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The Metal Fest 2025

The Metal Fest 2025: Cónclave de metal, sudor y caos bajo los cielos de Santiago

Desde los abismos del doom hasta las alturas del épico death, pasando por el thrash más visceral y las atmósferas más sombrías, The Metal Fest Chile 2025 escribió un nuevo capítulo en el libro negro del metal latinoamericano. Fue una jornada extensa, densa y gloriosa, donde cada banda fue una llama en el incendio colectivo que envolvió Santiago. A continuación, te llevamos en un recorrido hora por hora, riff por riff, grito por grito, por este evento que ya se consagra como uno de los hitos del año.

El 11 de mayo de 2025 pasa a la historia del Metal como el día en que se selló un cónclave sagrado entre los fieles del género y las fuerzas de la distorsión, el sudor y el caos. Bajo los cielos cargados de Santiago, se celebró una jornada que quedó sellada con el ímpetu de una llamarada colectiva, para todos quienes vivieron The Metal Fest Chile 2025. Desde la apertura de puertas, miles de devotos cruzaron el umbral como una tribu inquebrantable, en un acto de comunión sónica y fervor absoluto. Familias enteras, hermanos de ruta, veteranos del headbanging y nuevas generaciones se congregaron como parte de un rito ancestral, unidos ante el altar doble que alzaron los encendidos Devil Stage y Hell Stage.

El primer impacto fue letal. Terminal Prospect abrió el telón del infierno con una descarga que dejó claro que la jornada no tendría respiros. Su thrash técnico, afilado como una navaja, activó a las primeras almas que cruzaban los portales del evento. A esa hora, ya se respiraba metal en el aire. Poco después, desde el interior de la cúpula, Nile descendió sobre el Devil Stage como una tormenta invocada desde las arenas del Antiguo Egipto. Lo que siguió fue una liturgia de death metal técnico, brutal y narrativo, que sumergió al público en catacumbas sonoras, entre dioses olvidados y maldiciones milenarias. La banda apareció, como siempre, imponente y precisos, como arquitectos de pirámides sónicas, quienes desplegaron un set escueto pero devastador, una obra de precisión ancestral donde cada riff fue un conjuro y cada blast beat, un látigo del Nilo.

“Sacrifice Unto Sebek”, “Kafir!” y “Black Seeds of Vengeance”, entre otras canciones desataron un frenesí ritualesco en las primeras filas. Y aunque los devotos más extremos ansiaban rarezas más profundas del inframundo faraónico, lo ofrecido fue suficiente para sellar su poderío como uno de los actos más imponentes de la jornada.

Desde el exterior, el metal chileno tomó la posta con fuerza. Diametral, de la escena local, elevó la bandera nacional con un set demoledor. Letras introspectivas, estructuras progresivas y riffs potentes llenaron el Hell Stage de identidad y carácter. La escena nacional está evolucionando, y sigue pariendo monstruos dignos de cualquier escenario del mundo. Mientras que desde la entrañas del Movistar, Voivod nos llevaba a través de portales espaciales hechos de disonancia y vanguardia. Su sonido inclasificable fue una experiencia multisensorial, un viaje cósmico por universos donde el thrash se funde con el avant-garde. El público mayor, visiblemente emocionado, les rindió culto a un setlist que a pesar de lo modesto, trajo en su estructura tres clásicos colosales, “Ripping Headaches”, “Nuclear War” y la emblemática y coreada, “Voivod“.

Caía la tarde y desde el Hell Stage Nimrod hizo lo suyo con clase. Con una ejecución furiosa y dinámica, dejaron claro que el under nacional no es sombra de nadie. Fueron una descarga que encendió al público como chispa en pasto seco. Mientras que la penumbra se preparaba para danzar con la luz en cada rincón del interior, pues Paradise Lost se adueñó del tiempo con una elegancia sombría que hipnotizó los sentidos. “Enchantment” fue el portal de entrada a un universo melancólico y majestuoso, con su inicio envolvió el ambiente como una niebla espesa que acaricia el alma antes de desgarrarla. Más adelante, temas como “Faith Divides Us – Death Unites Us”, “One Secondse” y “As I Die” se alzaban como un canto lúgubre y profundamente humano, una plegaria gótica que abrazó el dolor colectivo de la audiencia con una belleza devastadora. Y cuando resonaron las primeras notas del sepiterno cover “Smalltown Boy”, el tiempo pareció colapsar, cada acorde fue una tonada dulce en el pecho, un eco de nostalgia que se transformó, por arte de magia negra, en comunión. Paradise Lost no solo tocó canciones, sino más bien pintaron un mural de sombras sobre nuestras emociones.

Ya avanzada la tardera de la jornada, nuestros colosos nacionales de BOA levantaron polvo con su groove corrosivo en las afueras del recinto. Los gigantes entregaron un show visceral que consolidó su posición como una de las bandas más brutales del under nacional y con una puesta en escena en completo dominio que nos demuestra el legado de Caballo sin perder autenticidad en la voz de Luis Toro.

Desde la profundidad interior, la demencial energía comenzaba a alcanzar su clímax, junto a Carcass, quienes irrumpieron en el escenario con la violencia refinada de una maquinaria de devastación bien aceitada. Fue uno de los momentos más esperados del Metal Fest Chile 2025, y no decepcionó, junto con los primeros acordes, se desató el moshpit más brutal de la jornada, un torbellino humano que pareció abrir la tierra misma. Como si respondiera a un llamado ancestral, una bengala se alzó cortando el crepúsculo santiaguino, iluminando los rostros extáticos de los fieles como si se tratara de un rito caníbal. El set fue una masacre de precisión, una cirugía sónica ejecutada con la maestría de quienes llevan décadas perfeccionando el arte de desmembrar con notas. Temas como “Buried Dreams”, “No Love Lost”, “Tomorrow Belongs to Nobody”, “Corporal Jigsore Quandary” y “Heartwork” retumbaron como sentencias finales, devastando con elegancia. Jeff Walker, en su rol de maestro de ceremonias del apocalipsis, se desplazaba con la arrogancia magnética de quien no necesita pedir permiso para reinar. Y lo hacía con pleno conocimiento de su poder, cuando entre gritos y sangre simbólica, exclamó con fuego en la garganta: “¡Chile es de los mejores públicos del mundo!”. Ese instante no fue solo un elogio, fue una consagración.

Squad llevó el estandarte del thrash local con crudeza y verdad. Su descarga fue sin concesiones, con letras filosas y un sonido directo al pecho. El Hell Stage se convirtió en un campo de combate y el público estuvo a la altura de tal repuesta. Y así, con esa misma energía surgida desde los albores del subsuelo, el retumbar de Saxon, verdaderos guardianes del heavy metal, ofreció una auténtica clase magistral de historia, potencia y legado en el escenario de Metalfest. Con un setlist que cruzó generaciones, arrancaron con la furia de “Hell, Fire and Damnation” y no soltaron el acelerador ni un segundo. Himnos como “Power and the Glory”, “Heavy Metal Thunder” y “Strong Arm of the Law” recordaron por qué su bandera sigue ondeando con orgullo. “Madame Guillotine” trajo un aire fresco de su material reciente, mientras clásicos como “Dallas 1 PM” y “Denim and Leather” conectaron con la emoción pura del público. El cierre con “Princess of the Night” fue una declaración vibrante de que Saxon sigue firme, rugiendo como en sus mejores días.

Hell Stage se llenaba de niebla junto a Poema Arcanus, quienes volvieron a pisar el escenario del Metal Fest tras más de una década desde su última aparición en 2012, y lo hicieron con la solemnidad de quien retorna a un templo sagrado. La atmósfera se volvió densa y reverente cuando emergieron los acordes de “Elegía”, una pieza que caló hondo con su carga emocional, como si el tiempo se curvara sobre sí mismo para reunirnos con viejas heridas aún abiertas. Con “The Lighthouse Keeper”, la banda ofreció un instante de introspección lúgubre y sublime, guiando a la audiencia por paisajes interiores donde habita la belleza de la desesperanza. Fue más que un reencuentro, esto fue una invocación poderosa, un regreso digno de su estatura en la historia del metal nacional. Desde los primeros disparos sónicos Sabaton desató una avalancha de historia y metal, donde cada canción era una victoria en sí misma. “Ghost Division”, convirtió el Movistar Arena se en un campo de batalla encendido, junto a temas como “The Last Stand”, “The Red Baron” y “Bismarck”, los suecos nos llevaron por los episodios más intensos de la guerra, mientras las luces y visuales envolvían al público en una experiencia casi cinematográfica. El punto más emotivo llegó con “Carolus Rex” en sueco, coreado con una fuerza que traspasó idiomas. Y no bajaron el ritmo, “Night Witches”, “Stormtroopers”, “Resist and Bite” y “The Attack of the Dead Men” golpearon como ráfagas, lideradas por un Joakim Brodén incansable. Y cuando llegó “Primo Victoria”, el estallido colectivo fue total, junto a miles de voces unidas en un grito de gloria. Cerraron con “Swedish Pagans” y “To Hell and Back”, como si aún quedaran balas en la recámara. Más que un show, fue una lección de historia contada con guitarras, coros y puro corazón.



Nuclear, en el Hell Stage, ofreció el verdadero final, con un estallido demencial de velocidad, rabia y verdad pura. Pero esta vez no solo se trató de furia, sino de evolución. Con temas de su nuevo EP, como la brutal y homónima “Violent DNA”, la banda desató una tormenta genética de riffs afilados y pulsos de metralla, como si el ADN mismo del metal se estuviera reescribiendo en tiempo real. Y cuando llegó “Apatrida”, una bengala volvió a encenderse como estandarte, iluminando el clímax con un fuego ancestral. El público respondió como en una revolución, con puños en alto, gargantas desgarradas, un mosh que fue catarsis y declaración de principios. Ese momento fue la coronación del metal chileno, y Nuclear, con su nueva sangre infectada de poder, no solo es profeta, es furia encarnada. Con este demencial caldeo para llegar al fin de la extensa jornada para recibir al amo y señor de las cuerdas, Kerry King, quien subió al Evil Stage junto a su banda solista. Era evidente que el ambiente no sería el de un típico cierre de festival, ya que el público había mermado considerablemente, francamente la elección de su debut de solista como número principal generó más dudas que certezas en un comienzo. Pero el histórico guitarrista no se dejó intimidar. Con su figura inconfundible envuelta en feroces luces y sombras densas, abrió con “Where I Reign” y “Rage”, dejando claro que no vino a pedir permiso, sino a demostrar por qué aún lleva el estandarte del metal afilado en el puño.

Aunque el clima no era de euforia desbordante, el set tuvo momentos de peso y profundidad. Temas nuevos como “Trophies of the Tyrant”, “Residue” y “Toxic” demostraron que su proyecto tiene identidad propia, con riffs cargados de veneno y letras que escupen descontento. El público, cada vez menos numeroso, respondió con respeto y entrega, sobre todo cuando resonaron los temas de Slayer, “Repentless”, “Disciple”, “At Dawn They Sleep”, “Raining Blood” y “Black Magic”, que sirvieron como guiños necesarios al pasado, sin opacar su presente. Incluso los covers de Iron Maiden —“Purgatory” y “Killers”— fueron sorpresas bien recibidas, casi como un tributo entre titanes. No fue un final explosivo ni la catarsis colectiva habitual de un headliner, pero sí un cierre poderoso, de esos que no buscan complacer, sino imponer respeto. Kerry King tocó para los que se quedaron, para los que saben que el metal también es resistencia y convicción. Y en eso, no falló.

The Metal Fest Chile 2025 se posiciona en el basto universo del género musical más poderoso como una invocación de casi todas sus sonoridades. Quedando entrelazado en la historia del metal como un conjuro colectivo, una liturgia de acero donde miles respiraron al compás de un mismo corazón forjado en distorsión y resistencia. Las luces no solo alumbraron, también quebraron el tiempo junto a los riffs que dejaron marcas, como símbolos antiguos grabados en el aire. Allí, en el cruce invisible entre el estruendo y el silencio, se fundó algo irrepetible, una memoria de piel y alma. Vibraron los cuerpos, sí, pero también lo hicieron los gestos mínimos —un grito compartido, una lágrima contenida, un cuerno en alto que decía todo sin decir nada—. Desde iRock.cl no solo cubrimos, también lo vivimos y lo cargamos en los huesos. Y si alguna vez dudas del fuego que aún arde en este género, regresa a estas líneas, déjalas reposar sobre tu pecho… y sabrás que aquella noche, por unas horas, lo imposible se volvió verdad amplificada.


Written By

Editora y Creadora de Contenido en iRock. Leal servidora del Rock, el Metal y los sonidos mundanos. Conductora en "La Previa" y Co-conductora en "Rock X-Files". | Mail: litta@irock.cl

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