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[LiveReview] Kiss en Chile: Rock and Roll para toda la vida

“Pudimos despedir a una de las agrupaciones más grandes que han pasado por esta larga historia de rock and roll, una que finalizó con explosión de globos, confetis y fuego al son de uno de sus mayores éxitos”.

Por Freddy Véliz

Con cinco décadas en el ruedo, para nadie es sorpresa lo que significa un concierto de Kiss. La icónica banda de Gene Simmons en sociedad con Paul Stanley, llegó a un punto en que reflexionaron sobre llegar al final de esta carrera, que los pilla en una etapa septuagenaria aun sobre los escenarios, jugando a ser los chicos malos y endemoniados del rock, tal como irrumpieron en sus inicios, causando indistintas reacciones por parte de la prensa y el público rockero de la época. Claro, la energía disminuye con los años, y tal como lo confesó Gene en una entrevista, su cuerpo ya no está en forma para soportar los más de 15 kilos que suman su traje y su instrumento durante dos horas de concierto, adicionando además la cantidad de presentaciones que significa embaucarse en una gira mundial.  

Una despedida que se extendió más de la cuenta debido a la pandemia del covid-19, que causó estragos en el mundo del espectáculo, poniendo en pausa la gira que llegaría a Chile el 2020, cuya postergación logró concretarse en dos fechas sold out en el Movistar Arena, mismo recinto que los recibió en su último concierto por estos lados en abril del 2015. Nadie quiso perderse este último espectáculo de una banda esencial en la historia del rock, que genera anticuerpos en algunos, pero que entrega emociones a millones por el mundo.

La banda conformada por Gene Simmons en bajo; Paul Stanley en voz y guitarra; Tommy Thayer en primera guitarra y Eric Singer en batería estuvo de vuelta reiniciando su gira en nuestro país.

Para la apertura, se escogió tal como el 2015 un telonero nacional. El 19 de abril fue el turno del aclamado dúo Frank’s White Canvas, y para la segunda jornada, en que estuvimos presentes como iRock, la apertura estuvo a cargo de Catoni, power trío que viene acechando el circuito rockero chileno desde algo más de una década. Liderados por Carlos Catoni en voz y guitarra, junto a Joaquín Quezada en bajo y Marcelo Mardones en batería , sin achicarse ante tan magno aforo que llegó especialmente por los neoyorquinos pero que los recibieron con merecidos aplausos, nos presentaron una muestra potente y compacta de su trabajo. Cortes como la demoledora ‘1000 Kilómetros’, la perfecta ‘No eres Real’, la punzante power ballad “Apareces”, acompañada de miles de linternas de celulares que dieron una emocionante atmósfera de conexión con el público, fueron parte de un set que incluyó además una nueva canción titulada “Yeah” que será parte del nuevo disco de Catoni, quien para finalizar nos entrega “La Vida es Rock”, su declaración de principios junto al armonicista Matías Rossel. Un show muy importante que suma un hito más en la carrera de la banda nacional, un verdadero sueño para cualquiera, como lo definiría el bajista en una de sus intervenciones.

Comienza la cuenta regresiva para que “La banda más caliente del mundo” aparezca en el escenario, lo que se hace realidad minutos pasados las 21:00 horas, con un público impaciente que miraba su reloj, y que estalla en una ovación cuando el clásico ‘Rock and Roll’ de Led Zeppelin suena fuerte por los parlantes. El telón con el icónico logotipo de Kiss cae ante las miradas atónitas de 15.000 asistentes, y como si desde el espacio llegaran a invadirnos, vemos descender a The Demon, Starchild y Spaceman en sus plataformas circulares rodeadas de humo, y tocando un himno imprescindible de su historia, como “Detroit Rock City” de su álbum ‘Destroyer’ lanzado en 1976, cuarta placa de estudio y que dio el puntapié inicial para que la banda se comenzara a convertir en una de las más exitosas de la historia del rock.

Desde esos primeros minutos queda claro por que la banda en casi 50 años, ha liderado parte del show business de la historia de la música, dando cátedra en lo que significa plantear un espectáculo en vivo. Con sus disfraces, pirotecnia, rayos lásers que cruzan el escenario, una performance teatral que muestra a sus integrantes como seres que no pertenecen a la vida terrestre, creando la sensación de estar presenciando un espectáculo de otro mundo, por momentos circense y un verdadero carnaval de rock and roll puro y al hueso.

Su show, para los que han podido verlos en más de una ocasión, no reviste mayores sorpresas, el libreto prácticamente es el mismo, a excepción de cambiar algunas canciones entre gira y gira, pero la estructura sigue siendo similar. En esta oportunidad, nos ofrecieron un concierto cuyo set se divide, con mayor énfasis en el álbum Destroyer, pero llevándonos en un paseo por el tiempo y la nostalgia, incluyendo temas de su etapa ochentera como “Lick it Up”, “Tears are Falling” o “Heavens on Fire”, grandes éxitos de tiempos en que prescindieron del maquillaje, enfocando su estética en una imagen más cercana a los tiempos que se vivían con el glam metal liderando los charts. También extraen “Psycho Circus” del álbum del mismo nombre publicado en 1998, y “Say Yeah” incluida en “Sonic Boom” del 2009. 

La banda se ve en buen estado, Tommy Thayer logra compenetrarse en la guitarra siendo fiel a la obra en general de Kiss, con algunos componentes de su cosecha, pero manteniendo el apego en gran proporción a las grabaciones originales, al igual que el destacado baterista Eric Singer, quien demuestra su gran fuerza para dar la dinámica rítmica a los himnos imprescindibles de la banda, además de aportar con el clásico solo de batería, fusionándolo con un extracto del clásico ‘100.000 years” , donde el legendario Peter Criss impactaba en los setenta. Singer no solo demuestra su fuerza tras los tarros, sino también es capaz de emocionar con el piano y voz, interpretando maravillosamente el clásico “Beth”. 

En mi opinión, el que se ve más complicado sobre el escenario es Paul Stanley, quien a sus 70 años,  definitivamente tiene destrozadas sus cuerdas vocales, nunca fue un gran cantante, eso no es un secreto, pero su garganta ya no soporta el esfuerzo (quedando especialmente al descubierto cuando le habla al público), lo que igualmente no ensombrece el show en general que nos ofrecen, de alguna forma es lo que esperamos, y ellos se preocupan de que funcione a la perfección, por lo tanto, unos trucos tecnológicos se perdonan para que todo sea una fiesta. Paul suple su falta de voz con todo lo demás que abarca su performance, sus movimientos ambiguos, su buena cercanía al comunicarse con el público. Viene de vuelta en esto de lo que significa ser un rockstar, tal como su eterno socio Gene Simmons, que su sola presencia engloba lo que simboliza Kiss en el mundo del rock. Una banda que ha influenciado a gran parte de las agrupaciones que fueron naciendo al alero de sus espectáculos, incluyendo la estética que impactó a niños y adolescentes, que luego decidieron seguir el mundo de la música. 

Un conjunto que transformó el rock en un espectáculo integral y de alto impacto visual, creando himnos insignes que no faltaron en esta gran fiesta de despedida, porque los riffs de antología de cortes como “Deuce”, o “Black Diamond”, la fuerza interpretativa de Simmons en cortes como “I Love it Loud” o la oscura “God of Thunder”, antecedida por el solo de bajo, y actuando al máximo su aterrador personaje, escupiendo sangre y elevándose hacia lo más alto en la plataforma, genera toda una experiencia que cualquier amante del rock quisiera vivir, y que cruza generaciones. Es la oportunidad perfecta para llevar a los niños a un concierto de rock, y niños vimos muchos en Movistar Arena, dando sus primeros pasos en torno a estos sonidos que muchos (incluido Simmons) dan por muerto, pero que en realidad sigue vivo desde otras perspectivas.

Pudimos despedir a una de las agrupaciones más grandes que han pasado por esta larga historia de rock and roll, una que finalizó con explosión de globos, confetis y fuego al son de uno de sus mayores éxitos, “Rock and Roll all  Nite” es fiesta pura, juerga y entretención, marcada en el adn rockero como un himno incombustible, que muchos han intentado remedar, y que seguirá sonando hasta incontable tiempo más de que estos seres de altos y brillantes tacones dejen este tierra, conformes de haber dejado un legado imborrable.

Fotos: Cristian Carrasco.

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Noticia publicada por el área editorial.

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