Metallica dio el cierre a la primera jornada de Lollapalooza Chile 2017, ante un marco de público impresionante.
Foto: Lotus Producciones
1 de abril 2017 | Parque O´Higgins
Nota: Freddy Veliz | Fotos: Lotus Producciones
Desde que se anunció la presentación de Metallica en esta edición de Lollapalooza Chile, los comentarios en pro y en contra inundaron las redes sociales, muchos criticando a la banda de venderse a la industria al aceptar este tipo de invitaciones, como si estuviésemos en la primera mitad de la década del 80, cuando la agrupación norteamericana pertenecía a un nicho asociado al underground, desconociendo lo que significa la banda a estas alturas de su trayectoria.
Metallica hace ya más de 20 años que se abrió a las masas, quiéranlo o no, lo que convierte sus opiniones en pensamientos añejos con olor a adolescente despechado. En lo personal no veo nada malo que la música de los radicados en San Francisco, se haya masificado. Podemos criticar la calidad de sus discos, la posición de Lars con respecto a las descargas digitales a comienzos de este siglo, etc, pero creo que es retrógrado seguir envueltos en críticas hacia su masividad. Es más a ellos poco les importa, y siguen adelante como una de las más grandes bandas de la historia del rock, escrita en más de tres décadas, y esa trayectoria y pergaminos son los que presentó en un show esperado y que nos devuelve la fe en la calidad de la banda en sí.
Con la tradicional intro de Ecstasy of Gold acompañado de las imágenes del film El Bueno, El Malo y El Feo, la ovación de miles de personas recibían de vuelta a la banda que revolucionó el metal, esta vez en un evento donde confluyeron fanáticos y un público alejado de su propuesta pero que definitivamente tuvo la grata oportunidad de disfrutar de un show rockero de categoría. James Hetfield desde la partida con “Hardwired”, de ‘Hardwired..To Self Destruct’, su última placa de estudio, demostró estar en excelente estado vocal, siempre dominando la escena desde el micrófono junto a su guitarra que emana riffs de antología, y que logran llevarnos a sus años de gloria metálica con sus clásicos imperecederos, siempre potenciado por la actitud de Kirk Hammet, dueño de los solos de guitarra más emblemáticos del género.
Cortes como “For Whom the Bells Tolls”, “One” o la sorpresiva inclusión de “Motörbreath” se iban despachando quizás no con la misma energía de antaño (los años pesan), pero fueron recibidas con efusividad y gratitud por los fanáticos más veteranos del conjunto, que esperan estas instancias para sentir que Metallica les sigue perteneciendo.
Metallica tiene una carrera en que han ido sumando una amplia gama de seguidores, son tres generaciones que vibran con sus distintas etapas. No podemos obviar que muchos conocieron a la banda en los 90s, la más criticada por sus primeros fans, lo que provocó que se abrieran al mundo, en medio de críticas que ellos han dejado pasar en pos de crecer como músicos, sin estancarse en una propuesta genérica, alejándose en algunos aspectos del metal para flirtear con el grunge, lo alternativo y el hard rock. Por eso Metallica sí era un número para Lollapalooza, que justamente apuesta a eso, la variedad musical, sin encasillarse en un sonido específico, sino que apostar por hacer de esto un encuentro de música, y ahí caben los más amplios estilos.
Ayer en el VTR Stage pudimos apreciar lo mejor de cada etapa de los estadounidenses, desde clásicos como “Seek and Destroy”, momento en que en la pantalla de fondo se proyectaba un ticket de su debut en Chile de 1993, la fuerza thrashera de “Fight Fire With Fire”, la icónica “Master Of Puppets” en que las manos de un titiritero creaban un efecto 3d sobre los músicos, de Black Album extraen cortes como “Sad But True”, “Wherever I May Roam”, y el hit por excelencia “Enter Sandman” que cerró de manera soberbia un show de dos horas, frente a lo heterogéneo de un público que vibra con estas instancias, donde la música es una sola, y para todos.
