Por @jaime_gonzalez_vocalista | Fotos: @brutal_pebre_
Para disfrutar a Metalucifer debemos sentir la esencia más pura y vehemente del heavy metal, la devoción sin filtros, la llama que no se apaga y el rugido que nace desde las entrañas. Es el eco de una tradición forjada en sudor, cuero y acero, donde no hay artificios ni ornamentos, solo verdad y fuego. Su música no busca convencer, sino convocar a los que ya sienten la vibración del metal en la sangre. En su credo, el heavy metal no es un estilo,es una forma de existir, un lenguaje que une a quienes han vivido toda una vida con el corazón latiendo al ritmo de la distorsión.
THUNDER LORD
Una de las agrupaciones más queridas de la escena nacional dio el puntapié inicial a la jornada. Thunder Lord, fieles a su estirpe heavy metal desde los días de Zenteno Area, demostraron una vez más que su bandera jamás ha ondeado al vaivén de las modas. Mientras a su alrededor reinaban las corrientes del thrash, ellos persistieron en el acero puro, en la melodía y el filo que define al verdadero Heavy Metal.
La nueva “Horseman’s Last Ride” fue recibida con entusiasmo, dejando claro que la banda mantiene intacto su sonido clásico, con esa influencia marcada por el espíritu de RunningWild. El público respondió con pasión, coreando cada verso cuando sonaron “ThunderLord” y “Your Own Truth”, la comunión fue total y los coros sonaron con fuerza entre los presentes. Es reconfortante ver cómo la audiencia no solo vibra con los actos internacionales, sino que celebra a las bandas nacionales con la misma entrega. El eco de los cánticos y los puños en alto confirmaron lo que muchos ya sabíamos desde siempre,Thunder Lord sigue siendo una institución viva del Heavy Metal chileno.
ETERNAL THIRST
La segunda descarga de la noche vino de la mano de Eternal Thirst, una banda que ha sabido mantenerse firme en su identidad, pero que esta vez sorprendió con una nueva etapa marcada por la poderosa entrada de Eva Murgas en la voz. Su irrupción le dio un aire fresco y contundente al conjunto, con un registro agudo y desgarrador que evocaba de inmediato a Doro Pesch y a las glorias de Warlock.
Desde los primeros acordes de “In League with One Who Has No Name” el sonido fue arrollador, guitarras a doble armonía deslizándose con precisión y belleza por parte de Javier Alarcón y Javier Bustos, sostenidas por un doble bombo incesante que daba forma a un heavy metal sólido, clásico y vibrante. La interpretación de Eva dominó el escenario, imprimiendo carisma y fuerza, mientras temas como “Moulder” y “Greedy Demon” mantenían la energía en su punto más alto. El clímax llegó con “Death Cross” e “IlluminatyArmy”, coreadas a todo pulmón por un público que demostró conocer y respetar a sus exponentes nacionales tanto como a las figuras internacionales. Fue una presentación impecable, de sonido nítido y espíritu ardiente, que consolidó a Eternal Thirst como una de las bandas más sólidas del heavy metal chileno actual.
METALUCIFER
Para entender a Metalucifer, es necesario comprender la pasión y la euforia que nacen del sonido primigenio del metal, crudo, duro y tradicional. Sin pomposidad, sin maquillaje sonoro, sin artificios digitales. La suya es música hecha desde las vísceras, forjada en la devoción absoluta por el acero. Nacidos como una respuesta al fanatismo por el Heavy Metal, Gezol y compañía convirtieron a Metalucifer en una declaración de principios,rendir el más puro homenaje a las raíces del género. Esa misma energía se respiraba en la Sala RBX, repleta hasta el límite y con un público tan diverso como entregado: blackers, thrasheros, deathmetaleros, powermetaleros, doomers… todos unidos bajo la bandera del sonido más pútrido y noble del Heavy Metal.
Desde la primera canción, “Born to Play Heavy Metal”, la banda hace honor a su esencia,lo dicen, lo sienten y lo viven. “Heavy Metal Drill” desató una euforia total, una algarabía de pasión colectiva donde el coro retumbaba entre cervezas volando y puños en alto. El recinto no daba más; el aire era espeso, saturado de fervor metálico y de esa energía contenida por más de diez años de espera. La intensidad jamás bajó. Con “Heavy Metal Chainsaw”, el público rugía cada vez más fuerte, como si todo el peso de la espera se liberara en un solo grito.
El líder Gezol demostró por qué es el estandarte de toda una corriente mundial dedicada al culto del Heavy Metal. Su energía era inagotable, un general del acero que no necesitaba más que su voz y su presencia para comandar la locura. “Heavy Metal Bulldozer” mantuvo el frenesí; el público entregado al headbanging y stage diving constante, con los guardias batallando entre la marea humana, pero sabiendo que era imposible contener semejante avalancha de adrenalina.
Uno de los momentos más memorables llegó con “Warriors Ride on the Chariots”. El coro se transformó en un grito tribal compartido, con el público marcando los “EY!” por un lado y llevando la armonía de las guitarras al ritmo de los riffs por otro, levantando los puños en sincronía. Todos cantaban, todos sonreían; era una fiesta de acero y sudor. Caían lluvias de cerveza que refrescaban las cabezas encendidas, y el recinto vibraba en comunión.
Con “Heavy Metal Hunter”, la conexión alcanzó un punto simbólico. Esa canción, que narra la eterna búsqueda del metal como forma de vida, explica perfectamente por qué su público se identifica, porque ser metal hunter no es solo escuchar, es vivir cazando riffs, buscando verdad entre los amplificadores. Cuando sonó “Headbanging”, el lugar se transformó en un campo de batalla; el moshpit fue inevitable ante el doble bombo y los riffs afilados que destrozaban el aire.
El público no quería que terminara. Antes del encore, comenzaron a corear “Flight of IronPegasus” a capela, rogando el regreso de los héroes del acero. La banda volvió y ofreció su máxima declaración de fe, “Heavy Metal Is My Way”, el clímax absoluto. Ya nadie conservaba su peinado, el suelo era una mezcla de cerveza y sudor, mechones de pelo se enredaban en el aire, y la cancha era un torbellino de devoción metálica. Así se cerró una noche que fue un verdadero ritual. Porque para Metalucifer, y para todos los que colmamosel RBX, el Heavy Metal no es un género: es una forma de vivir.
Al caer la última nota, quedó flotando en el aire algo más que sonido, una hermandad.
Cada riff, cada voz, cada golpe de bombo fue un recordatorio de por qué seguimos aquí,
porque el metal no envejece ni se apaga, solo cambia de cuerpos para seguir ardiendo.
Anoche, entre sudor, acero y pasión, comprendimos que el heavy metal sigue vivo… late en nosotros, porque somos su pulso.




























