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Live Review Internacional

Green Day: volver a ser jóvenes de la mano de un viejo amigo

Por: @jeff.qlo

La esperada y añorada llegada de Green Day nuevamente a nuestro país estaba ansiosa, mucha gente llegando pese a todo pronóstico de lluvia, generaciones de todas las edades donde se podía ver al más joven y hasta el más veterano, aquel que llevaba a sus hijos a ver a la banda. Previo a la salida de la banda,empezó a sonar una canción que trascendió en el tiempo, Bohemian Rhapsody dio el vamos, causando emoción a todos lo espectadores, que corearon y saltaron en el punto clímax de la canción, y para ese momento, el frío ya desapareció y solo quedó el calor de la multitud cada vez más apretada unos con otros.

Desde la cuenta regresiva con imágenes que anticipaban el regreso de Green Day a los escenarios, una explosión de felicidad reemplazó las gotas de lluvia e inundó el recinto del Parque Estadio Nacional. Sobre los asistentes llovió un sentimiento de volver a sentirse jóvenes, viajar al pasado en donde su única preocupación era comprar pilas nuevas para su mp3 y seguir escuchando a su banda favorita.

No hubo respiro. El comienzo enérgico y brusco con “American Idiot“, el público chileno entregándose en cuerpo y alma, a lo que los americanos fueron muy receptivos. Para “Know your Enemy” subieron a una afortunada fanática al escenario, donde pudo cantar parte de lo que quedaba de canción, aunque la emoción fue más y a penas pudo cantar entre los nervios y la multitud que saltaba con ella. Por supuesto, no es bienvenida a la chilena sin mosh y bengala, situación presente en “St. Jimmy ”, además el homenaje a Ozzy Osbourne no podía faltar, donde tocaron los primeros acordes de “Iron Man” rindiéndole tributo a una banda legendaria, algo que ellos mismos transmiten en este regreso a latinoamérica, hoy con más de 50 años en el cuerpo, pero el alma igual de joven e intacta.

La banda estaba desbordada de emoción. Billie Joe, con esa intensidad que lo caracteriza, repitió una vez más que tenemos “el mejor público del mundo”, y no era un simple cumplido, lo decía con una sonrisa sincera, con una voz cargada de entusiasmo. En el bajo, Mike Dirnt fue pura energía, tanto que en medio del frenesí terminó rompiendo una de sus cuerdas, pero con la profesionalidad de un guerrero esperó hasta que la canción terminara para cambiarla; mientras tanto, Tré Cool en la batería, parecía estar en su propia zona, marcando el ritmo con una precisión implacable y disfrutando cada segundo detrás de su instrumento.

Con toda la emocionalidad que rodeó el evento, no se creía que podían tocar aún más el corazón de cada joven que ha pasado por las dificultades de la vida, y entonces, empezaron los primeros acordes de “Wake Me Up When September Ends”, y no solo el recinto se iluminó cuando se alzaron los celulares con linternas y las voces coreando con devoción a una banda que marcó sus vidas, sino también esa cajita de recuerdos ocultos que uno reprime para poder seguir, pero que una banda que es un viejo amigo puede remover todos esos escombros y sacaros a la luz. Como si aquellas veces donde el público se sintió en soledad, o dolidos por una mala experiencia, en ese momento todo se hizo polvo, con cada vibración y acorde, con alrededor de 60.000 personas sintiendo lo mismo, el dolor dle pasado fue transmutado, haciendo magia y alquimia con una música que siempre estuvo allí, y que sigue estando.

La pirotécnica también fue un punto clave del concierto, estallando al ritmo de las canciones que llenaban el cielo de luces, dando todavía más fuerza al ambiente. Las pantallas gigantes proyectaban efectos visuales que acompañaban cada tema, creando un paisaje sonoro y visual que hacía imposible apartar la mirada. El sonido fue impecable, contundente y claro, sacudiendo cada rincón del recinto con una potencia brutal.

Las lágrimas y los gritos fueron una constante. Había quienes no podían contenerse y lloraban en cada canción, mientras otros salían ahogados y sacados por los guardias. Al final, todos disfrutaron a su manera, unos en la locura del mosh y las bengalas, otros abrazados con amigos o familiares, algunos solos pero acompañados, porque esa noche fue un encuentro con uno mismo, con la memoria, con las emociones que la vida a veces entierra y que Green Day desenterró con fuerza.

Cuando la última canción retumbó y los fuegos iluminaron el cielo, quedó claro que más que un show, fue un ritual de catarsis. Green Day se entregó con el alma, y el público devolvió todo multiplicado. Fue una noche de esas que no se olvidan, porque más que oír música, se sintió la vida misma en cada acorde, en cada grito y en cada lágrima.

El retorno de Green Day a nuestro país nos recuerda que la juventud se lleva por dentro, el cuerpo envejece, pero el alma permanece.

¡Galería de fotos aquí! por @Manson.fotografias

Written By

Audiovisual, amante del metalcore y las emociones humanas. Me gusta retratar en mis escritos lo que sienten las personas en los conciertos y analizar el metal desde el desarrollo personal de los artistas ♡

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