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Conciertos

LIVE REVIEW | El extraño mundo de STEVEN WILSON

Foto: Julian Pacheco

STEVEN WILSON EN CHILE

16 DE MAYO 2013 | TEATRO CAUPOLICÁN

Por Freddy Veliz

 

 

Foto: Julian Pacheco

Foto: Julian Pacheco

Con un marco de público de casi 5 mil personas, el Teatro Caupolicán fue testigo nuevamente de una noche de magia a cargo del británico Steven Wilson, el año recién pasado el músico nos había dado cátedra en dos tremendas presentaciones, la expectativas por lo tanto esta vez eran bastante altas, para los que nos congregamos en esta suerte de encuentro casi místico con una de las figuras más importantes de la música de lo que va de este siglo sin lugar a dudas.

Con puntualidad inglesa, a las 21:00 hrs. comienza a sonar la tremenda intro de “Luminol”, con Chad Wackerman en la batería y Nick Beggs en el bajo provocando las primeras ovaciones del público que repletaba el teatro, una obra que seguramente se convertirá en un caballito de batalla, funciona muy bien en vivo, por su riqueza cromática y rítmica enérgica, que acompañados de proyecciones en el telón de fondo, nos relataban visualmente la fantasmal historia de este corte que había sido interpretado en su anterior visita como adelanto de The Raven That Refused to Sing (And Other Stories)” lo último en la carrera solista del líder de Porcupine Tree.

En el mismo orden  que aparece en el disco,  SW apostado al centro del escenario con su guitarra acústica, nos emociona con los primeros acordes de “Drive Home”, impecable interpretación de una de las grandes piezas de “The Raven….” Al igual que “The Pin Drop” en que Wilson con su Les Paul y su expresiva voz hace que los pelos de todo el cuerpo se crispen ante tamaña obra, en que el saxo de Theo Travis juega un papel fundamental aportando con las texturas que abundan en toda la obra de Wilson, quien luego, desde el teclado nos anuncia “Postcard” de su segunda placa “Grace for Drowning” del 2011, un halo de luz caía sobre Wilson y Beggs para acrecentar esa atmósfera oscura que envuelve a los oyentes en un estado casi hipnótico, que es sólo interrumpido por unos cuatro desubicados que se dedicaron a conversar y reír durante todo el concierto, no entiendo a esas personas que asisten y en lugar de disfrutar el show, se juntan a, egocéntricamente, intentar demostrar sus “conocimientos musicales” en pleno concierto, con nulo respeto hacia el público que los rodea y hacia el artista mismo, una falta de cultura que aún no se erradica en algunas personas que se dicen amantes de la música.

Sigamos con lo nuestro, Wilson en su inquieta faceta de multi-instrumentista se hace cargo del bajo para demoler con la poderosa  y electrizante “The Holy Drinker”, donde pone a prueba todo ese bagaje de estructuras progresivas, psicodélicas e incluso con pasajes cercanos al free jazz. Nick Beggs nos deleita con su teatral performance en el stick, un maestro que, por momentos, se roba toda la película, esa conjunción de bajo y stick otorgan una densidad que por momentos asusta, además de ser acompañadas por las imágenes del tormentoso alcoholismo del protagonista de la historia narrada, la puesta en escena se enriquece con el dinamismo de los músicos, con Wilson deja el bajo a cargo nuevamente de Beggs (quien además adorna con apoyos de accesorios de percusión,) y desde las teclas seguir el curso de esta magnífica pieza de su último y aclamado álbum.

Todo era magia en el Caupolicán, exquisitas atmósferas se sucedían, tramo por tramo, canción por canción, “Deform to Form a Star” introducida con una maravillosa pieza de piano a cargo de Adam Holzman antecedía a uno  de los momentos más sublimes de la jornada, cuando un telón cubre todo el escenario e imágenes de relojes se proyectan sobre él, en mi memoria aparece inevitablemente la asociación con “Time” de Pink Floyd, era el momento de la inmejorable “The Watchmaker”, que potenciada con el sonido 5.1, nos sumergía en una envolvente experiencia sensorial difícil de describir con palabras, había que estar ahí para vivirlo, sin dudas, uno de los mejores momentos musicales que he vivido en mucho tiempo, Wilson expresando mucho sentimiento a través de la guitarra acústica, instrumento que luego va cambiando por la eléctrica, con una coordinación admirable. El guitarrista Guthrie Govan es otro que cada vez que arremete con un solo, se gana los aplausos y miradas de un público a estas alturas extasiado, Wackerman desde la batería se muestra preciso en cada momento, de un perfil mas bajo que el histriónico Minneman, pero de una calidad como músico increíble, no por nada en su currículum tiene el haber participado con artistas de la talla de Frank Zappa, Allan Holdsworth o Steve Vai.

“Index” y la ya clásica “Insurgentes” continuaban haciéndonos volar en un devenir de emociones, el público atónito e inmóvil en sus asientos no despertarían del trance hasta que Wilson pide que se pongan de pié e interpreta la tremenda “Harmony Korine” que es ovacionada y aplaudida por las miles de almas que llegaron a este culto casi religioso.

“No Part of Me” fue la antesala para preparar oídos, y acomodarse bien en los asientos para dejarse atrapara por la extensa y progresiva “Raider II”, que por momentos la guitarra me recordaba los momentos más densos de Gilmour. Es imposible en gran parte de la obra de Wilson desprenderse de nombres como Pink Floyd, King Crimson o Jethro Tull, lo que no significa que Wilson sea una imitación más, al contrario, inteligentemente se alimenta de esta influencias para generar algo totalmente personal y actualizado.

Luego de los mas de veinte minutos de adrenalina e introspección con las cuotas de psicodelia precisas de “Raider II” llega el turno de uno de los que personalmente más esperaba, el tema que da título al álbum publicado hace solo cuatro meses atrás, “The Raven that Refused to Sing”, simplemente maravillosa obra, que nos llenó el ambiente de una emoción inexplicable, sin exagerar, y lo escuché de muchas bocas en el momento, al borde de las lágrimas, un tema que da cuenta de la genialidad de Wilson para crear y transmitir con su expresiva interpretación vocal y magistrales arreglos musicales. Todo acompañado de la proyección del hermoso video que va narrando la historia de este solitario hombre que en los últimos momentos de su vida, busca consuelo al recuerdo de su hermana fallecida a través del canto de un cuervo.

Así el inglés con facha de informático (adjetivo que escuché de alguien antes del show) se despide recibiendo los aplausos y vítores de

Foto: Julian Pacheco

Foto: Julian Pacheco

un público agradecido de poder tener nuevamente la presencia de un músico que se encuentra en la cúspide de su carrera hasta ahora, quizás que nos depara para el futuro. Todos queríamos más y Wilson así lo entiende volviendo para agradecer a los presentes e introducirnos a “Radioactive Toy” uno de los clásicos de la época más psicodélica e interesante de Porcupine Tree, incluida en “On the Sunday of Life…”, debut discográfico de la banda que elevó al británico como una de las figuras mas importantes del rock progresivo de los últimos 20 años. Con claros referentes al Pink Floyd de Echoes, fue poderosamente interpretada por esta banda de músicos de niveles superiores, que se despiden turnándose uno a uno a un lado de Wilson con sus nombres y caricatura correspondiente, proyectados en el telón dispuesto en el fondo del escenario, testigo de un show que si bien tuvo algunos detalles casi imperceptibles en el sonido, el que quizás, no para el gusto de todos, sonó potentísimo, desde el lugar en que yo me ubicaba (atrás al costado de la consola de sonido) se escuchaba perfecto, pero según opiniones vertidas por algunos que presenciaron el espectáculo en las primeras filas, estaba demasiado alto el volumen, lo que generaba algo de distorsión.

 Un show que si comparamos con el anterior, fue de momentos mas reflexivos y calmos, quizás una apreciación que se debe a que en el orden de las canciones se juntaban temas de estructuras similares, lo que en cortes de ritmos mas lentos causaba una sensación de demasiado relajo y poca tensión y dinámica, lo que no ensombreció un espectáculo que estuvo lleno de pasajes emotivos, sensoriales, de matices sonoros, con los cuales Steven Wilson se maneja a la perfección, los guiños a los sonidos clásicos del rock progresivo son solo detalles dentro de una obra globalmente dueña de un sello personal. Wilson es el centro de atención, pero sin menoscabar a sus compañeros que se ganan los espacios con magníficas intervenciones, Wilson con sus movimientos, en que extiende sus brazos, se arrodilla, cabecea, es un verdadero director de orquesta, lo sentí mucho más cercano con el público, rompiendo en momentos ese rostro serio que lo caracteriza, como cuando ríe al no saber en qué posición extender la bandera chilena que le entregaron, bromeando con el público que le indicaba hacia donde voltearla.

En resumen tuvimos el privilegio de presenciar a este monstruo y genio del siglo XXI que no descansa cuando de inquietudes musicales se trata, creando y participando en variados proyectos, ya sea como músico, productor o ingeniero.

Esperemos una pronta vuelta de Wilson por estos lados, quizás con alguno de sus otros proyectos, y, por qué no soñar, se decida a girar nuevamente con Porcupine Tree. Por ahora sigamos manteniendo las esperanzas. Sea como sea, Wilson a demostrado que es bastante mas que su banda emblema, y si tal como el cuervo se niega a cantar, respetemos que también así lo decida el puercoespín, en algún momento tendrá que despertar.

Fotografías por Julian Pacheco | Productora The Knife

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Noticia publicada por el área editorial.

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