Por: @jeff.qlo
Han pasado cinco años desde aquella misa pagana que Powerwolf ofició en suelo chileno. Fue uno de los últimos rituales antes de que el mundo entero quedara en silencio por la pandemia. Pero la promesa se hizo, y los lobos la cumplen: este 5 de mayo, Powerwolf regresa con todo su poder sagrado y profano a Chile.
Los alemanes han sabido hacerse un nombre no solo en el power metal, sino en la escena global del metal por su propuesta única. Powerwolf no es una banda más: es una experiencia. Su música mezcla el dramatismo del power con lo teatral del black y la intensidad de una misa oscura. Melodías heroicas, guitarras afiladas, teclados sacros y la inconfundible voz de Attila Dorn, que no canta… predica. Con su registro operático y esa fuerza vocal que evoca desde cánticos gregorianos hasta salmos de guerra, Attila lidera este aquelarre de forma majestuosa.
Con los años, Powerwolf ha perfeccionado una identidad visual y sonora que no se parece a la de nadie. Sus conciertos son verdaderas liturgias donde lo divino y lo maldito se cruzan sin pedir permiso. En el escenario, despliegan un espectáculo visual cargado de símbolos religiosos profanados, lobos mitológicos, túnicas, humo, fuego y un ejército de fieles que no necesitan entender alemán o latín para gritar cada palabra. No buscan parecer temibles: lo son. Y lo disfrutan.
Pero Powerwolf también representa algo más profundo: la celebración de lo oscuro y lo prohibido con una teatralidad que no pide disculpas. Su imaginería vampírica, las referencias al satanismo medieval, a las guerras sagradas y la lycanthropía son parte de un espectáculo donde el pecado se canta con orgullo y el metal se convierte en religión. En sus conciertos no hay lugar para la apatía: todos cantan, todos luchan, todos se arrodillan ante el altar del lobo.
Estamos claros que ellos no pretenden evangelizar; ellos invitan a perderse. El llamado no es a la luz, sino al clamor de la bestia interior. Y si algo han demostrado con el tiempo, es que esa invitación se responde con pasión. Porque no hay espectáculo como el suyo, no hay experiencia comparable. En sus shows, la comunión se da con guitarras alzadas, puños en alto y miles de voces cantando como si cada canción fuera una proclama de libertad pagana.
¿Y qué se puede esperar de su concierto en Chile? Una ceremonia total. Un encuentro entre creyentes y herejes, donde lo importante no es qué religión profesas, sino qué tan dispuesto estás a perder la cabeza. Porque Powerwolf lidera una eucaristía que arrasa con todo a su paso. La entrega del público chileno es histórica, y sin duda, esta nueva visita no será la excepción. Se esperan cánticos, puños en alto, maquillaje corrido y almas entregadas al ritual. La oscuridad tendrá su templo por una noche, y ahí estaremos todos, listos para recibir la bendición maldita de la banda.
Es el retorno de un culto que jamás se apagó, un llamado ancestral que sigue resonando en los huesos del público local. Han pasado los años, pero el fervor permanece intacto. Porque cuando el aullido del lobo resuena, el rebaño responde. Y esta vez, la manada chilena está lista para sumarse nuevamente al ritual. No habrá tregua. Solo fuego, sangre y la comunión de almas entregadas al poder del metal.
Todo está dispuesto para una noche que se sentirá más como una invocación que como un simple show. Himnos paganos volverán a llenar el aire, cánticos surgidos de criptas olvidadas estremecerán los cimientos, y la entrega del público convertirá el concierto en una verdadera misa negra.
Será el instante en que el colmillo muerda nuevamente la carne. Powerwolf no viene a entretener: viene a liderar una marcha ceremonial de metal, oscuridad y éxtasis. Viene a despertar al animal dormido en cada uno de nosotros.
Y cuando la noche caiga sobre Santiago, no habrá lugar para los débiles. El escenario será altar. El público, congregación. Y el país, por una noche, dejará de ser tierra de hombres… para convertirse, una vez más, en territorio sagrado para la manada. Tierra de lobos.
Produce Chargola | entradas por Ticketplus
