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Seven Churches de Possessed: El Génesis del Death Metal arderá en Chile

No voy a hablarte de los aspectos técnicos del disco, ni de cómo las ideas llevaron a Becerra y compañía a crear esta obra, lo que quiero es contarte cómo este álbum lo cambió todo, cómo su existencia sigue siendo, hasta el día de hoy, una de las más importantes en la historia del metal, y cómo muchos de nosotros descubrimos el amor por el death metal a través de su sonido, crudo, infernal y absolutamente revelador.

Hace exactamente cuarenta años atrás la blasfemia e insolencia en el metal, esculpía uno de los discos más emblemáticos para el género. Era el año 1985, mientras el thrash metal aún continuaba expandiendo sus garras y el black metal recién esbozaba sus primeras sombras sobre el planeta, cuando un grupo de adolescentes de California irrumpía desde su realidad con una propuesta radical, tan violenta, oscura y visceral, que fue necesario inventar una nueva categoría para poder tipificarla. Seven Churches, el debut de Possessed, fue la fuerza de ignición para cimentar al Death Metal en el planeta. Una verdadera explosión sonora que, décadas después, aún sigue reverberando en los sótanos del mundo, en las cintas distorsionadas de lo más brutal del underground, en las tripas de quienes seguimos viendo en el metal una religión más poderosa que la creada por los antiguos dogmas.

La historia comienza en un sitio improbable, uno que muchos hemos conocido desde la cotidianidad y precarización de las grabaciones, pero hablamos de la década del ochenta, cuando “todo esto era monte”. Fue en un estudio rural construido sobre un viejo gallinero en Cotati, California en donde todo comenzó. En Prairie Sun Studios, entre polvo, mierda de gallina y paredes improvisadas, lugar estperperatégico para un grupo de adolescentes —Jeff Becerra (voz y bajo), Mike Torrao y Larry LaLonde (guitarras), Mike Sus (batería)— que encerrándose durante marzo y abril de 1985 perpetraron la grabación de su ópera prima. Apenas tenían 16 años, pero ya cargaban con una visión incendiaria, infernal, destinada a romper con todo lo establecido. Querían llevar el metal más allá del frenesí, más allá de la furia, hacia un territorio completamente desconocido. Lo que emergió fue un sonido más abrasivo, con estructuras rotas, gritos guturales jamás oídos hasta entonces y una estética que bebía del cáliz del satanismo, del cine de horror, la brujería y el caos primigenio. No estaban inventando solo un disco, pero tampoco tenían la consciencia para saber que en sus manos estaban invocando algo totalmente nuevo que hasta el día de hoy ha volcado a más de una alma hacia el camino del Death Metal. 

Seven Churches fue grabado en vivo, sin metrónomo, sin overdubs innecesarios, con un nivel de artesanía casi extinto en nuestra era moderna. Lo que oímos en este álbum es el sonido crudo y descarnado de una banda empujando sus límites a través de la energía indómita de la adolescencia, capturada con la tensión de lo urgente, de lo verdadero y de un ímpetu grotesco por escandalizar todo lo que desde la moralina y la cúspide eclesiástica estaban fomentando en la época . No es una producción perfecta, ni pretende serlo, francamente. De hecho, su poder radica precisamente en esa imperfección, una que respira maldad auténtica, que obliga a quien escucha a atender no a la forma, sino a la invocación que emana de su sonoridad y perderse en ella, como cualquier alma que llega al purgatorio. Randy Burns, el ingeniero de sonido de esta insigne obra, comprendió en ese entonces que su misión no era embellecer, sino preservar el alma sucia del proyecto. Y qué alma. ¿Hacia qué espectro se inclina esta blasfemia? Analicemos…desde la introducción con “The Exorcist” —una reinterpretación demoníaca del célebre tema de El Exorcista— el disco no ofrece tregua. La primera vez que la escuchamos (esa apertura es definitiva), es una invitación que aceptamos con el presentimiento de que no hay retorno, porque ese sonido no solo invade, sino que se instala, como una posesión irreversible, en la mente y aunque suene un cliché, es como si el mismísimo Satanás te estuviera llamando a formar parte de su ejercito maldito. Y quizás, muchos creemos que es un juego hablar de satanismo en la música, pero para esa época fue como si declararas la guerra a toda la inquisición.

Desde el primer segundo, lo que se desata es una serie de asaltos sónicos a la conciencia: “Pentagram”, “Burning in Hell”, “Evil Warriors”, “Seven Churches”, “Satan’s Curse”, “Holy Hell”, “Twisted Minds” y “Fallen Angel”,, son cada uno un golpe certero a la carne, una mutación del alma por medio de lo brutal y lo visceral. Y al final, como si aún hiciera falta subrayar la hazaña, el disco se despide con una pieza titulada simplemente “Death Metal”. Y no mis queridos iRockers, no se trata de una metáfora. Es realmente una declaración de fundamentos. El verdadero génesis de un nuevo testamento en la iconoclasia del Metal.

Jeff Becerra lo dijo alguna vez:
“No sabíamos que estábamos haciendo historia. Solo queríamos hacer la música más pesada posible. Estábamos poseídos”.

Y sí, esa palabra —poseídos— es clave. El disco suena como si algo los estuviera controlando, guiando las manos, arrancando las voces desde un pozo infernal y que para quienes escuchamos este disco en esa época sin redes, sin internet sin modernidad en nuestros hogares, lo fue todo. La energía no se podía fabricar como ahora, que alguien nos puede recrear con un software avanzado un ritual blasfemo fidedigno. En este trascendental disco el resultado es el de una combustión espontánea de juventud, oscuridad, rebeldía y genialidad, que probablemente nunca más volveremos a atestiguar. Si alguna vez sentiste en carne propia el rechazo hacia lo establecido y una necesidad casi inhumana de enfrentarte al dogma, este disco fue, para muchos de nosotros, una puerta de entrada a ponerle nombre y apellido a aquello que vivíamos como un adoctrinamiento involuntario. Eran nuestras familias, nuestras escuelas, nuestra realidad completa exigiéndonos encajar en algo que jamás elegimos ni quisimos ser. Crecimos en colegios donde Dios y la religión estaban presentes hasta el cansancio, donde la moral dominante nos negaba la posibilidad de hablar desde nuestra experiencia como jóvenes. Y fue en ese nuevo sonido, crudo y blasfemo, donde encontramos consuelo para lo que nuestras almas encarceladas no podían expresar. El llamado de este disco fue magnánimo, irresistible, un grito que nos liberó del silencio impuesto. Probablemente nunca volveremos a experimentar lo que se sintió escuchar este álbum en medio de una sociedad que gritaba “pecado” ante todo lo que no comprendía, y llamaba “iluminación” a su propia y cómoda ceguera cultural.

Y lo que vino después no fue menor… Chuck Schuldiner, fundador de Death, declaró públicamente que sin Seven Churches, Scream Bloody Gore no existiría. Glenn Benton de Deicide, John McEntee de Incantation, todos los pioneros del death reconocen este álbum como el evangelio cero. No soolo musicalmente —por sus riffs demenciales, sus tempos impredecibles, su atmósfera asfixiante— sino también por lo conceptual. Que nos enseñó que el metal podía ser verdaderamente satánico, no como performance, sino como expresión emocional, política y existencialista. Y probablemente los años han obviamente mutado en la formación de la banda, han deteriorado algunas cuerdas o voces, pero lo cierto es que aunque hoy no tengamos el placer de experimentar junto a la juventud este sonido, el show de Possessed en Chile el 2024 nos puede dar un gran precedente de lo que estamos por vivir en carne propia este 2025.

40 años después, cuando muchos pensaban que este monumento quedaría relegado a la nostalgia,  Santiago será parte de esta historia. Este 24 de junio, el Teatro Cariola se transformará en una iglesia profanada, en un vórtice donde los riffs de Possessed resonarán como exorcismos inversos, donde cada nota nos recordará por qué amamos tanto este género. Es nuestro padre fundador trayendo su testamento, frente a una congregación que sabe lo que está a punto de ocurrir. Quienes hemos sentido ese escalofrío al escuchar el bajo distorsionado de “The Exorcist”, quienes descubrimos el underground a través de casetes pasados de mano en mano, quienes aún encontramos belleza en la oscuridad y en lo clásico… sabemos lo que este concierto va a significar para la posteridad. Possessed llegará a nuestras tierras para interpretar Seven Churches completo en una ceremonia única que trasciende lo musical y busca consolidarse como un hito fundamental en la historia del metal extremo. Acompañados por dos potencias nacionales, Execrator con la brutalidad implacable del death metal forjado en las profundidades del underground y Kolossal Remains con una potencia arrolladora y precisión quirúrgica que completan esta alineación infernal en un regreso al génesis, al instante exacto en que todo cambió.
Una oportunidad irrepetible para presenciar en vivo el disco que dio origen a uno de los subgéneros más maravillosos, virtuosos, viscerales e importantes del metal, no faltes, que no te lo cuenten, compra tu entrada, prepara tus sentidos y reúne a tu manada para experimentar el nacimiento del death metal en vivo y en tu cara, nos vemos en el infierno.

Written By

Editora y Creadora de Contenido en iRock. Leal servidora del Rock, el Metal y los sonidos mundanos. Conductora en "La Previa" y Co-conductora en "Rock X-Files". | Mail: litta@irock.cl

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