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El Poncho del Diablo |Refugiados

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No hay días malos para salir a escuchar música, los fines de semana son un invento para premiarnos con nuestro propio tiempo, el cual por cierto nos pertenece a cada respiro, pero insistimos en poner nuestra vida en esquemas cerrados que nos permiten “descansar” encerrados en nuestras casas, y “relajarnos” frente a una pantalla que nos trae historias de otros tipos que se encuentran “refugiados en la seguridad de la claridad”

Es así como el pasado miércoles llegué a la Sala Master para escuchar el show de lanzamiento de “Refugiados” el nuevo sencillo de Jano Letelier, con un concierto que prometía sacarme del letargo en que se convierte estar conectado a una pantalla intentando conseguir trabajos que me lleven lejos de las máquinas y me acerquen más hacia la vida, la música, y los sueños.

Me instalé dentro de la sala, al lado de unos amigos, y la sala se fue llenando poco a poco, se escuchaban las conversaciones a voces tenues, como contando un secreto, la gente se saludaba, y todos podíamos sentir un ambiente familiar, ese que le dan los fieles seguidores a sus músicos predilectos.

Jano Letelier subió al escenario junto a su banda deslizándose entre los cariñosos y fervorosos aplausos de los asistentes, y con la tranquilidad que da “la cancha”, para “engancharnos” desde el primer acorde de “Te mereces” y no soltarnos hasta el final del show.  

El fiato de la banda era evidente, podía percibir que a mis oídos llegaba música de gente que se quiere y se entiende, la banda sonaba “cañón”, dejando que Jano flotara sobre ella con la libertad del cantante que confía en sus músicos.

Luego comenzó un desfile, llegaban los abrazos, los invitados que tan bien le hacen a las fiestas, es en ese instante cuando Jano presenta a Claudio “Bluesman” Valenzuela y Felipe Toro, todo encapsulado en un momento digno de “Axl Rose” ya que nos dice sobre la marcha “Felipe Toro no alcanzó a llegar” y comienzan a sonar los primeros acordes de “El cigarrito”, mientras desde la penumbra veo los crespos de Felipe Toro que entra al escenario con un gran aplauso y con las sonrisas de la banda, para ofrecernos una tremenda versión del clásico de Victor Jara.

Luego Jano quedó en solitario, en un momento íntimo, donde nos ofreció versiones acústicas que fueron acompañadas con las invitaciones a escenario de Delia Valdebenito, y Erwin Iost que acompañó a Letelier en una inspiradísima versión de “La Petaquita”.

Al volver la banda a escena lo hace con la canción de la noche, la celebrada, el nuevo sencillo en el que se aprecian influencias del Blues junto a la experimentación con otros estilos, cosa que me hace sentir claramente que Jano es un músico más allá de un estilo en especial, con personalidad propia e ideas con mucho sentido.

La letra de “Refugiados” me hace mucho sentido personalmente, la comparto, de alguna manera lo viví, y creo que todos lo viven, la canción en sí es un buen empujón para tomar valor, escapar de la zona de confort, y comenzar a hacer en la vida lo que nos hace felices, nos invita a olvidarnos de la aceptación y concentrarnos en la vocación, al parecer la consigna es botar la piedra en el zapato que nos mantiene a raya por temor. Refugiados es un gran tema, y como dice cuando llega al final “No hay que negar”

La güinda de la torta la puso “Pancho Rojas”, que invitado por Jano nos lanzó una tremenda versión de “Wah Wah Blues” que me transportó a recuerdos noventeros, con la voz inconfundible de Rojas llenando de energía el tranco final de este tremendo show que tuve la suerte de vivir lejos de una pantalla, sin audífonos, y sin teléfono.

Los shows tenemos que vivirlos nosotros, el registro más importante está en nuestro interior, así es como los artistas quedan, la foto del teléfono, la “selfie”, sólo obliga a que el trabajo artístico sea medido por “likes” y pase a volverse viejo en dos horas.

Los artistas tampoco quieren ver un público con cara de teléfono, porque es una barrera a la conexión y al vínculo emocional entre las canciones y nosotros.

Me alegro de haber disfrutado con mis propios oídos y ojos de este concierto, no hace falta más registro que lo que se guarda en el alma, así se almacena la música, lo demás es vanidad.

Por Pablo Rojahelis.

 

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Noticia publicada por el área editorial.

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