Reseña: Litta | Fotos: Cristian Carrasco
La segunda noche de Simply Red en el Movistar Arena no fue un simple concierto, fue un acto de comunión entre el tiempo, la memoria y el alma. Cuando las luces se atenuaron y la voz inconfundible de Mick Hucknall irrumpió en el aire con “Sad Old Red”, no hubo distancia posible entre el presente y aquella época dorada de baladas que acariciaron generaciones enteras. Santiago, como si de un amante fiel se tratase, volvió a rendirse ante el hechizo de una banda que no necesita artificios para conmover.
Desde el primer acorde de “Jericho”, la banda desnudó una verdad poderosa, hay música que no envejece porque nace desde una raíz más profunda que la moda. “Money’s Too Tight (To Mention)”, con su cadencia impecable, recordó el poder de una canción con historia, mientras que “The Right Thing” y “A New Flame” encendieron al público con su groove inconfundible. Simply Red no solo rescató sus grandes éxitos, sino que tejió un viaje donde cada tema era un eslabón en la cadena de emociones que conectaba a la audiencia con su propia memoria.

El soul vibró en cada rincón del recinto con “It’s Only Love Doing Its Thing”, una gema que Hucknall hizo suya con una entrega desbordante. Le seguirían sin pausa “You’ve Got It” y “Enough”, temas que bajaron la intensidad, dejando espacio para la melancolía y la calidez, preparando así el terreno para un momento que se sintió eterno junto a la trascendental “If You Don’t Know Me by Now”. En ese instante, no hubo murallas entre el escenario y el público, la poderosa proyección de la voz de Hucknall, quebrada en los matices justos, se fundió con el eco monumental de la audiencia que hicieron de la canción un himno. El romanticismo y la melancolía con “For Your Babies” y “Stars”, transformaron la atmósfera en un vaivén de suspiros y sonrisas, que transportaron al periodo del apogeo de Simply Red a todo el Movistar. Pero fue en la interpretación de “Thrill Me” en donde la noche se elevó con una intensidad elegante, seguida de la dulce desesperanza de “Never Never Love”, mientras que la solemnidad de “Say You Love Me” reafirmó lo que todos ya sabían, sentenciando que Simply Red sigue teniendo el don de hacer que cada canción se sienta personal.
Cuando llegó el turno de “The Air That I Breathe”, el aire se volvió más denso, más íntimo junto a una interpretación casi espiritual, que dejó claro que algunas canciones trascienden el tiempo y las versiones. Lo mismo ocurrió con “You Make Me Feel Brand New”, siendo una declaración de amor hecha canción que llegó a lo más alto con su gran e inconfundible registro.

La recta final del concierto fue un torbellino de emociones. “Fake” desató su energía arrolladora, sacudiendo al público con su ritmo contagioso, mientras que el bello arpegio de “Sunrise” y su enigmático ritmo tiñeron el ambiente de nostalgia, con una brisa melódica que invitaba al recuerdo. Finalmente, “Fairground” se alzó como un canto épico, junto a un estallido de luces y sonidos que marcaron el clímax perfecto para un cierre de esta envergadura. ¡Pero la noche no podía acabar ahí! El público, electrizado y eufórico, pedía más…y Simply Red, con la elegancia de los grandes, respondió sin dudar al llamado.
El encore fue una celebración pura. “Something Got Me Started” hizo que la arena entera se moviera como un solo cuerpo, una explosión de energía que se sintió como un renacer. Y entonces, como si el tiempo se doblara sobre sí mismo, “Holding Back The Years” llegó para recordarnos que la música es un refugio donde la vida se encapsula en notas y silencios. Cantada con una vulnerabilidad exquisita, convirtiéndose en el espejo donde todos nos vimos reflejados.
Cuando el último acorde se extinguió y las luces del Movistar Arena volvieron a encenderse, quedó flotando una certeza absoluta: Simply Red no solo ofreció un concierto memorable, sino que creó un espacio sagrado en el que el tiempo se diluyó junto a generaciones enteras—padres, hijos, amores, almas viejas y nuevas—se encontraron en un mismo latido. Porque hay bandas que no necesitan regresar, ya que en realidad, nunca se han ido. Su música trasciende décadas, conectando historias y entrelazando memorias, convirtiéndose en el puente invisible que une a quienes le descubrieron ayer con quienes la han llevado en el alma toda la vida.

















