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Sexo, Drogas y Rock & Roll: Necrolust

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Por K.O

 

¡Ya callate…!

Exclamé en la habitación número 2 del motel, miré a mi alrededor y sin encontrar respuesta alguna me limité a mirar lentamente mi brazo, estaba sosteniendo un cuchillo, ensangrentada hasta  los ojos no podía creer que no escuchaba la voz de él que hace una hora atrás suponía ser mi compañero de noche, miré al techo como buscando una salida estratosférica y me encontré con la realidad de golpe, un espejo gigantesco me retrataba la masacre que había pintado con delicadeza y pasión. Buscando el génesis del caudal sangriento reparo en lo que parecía ser un rostro enterrado en las sabanas de la cama a medio hacer, que se abría paso entre las tripas y extremidades  dispersas por el pequeño lugar, sin comprender nada me tomé la cara con la mano que tenía libre y traté de recordar que había ocurrido, en mi mente eran las tres de la tarde del día martes 2 de agosto de 1988, pero en la realidad eran las siete de la tarde de ese día pero del año 1999. Comencé a escuchar voces que me advertían lo que pasaría, así como cuando tú subconsciente trata de decirte algo pero era demasiado tarde, la maníaca ya había construido su imperio y no había vuelta atrás.

Así como cuando tratas de nadar contra la corriente, yo trataba de limpiar la cabeza que yacía tirada e irreconocible, entre mis gritos y los gritos de mi sótano mental no lograba enfocarme en el recuerdo de lo que creía era mi acompañante, la cabeza no lograba entregarme similitud ni familiaridad alguna, mientras escarbaba entre lo que alguna vez fue un cuerpo sentí bulla que venía desde fuera de la habitación, sin ningún pudor pensando que el contexto del motel era lo que todos creemos, comencé a gemir cada vez más fuerte -no hay mejor técnica para ahuyentar a las personas que las demostraciones sexuales explicitas, pensé. Cuando el ruido del exterior cesó me dispuse a soltar el cuchillo y comenzar a manipular las piezas  de carne, como quien arma un rompecabezas buscando alguna respuesta o algún indicio de lo que había ocurrido, pero aquí venia otra vez, la otra, la culpable de todo lo que allí estaba construido y no hablo de otra persona si es que eso piensan, tomé un puñado de hongos que había dentro de una bolsa tirada entre las cosas de la habitación y me los tragué uno por uno sin pausas.

Me paré lentamente y comencé a gemir nuevamente pero esta vez era de placer, levanté mis brazos y suavemente me entregué al deseo esquizoide que me estaba embargando, entre risas, gemidos y espasmos introduje mi mano derecha dentro de la falda de cuero teñida de rojo, de un salto me lancé sobre la cama, revolcándome como una gata en pleno celo, no me limité en nada, lamiendo mi brazo izquierdo mientras el otro hacia el trabajo cárnico exacto y preciso que mi maníaca amiga buscaba, estimulando hasta el infinito el clítoris y los labios, era la gloria, era el momento de esperar el climax con el mejor de los rostros, entre el sobajeo y la sangre me dejé llevar, oliendo cada centímetro de las sabanas ensangrentadas, besaba la cabeza que recostada a mi lado simulaba al amante perfecto, no había conciencia que aguantara el sangriento escenario sexual, enajenada con todo lo que me rodeaba estaba totalmente susceptible al estímulo necrófilo que me seducía.

 De pronto el cuerpo inerte que yacía disperso por la habitación comenzó a unirse, a tomar forma frente a mí, mejor dicho sobre mí, era como una especie de Frankenstein que me hacia el amor con su miembro recién cocido al cuerpo, duro y frío como una roca, perfecto, sangriento y corrompido. No había escape de aquel universo necrófilo, mientras mantenía mi vista en el espejo del techo como quien se convierte en un observador, una voyerista,  encantada con la imagen del cadáver follando con salvajismo a la joven, viva y drogada mujer. Jugosa, sí y cada vez más, mi entre piernas se mojaba por cada estimulo visual que delataba el alucinógeno, podía sentirla palpitar con cada penetración que el cadáver me daba, era real, estaba ocurriendo, no era un sueño y mucho menos parte de mi imaginación de eso estoy segura, no podía creer que aquella fantasía que soñé desde adolescente se estaba por fin cumpliendo, la sabanas comenzaron a enredarnos, el radio comenzó a sonar automáticamente de la nada o al menos así lo sentí, era Mayhem y con el adecuado Necrolust, parecía que el universo estaba confabulado en éste episodio de mi vida, que se estaba dando casi como una alegoría perfecta de mi insana y mundana mente. Mientras el sexo se daba y duraba al parecer más que el de cualquier humano corriente comencé a percibir que aquel rostro sangriento seguía sin tener familiaridad alguna, me monté sobre el cadáver como si fuera un caballo, y gemir gritando mientras el Deathcrush  seguía sonando completo como un soundtrack, empecé a tratar de descifrar quién era él, descubrir quién era aquel que estaba follando.

Comencé a lamer y a saborear la sangre de su cara, del pelo y el cuello, entonces empezaron a aparecer los cabellos rubios, sus ojos  negros como el vacío más profundo, su mandíbula confeccionada por el mismo Rodin,  majestuoso pero para mi sorpresa aún un desconocido.

Extendí mis brazos y moviéndome sabiendo claramente como estimularme, a pesar de que mi compañero nada era, pero para mí álter ego lo era todo, y es que en la mente de la necrófila que me dominaba el compañero perfecto es aquel que solo goza en la plenitud en la inercia.

Ya había pasado más de un cuarto de hora y el orgasmo se avecinaba en la tensión muscular del coxis, y como un espasmo casi natural, con las manos me dispuse a desgarrar nuevamente a mi amante, abriéndole el tórax por completo mientras seguía en el continuo y placentero movimiento mecedor, incrusté mis uñas en las costillas hasta el punto de arrancármelas de raíz, y así se abre paso el dolor, aquel que es parte del placer. Tal nivel de éxtasis solo se concibe con la conjunción armoniosa de los peores sentimientos de la animalesca humanidad y un buen alucinógeno que permita escapar aquello que yace en la penumbra de la mente.

El cadáver inexplicablemente parecía esperarme, a mí su compañera,  la cabeza se inclinaba como en signo de placer y se limitaba involuntariamente  a abrir su boca mientras la garganta se rasgaba como una cueva putrefacta, es entonces que de aquella cavidad facial se asomaba algo que parecía ser su lengua. El hidrostato muscular aparece como buscando con un movimiento de sommer la mandíbula y los labios de mi boca,  ¡una imitación fiel de un hombre vivo señores! Cuando me percaté de aquel detalle bajé la cabeza y me dispuse a besarle, morder con lujuria  hasta arrancarle la lengua de cuajo, tomé el cuchillo y comencé a clavarlo una y otra vez sin detenerme mientras se avecinaba mi fervor máximo.

Oh mis queridos lectores, si comprendieran aunque sea un poco lo que se sintió en esa habitación estarían tan excitados como yo ahora mientras les escribo…

Al bajarme de mi destripado juguete me percaté que mis piernas sangraban porque tenía distintos cortes y rasguños, entonces caminé hacia el velador y saqué una cajetilla de cigarros, encendí uno mientras esperaba sentada a los pies de la cama sin saber qué, mirando la puerta como queriendo que alguien apareciera.

A mitad del cigarrillo alguien efectivamente abrió la puerta, a contra luz solo se podía divisar una silueta, voluptuosa, grandes caderas y pequeña cintura, alta y con una frondosa cabellera, entró rápidamente y se abalanzó sobre mí, la ensangrentada necromantica. Comenzamos a besarnos y a sacarnos la ropa por completo, la sangre nuevamente mezclada por el sudor del sexo, esta vez el espectáculo era solo entre mujeres, mientras Mayhem seguía sonando. Entonces de la  cartera que traía mi desconocida invitada cae una fotografía y en ella la respuesta a todas mis preguntas.

Continuará…

 

 

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Esta noticia fue publicada por el área editorial de iRock.CL

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