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Conciertos

Live Review | SANTIAGO GETS LOUDER + SOLID ROCK: La vigencia aplastante del rock

Nota: Freddy Véliz  Fotos: Cristian Carrasco  Fotos Judas Priest: Carlos Müller (Lotus)

Santiago Gets Louder + Solid Rock. 2 de noviembre 2018, Movistar Arena

Una nueva versión de Santiago Gets Louder, esta vez en sociedad con Solid Rock, se realizó este pasado 2 de noviembre en Movistar Arena. Una extensa jornada junto a bandas nacionales y extranjeras que satisfizo a 12 mil personas con hambre de rock. El cartel anunciaba el regreso de dos estamentos mundiales como Judas Priest  y Alice in Chains, acompañados además por Black Star Riders, reencarnación de los legendarios Thin Lizzy, que incluye a algunos de los músicos que pasaron por el emblemático conjunto que lideró el recordado Phil Lynnot.

Para ampliar el cartel, se invitó a tres destacadas agrupaciones nacionales, Temple Agents, Recrucide y Criminal, fueron los encargados de ir calentando el ambiente en un escenario dispuesto en el exterior de la gran cúpula, mientras paulatinamente la masa de público ingresaba al recinto y se desplazaba por distintos puntos,  que incluían stands de merchandising, un módulo de transmisión de radio Futuro, donde cientos de rockeros pudieron conversar y fotografiarse con algunas de las voces radiales más representativas de la 88.9, el show aparte del ya icónico Bullicio Puppets ( Fabián Salazar), la marioneta más rockera de Chile junto a Aaron Urbina, el baterista que lo acompaña en las alturas de una combi, quienes forman una dupla que siempre genera una energía especial con sus interpretaciones de clásicos del rock. El público responde incluso generando algunos mosh en el reducido espacio donde dispusieron su itinerante escenario.

Santiago Gets Louder pasa a ser algo más que un simple concierto, y se  transforma en una experiencia integral, donde conviven los fanáticos en camaradería, siempre expectantes con cada una de las presentaciones que se van sucediendo al pasar de las horas. Así, mientras se va haciendo el ingreso, en el sector posterior a Movistar Arena, nos encontramos con el escenario Monster, que temprano recibía a Temple Agents, banda chilena que ha ido creciendo a pasos agigantados, siendo parte de distintos festivales y giras al extranjero. Esas experiencias se hacen notar en un show sólido, quizás sonando más fuerte de lo necesario, pero que logró captar la atención del público, quienes se mantuvieron alentándolos y apreciando su trabajo, que se enmarca dentro de un hard rock melódico, con gran protagonismo de las guitarras que imponen bastante peso a la propuesta. La banda se encuentra en plena promoción de Rise, su segunda placa de estudio, y “Can’t Do it Alone” fue uno de los cortes que la audiencia recibió con mayor entusiasmo en un set que recorrió una carrera que va por la década de vida.

Parte del público, hacia el final de la presentación de los chilenos, comienza a trasladarse al escenario principal, ubicado en el interior del Movistar Arena, donde se aprestaba a debutar en nuestro país, la super banda Black Star Riders. El conjunto llegó con los pergaminos de ser la versión remozada de Thin Lizzy, luego que algunos miembros sobrevivientes de esta, decidieran comenzar a grabar nuevo material, sin utilizar el nombre que se hizo grande de la mano del bajista y cantante Phil Lynnot fallecido en 1986. Sin embargo, no lograron cautivar en demasía a un público, que poco y nada conocía su música, más allá de esperar los dos covers de Thin Lizzy que prometían en su set (Jailbreak y The Boys Are Back in Town). El quinteto, que ha editado a la fecha tres discos de estudio, intenta mantener el espíritu de Thin Lizzy, y realmente logra transmitirlo en vivo, a pesar de que en algunos cortes como “The Killer Instict” o “Bound of Glory” sean muy obvias algunas referencias a los de Dublín. Lo destacable del conjunto es la potencia que obtienen al incorporar un portentoso muro de tres guitarras, más la impronta de Rick Warwick (The Almighty) en el frente, dueño de un timbre vocal muy cercano al de Lynnot, que puede de alguna manera ser perjudicial a la hora de querer desmarcarse de esa influencia innata.

Mientras cortes como  “Before the War” o “When the Night Comes In” sonaban en el interior del gran domo, en el exterior  los chilenos Recrucide, desataban su brutal propuesta, que los ha mantenido bastante activos este último año. Es gratificante percatarse del interés que suscita el conjunto nacional de Death Metal, al congregar una gran convocatoria, entregada a una demoledora experiencia sonora que solo alienta a seguirle los pasos de cerca a una banda con dos décadas de trayectoria, que ha mantenido un crecimiento constante, y su paso por Santiago Gets Louder lo justificaron con creces en una intensa actuación.

Luego de un  intermedio que permitió a los asistentes tomar un descanso entre los stands y la zona de comidas, la imponente sonoridad de Criminal hacía estallar el proscenio dedicado a los chilenos, y en un apabullante show, los liderados por la leyenda del metal nacional Anton Reisenegger no perdonan, y recorriendo su historia, en una breve presentación y con lleno total, desempolvan clásicos como “Slave Master” con el bajista Juan Francisco Cueto como invitado, “Self Destruction”, “Victimized” y un último azote con “Hijos de la Miseria”. La banda estandarte de los sonidos extremos en nuestro país,  a estas alturas no tiene nada que demostrar, y sobre el escenario solo avalan el gran nivel en que se encuentran, uno que los hace pararse de igual a igual, ante cualquier monstruo extranjero.

Sin tiempo para distraerse en el camino, el público hizo un masivo ingreso al Movistar para entregarse a uno de los shows más esperados del año, el regreso de los norteamericanos Alice in Chains estaba solo a minutos de hacerse realidad. La banda que recientemente lanzó  ‘Rainier Fog’, su sexto disco de estudio, tercero con la voz de William DuVall, desde el primer batatazo titulado “Check My Brain” dio cuenta de lo vigentes que se mantienen, y lo congruentes que han sido para mantener viva su esencia. Aun muchos lamentan la partida de Layne Staley, pero el guitarrista Jerry Cantrell, principal motor creativo del conjunto, hace rato dio vuelta la página, y encontró en DuVall el cómplice perfecto para continuar una carrera que comenzó en Seattle hace tres décadas atrás.

Alice in Chains desata emociones y en un enérgico concierto nos lleva a rememorar esos fructíferos noventa entremezclados con lo más actual de su repertorio, cortes como “Again”, “Theme Bones” o “Heaven Beside You” calzan milimétricamente con piezas de la talla de “Never Fade”, “Hollow”o “Stone”. Todas recibidas por el público con estrepitosas ovaciones. La estremecedora interpretación de “Down in a Hole” o la apabullante “Man in the Box” generan los masivos coros del aforo, que llegan al corazón de todos los que de una u otra manera vivieron la intensidad de una época en que al rock se le devolvió parte de su alma perdida.

A estas alturas, es inútil hacer comparaciones entre DuVall y Staley, ciertamente el segundo marcó a una generación por lo que generó a partir de su imagen y forma de enfrentar las canciones, desde el dolor y una mente bastante atribulada, al contrario de lo que vemos por parte de DuVall y su postura mucho más alejada de los sentimientos depresivos, más bien vemos a un cantante y guitarrista que provee de energía y luminosidad a la obra  de Alice in Chains, sin restarle la sustancia esencial de su raíz.

La vigencia de Alice in Chains está intacta, y en un momento creativo auspicioso, su último disco es una prueba de ello, y lo que experimentamos ayer, solo avala esa aseveración. El conjunto puede lidiar entre su pasado y su presente sin puntos bajos, con un sonido arrollador y que se encumbra entre lo mejor del año en materia de conciertos.

Luego de casi una hora de intermedio y con un Movistar Arena copado al máximo, a pesar de que varios se retiraron luego de la tormenta desatada por Alice in Chains, “War Pigs” de Black Sabbath, sirve de cortina para recibir al Metal God y sus secuaces. Judas Priest es una institución, de eso no hay dudas, y lo que pudimos apreciar anoche, fue una muestra de estatus y porfía por mantenerse en lo alto del podio, entre las bandas más grandes que el metal ha dado. Si bien los cuestionamientos que rondan en sus fanáticos, al ver que la banda actualmente se ha ido desarmando producto de la salida de dos miembros sustanciales, como la dupla Downing – Tipton, se las arreglan para ofrecer un concierto demoledor de principio a fin. Richie Faulkner que ingresó el 2011 en reemplazo de Keneth Downing, y el recientemente invitado a unirse a la gira Andy Sneap, que se pone en las botas de Glenn Tipton quien debió abandonar debido al parkinson que lo afecta, contribuyen con un desempeño de gran nivel, que aplacan de cierta forma la pérdida de las guitarras gemelas más efectivas de la historia, pero no logran evitar que los echemos de menos.

Faulkner, luego de siete años en las filas de Judas Priest ha debido tomar el liderazgo de las seis cuerdas, y lo hace cargando todo el peso que significa asumir tal posición en el conjunto británico. Sneap, si bien es un tremendo músico que no tiene problemas en la ejecución perfecta de cada uno de los clásicos que componen el catálogo Priest,  mantiene una posición más pasiva, aun no lo vemos compenetrado como un miembro más, sino como el parche de Tipton, que cumple con el trabajo encargado, si sudar mucho por aportar con mayor actitud sobre el escenario. Sin embargo, nada de eso opacó que desde la frenética “Firepower” abriendo el concierto, fuésemos arrollados por una aplanadora de clásicos como “Running Wild”, “Grinder”, “Sinner” y “The Ripper”, simplemente majestuoso, un verdadero huracán que arrasó sin piedad con los presentes, cuatro clásicos que a excepción de “Sinner” no habíamos tenido posibilidad de escuchar en vivo en nuestra tierra.

Cortes como “Lightning Strike” o “ No Surrender” confirmaron lo grande que es Firepower, el más reciente álbum de los ingleses, que los llenaron de elogios al momento de su lanzamiento, y el público así también lo aprecia y corea como si se tratasen de algún clásico histórico. “Desert Plains”, la emotiva balada “Nights Comes Down” y la acelerada “Freewheel Burning” fueron una estocada directa a nuestras vísceras, clásicos que también habían estado ausentes en sus anteriores presentaciones  y que extrañamos en cada una de esas ocasiones, ayer fue el momento para que saldaran esa deuda histórica con sus fanáticos.

Un concierto ampliamente superior a su última visita junto a Motörhead, y eso es bastante decir, puesto que Judas Priest, se ha caracterizado por entregarnos grandes shows, con muy pocos puntos bajos. Para los últimos minutos la banda se reservó sus cartuchos infaltables, y luego de una triada compuesta por “You’ve Got Another Thing Comin’”, “Hell Bent For Leather” con la clásica salida de Halford en su Harley Davidson, y un estruendoso ataque al cráneo con la sublime “Painkiller”, mientras el escenario se va a negro, resuena por los parlantes las guitarras de Hellion, para entrar directamente a “Electric Eye”, el himno “Breaking the Law” y la despedida con “Living After Midnight” en medio de miles de manos en alto y voces cantando junto al metal god, que si bien denota cierto desgaste vocal, se las arregla para mantener sus agudos gritos en alto, y su presencia de señor absoluto del escenario. Un final solemne, para una semana que será difícil borrar de la memoria de miles de amantes del metal.

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Esta noticia fue publicada por el área editorial de iRock.CL

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