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Internacional

#Lollapalooza Chile se consolida como el mejor festival de música en Chile

Metallica 5

Por Freddy Veliz

 

Este fin de semana, tuvimos el privilegio de vivir una nueva experiencia Lollapalooza, si, y aunque suene a frase marketera, en realidad, es una frase que envuelve verazmente lo que significa este festival. Un encuentro donde el centro es la música, pero a la vez no está enfocado solo en eso, sino que va mucho más allá, y desde ese punto de vista debe entenderse. Una instancia donde converge un público de gustos musicales diversos, que pueden escoger libremente cuales y cuántos son los artistas que quieren disfrutar, y para eso Lollapalooza nos entrega una amplia posibilidad de elección. La música finalmente es una sola, que va tomando distintas vertientes estilísticas desde las cuales cada uno se sentirá atraído o representado según lo sienta.

El Parque O’Higgins da la posibilidad de crear distintas áreas que la producción de Lollapalooza ha sabido aprovechar perfectamente, con la disposición de los escenarios  por sectores bien delimitados y que facilitan el recorrido (a pesar de las conglomeraciones que se provocan por la alta convocatoria), para desplazarse de un lugar a otro según el interés personal, sectores de comida, de dispersión, tiendas de merchandising, Kidzapalooza para los más pequeños, la Aldea Verde con productos naturales, artesanías y música étnica, el escenario de La Cúpula, donde se congregan la mayor cantidad de bandas locales y Movistar dirigido para los amantes de la electrónica. Los escenarios principales siempre funcionan coordinados con precisión horaria, etc.

Vivir Lollapalooza es una verdadera experiencia, cuyo valor monetario, ha sido cuestionado por mucha gente, pero que si lo analizamos desde una perspectiva más centrada, el precio de las entradas por día, no es tanto mayor que el promedio de un ticket en ubicación intermedia para un concierto de un solo artista. Con esto no defendemos el precio, sino que queremos aclarar que en Chile todos los espectáculos extranjeros, o la gran mayoría (para no generalizar),  mantienen el valor de sus entradas a un nivel alto para los ingresos del grueso de habitantes de nuestro país, entonces no comprendo esos reclamos exacerbados sobre lo caro de los tickets para Lollapalooza, cuando aquí la diferencia está en que tienes la posibilidad de ver a más de una cincuentena de artistas chilenos y extranjeros, en escenarios equipados con backline de los más altos estándares internacionales, con una organización que no deja detalles al azar, desde coordinar los traslados con Transantiago y Metro, hasta proveer de agua a los asistentes. En lo personal, no he visto esa cantidad de reclamos por ejemplo con el Cirque Du Soleil que desde otro ámbito de la cultura, también lo podríamos definir de elitista en su acceso.

En Lollapalooza triunfa la música más allá de los gustos personales, y todo lo extra, que trata de los prejuicios por las vestimentas, el color del pelo o el estrato social del que vienes, es una traba individual, un problema que lamentablemente se ha insertado como una lepra en nuestra sociedad, que acostumbra a criticar al otro con fundamentos absurdos, muchas veces desde sus propias inseguridades. Se sienten con el derecho a denostar a una adolescente por usar una corona de flores y a la vez lucir una polera de Metallica, como si eso fuese a afectar sus vidas y la trayectoria de la banda estadounidense. Se enfadan porque Metallica participa de este evento, pero a la vez critican la falta de bandas rockeras y/o metaleras. Ningunean a los demás artistas sin siquiera darse el tiempo de conocer de que se tratan sus propuestas, descansando en la ignorancia y ataviados de una coraza  estereotipada sobre la imagen de lo que debe ser un “rockero” de tomo y lomo. Eso finalmente termina haciendo daño a los mismos que critican, porque el que se abre a estas instancias, las vive apartado de ese odio sin sentido, y puede tener una visión real de lo que realmente es Lollapalooza.

Remitiéndonos a lo sucedido en esta séptima versión del festival creado por Perry Farrel, nos encontramos con dos días en que la diferencia de público fue notoria, el sábado desde temprano la explanada del Parque O’Higgins recibía a una gran cantidad de personas, de distinto rango etario, algo normal en el festival, pero ahora la diferencia estaba que en gran parte no era el habitual del evento, desde la entrada nos encontrábamos con un mismo patrón, los atuendos que lucían un logotipo en común, el de las letras en punta que sellan la imagen de Metallica estampado en poleras de niños, chicas adolescentes, jóvenes y adultos, estos últimos llegaron en gran cantidad al recinto, y eso denota el cruce generacional de la banda. Los estadounidenses eran las estrellas indiscutidas del primer día, pero también hubo experiencias destacables en lo nacional con la elogiada presentación de Weichafe en uno de los escenarios principales, o el reconocimiento de Crisálida con un teatro La Cúpula lleno.

Un día con mucha variedad de estilos, donde el rock tuvo mayor espacio, en especial desde la vereda de lo nacional, con shows que demostraron el buen pie en que se encuentra el circuito, siendo una buena ventana para ir abriéndose mayores espacios en este importante mega evento.

Para el domingo el cambio fue radical, con menos apuestas rockeras, pero si con una amplia variedad de artistas de diversos estilos, la gran mayoría dirigida a un público adolescente, que quedaba patente en el rango etario que dominaba el espectro de asistencia. El regreso de Duran Duran a nuestro país, era uno de los más comentados y que supondría una gran asistencia, lo que quedó manifestado en la gran convocatoria de su excelente show detallado en iRock.cl. De las bandas más actuales, Catfish and the Bottlemen, The Weeknd, Two Door Cinema Club y Martin Garrix eran los números más esperados por un contingente adolescente y veinteañero. Por el lado de lo nacional un buen puñado de artistas consagrados y en vías de consagración entre los que se destaca la participación de Gondwana, Alex Anwandter, We are the Grand, Mariel Mariel, los sonidos isleños de Amahiro o la propuesta post grunge de Temple Agents iban testimoniando el espectro musical del Domingo, que para el cierre en el VTRStage tenía reservada la actuación de los neoyorkinos The Strokes. Un día menos eufórico pero que los seguidores de cada una de las bandas, disfrutaron en medio de una temperatura un poco más alta que el nublado día sábado.

Lollapalooza construyó los cimientos en Santiago para expandirse a otros países de Sudamérica, en Chile ya vamos en la séptima edición, por lo que ya lo sentimos nuestro, y como todo orden de cosas existirán detractores y defensores, lo importante es no caer en fanatismos ni en críticas sin fundamentos sólidos o inteligentes. Tenemos la oportunidad de vivir un festival de envergadura mundial, con todo lo que eso conlleva, no lo destruyamos y aportemos desde lo constructivo, como dije antes, lo importante es la música, y a eso debemos apuntar.

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Noticia publicada por el área editorial.

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