 2017 como un acto de rebeldía contra el “silenciamiento cultural”.
- Radiohead, quienes se negaron a cancelar su show en Israel pese a las súplicas de numerosos artistas, además de las recientes declaraciones (tibias), de su vocalista.
- Madonna, Beyoncé, Bon Jovi, Red Hot Chili Peppers, y muchos otros que han seguido presentándose en un país señalado por violaciones sistemáticas de derechos humanos.
Esto no los convierte en “sionistas”, pero sí en partícipes del status quo al optar por la neutralidad en una situación que exige una postura clara. Como bien dijo Desmond Tutu: “Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor”. Este no es un llamado al odio ni al enfrentamiento ciego. Es un grito de urgencia para que el arte recupere su dignidad política. El rock nació de la disidencia, del dolor, del grito de quienes no cabían en el relato oficial. En tiempos como estos, cuando la sangre corre en vivo por nuestras pantallas, cuando un niño muere cada diez minutos bajo los escombros de Rafah, no hay espacio para la indiferencia.
No todos somos activistas, pero todos podemos hacer algo y aportar al respecto:
- No consumir arte que legitima regímenes opresores.
- Informarnos más allá de los titulares.
- Apoyar el boicot cultural.
- Escribir, crear, cantar y denunciar.
Lo que ocurre en Gaza no es una guerra, es una limpieza étnica. Es el intento sistemático de borrar a un pueblo de la faz de la tierra. Pero los pueblos no se borran, ellos resisten. Y la música debe ser parte de esa resistencia. Porque si no gritamos por ellos, ¿Qué clase de humanidad nos queda? El rock y la música, deben convertirse en el eco de esos gritos que nadie quiere oír. Como escribió Leonard Cohen: “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”. Que nuestra música sea esa grieta.
A lo largo de la historia, la prensa musical ha sido mucho más que un simple canal de difusión de discos y conciertos, también hemos sido una trinchera de pensamiento crítico, una plataforma de denuncia y un refugio para las voces silenciadas por los grandes medios. Desde las revistas contraculturales de los años 50 que amplificaron los gritos contra la guerra, el fascismo y el racismo, hasta los medios independientes actuales que visibilizan luchas sociales y resistencias globales, el periodismo musical ha demostrado que el arte y la palabra pueden ser herramientas poderosas de transformación. Desde iRock, no somos indiferentes ante la tragedia que vive el pueblo palestino. Es por esto que hemos decidido conscientemente estar del lado correcto de la historia, que es el de la justicia, la empatía y los derechos humanos. Frente a las múltiples evidencias de deshumanización, especialmente en las recientes declaraciones del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu —que reducen a un pueblo entero a una amenaza existencial—, creemos que es un deber moral alzar la voz desde todos los rincones posibles del planeta. Porque lo que ocurre en Gaza ya no es un asunto de fronteras, religiones o ideologías, es un asunto de humanidad. Y ante eso, cada palabra cuenta, cada gesto importa, y cada medio, por más pequeño que sea, tiene el poder de sembrar conciencia. Desde nuestra página, nuestras plataformas y nuestra comunidad, nos sumamos a la lucha por la vida, por la memoria y por un mundo donde ninguna muerte inocente sea silenciada.
