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Jimi Hendrix: experiencia y revolución de alcance universal

Por Claudio Miranda

“No creo que Hendrix haya sido un guitarrista, sólo era alguien que tenía algo que decir y lo dijo”. La cita le pertenece a Robert Fripp y, de alguna forma, resume el valor universal de un legado que todavía causa furor, incluso a medio siglo de la muerte de quien debe ser el guitarrista más influyente de la historia, tanto en el Rock como en sus derivados y similares. Una revolución que sigue haciendo eco hasta hoy, producto de una carrera artística que, pese a lo breve de su duración, se atrevió a abrir vórtices hacia otros mundos, como sólo los visionarios suelen hacerlo.

   Me remito a la experiencia personal, al primer encuentro con Hendrix, gracias a dos momentos de infancia y juventud que guardo con cariño. El primero tiene que ver con la películaWayne’s World”, con “Foxy Lady” retumbando como trueno en esa escena en que Garth tiene un delirio místico donde imagina que seduce a la chica que atiende en un local de comida, lo que podrán imaginarse lo que significa tamaña experiencia para un niño de 9 años allá en los ’90. El otro momento tiene que ver con la herencia familiar, precisamente en mis años de Enseñanza Media y los discos de mis tíos ofreciéndome un mundo del que no había boleto de vuelta: The Beatles, Led Zeppelin, Deep Purple, The Who, Pink Floyd, Yes, King Crimson… y ahí estaba Jimi Hendrix, destacando un par de compilados editados en nuestro país y un par de discos que, pese a ser editados de manera póstuma, me parece que hasta hoy son placas fundamentales para entender el nivel de genialidad al que uno se estaba introduciendo: “The Cry Of Love” (1970)–cuyo título inspiró el libro “El Grito del Amor” del capo de Fabio Salas Zúñiga, quizás LA pluma autorizada para hablar de Rock en el aspecto conceptual y sociocultural en el plano local- y “War Heroes” (1972). De ahí en adelante, fue cuestión de tiempo y curiosidad para llegar al resto de su obra. Cosas que pasan cuando el bicho del Rock te pega sin remedio.

  Con Hendrix, sin embargo, mi introducción hacia su obra y figura no se limitó a la música. Que en varios medios de prensa de esos años se refirieran a su condición de “mártir” debido a su temprana muerte, no hacía más que incentivar mi curiosidad sobre una leyenda de la que todos hablaban pero pocos podían explicar su razón de ser. Hablamos de la década del ’90, con el suicidio de Kurt Cobain –quizás lo más cercano a un Hendrix noventero cuando Nirvana dio el batazo con “Nevermind” (1991)- remeciendo a todo un planeta y regresando a la palestra la tragedia que significó, por ejemplo, el asesinato de Lennon, la misteriosa muerte de Jim Morrison o el sentimiento desgarrador que implicó la partida por sobredosis de Janis Joplin. Hendrix estaba ahí en ese grupo de leyendas que, por alguna razón que desconocía cuando más joven, lograba la inmortalidad a través de la muerte, y a una edad que, al menos para mí que voy en la 2da mitad de los 30, me parece demasiado joven. Lo digo desde la óptica de un simple mortal.

    La idea es hablar de Hendrix desde el plano objetivo, en lo que respecta a su trascendencia ¿en la cultura popular de ayer y hoy, aunque para muchos parece imposible (me incluyo). Hay quienes son más radicales y aseveran que “antes de Hendrix no había nada, después de Hendrix lo hubo todo”. Una opinión bastante drástica si consideramos que ese rótulo le corresponde a The Beatles por derecho propio, pero que algo de razón tiene para quienes sabemos hasta qué punto la influencia del moreno guitarrista abarcó territorio. Desde la descarga de electricidad y lujuria psicodélica con que la mencionada “Foxy Lady” inauguraba su discografía bajo el nombre de The Jimi Hendrix Experience, nos encontramos con un innovador por naturaleza y es a partir del debut con “Are You Experienced” (1967) que la década del ’60 se erige como la era de las revoluciones culturales por excelencia. No se puede definir de otra forma una época en que bastaba con un par de obras o singles para establecer las bases de todo lo que conocemos hasta hoy, porque más allá de las preferencias personales, hablar de Hendrix es referirnos a una revolución que alcanza todas las clasificaciones de lo convencional; psicodelia, blues, Hard Rock  -incluso Heavy Metal, si se quiere-, funk, soul, hip-hop… Sí, todos los caminos conducen al zurdo más grande de la historia, comparable sólo a Maradona en el fútbol.

   Puede que se haya dicho todo y más respecto al genio de genios, pero en una era en que la música se concibe como una fábrica de salchichas y lo genérico pesa más que la originalidad, la figura de Hendrix resurge con más fuerza y sentido. Sólo basta con repasar sus tres discos en estudio editados entre 1967 y 1968, todos con una personalidad única y denotando una evolución que al común de los músicos les toma llevar incluso una vida. Puede que para los escépticos sea una “coincidencia”, pero entre el impacto inmediato de “Are You Experienced” y la ambición laberíntica de “Electric Ladyland” apenas habrá pasado poco más de un año, con “Axis: Bold As Love” marcando un precedente entre medio respecto a la visión adelantada de un Hendrix atrevido al momento de dar el paso adelante respecto a sus colegas de generación –su manager, Chas Chandler, se vio ampliamente superado como productor ante el método de trabajo con que su pupilo se atrevía a hacer cosas totalmente impensadas en la producción musical de esos años. Comparable solamente al pináculo artístico con que “Revolver” consagró a los Fab4 como una institución totalmente inexpugnable a cualquier etiqueta ajena.

   De la misma forma que la revolución se estableció en el trabajo en estudio, los directos también son prueba contundente de lo que era capaz de provocar Hendrix con algo más que técnica: misticismo. Desde la incendiaria actuación en el festival Monterey Pop Festival (1967) hasta su anecdótica aparición en el Festival de la Isla de Wight –ya en la postrimería de su vida y sucumbiendo a los excesos que terminarían con su vida a los 27 años-, pasando por el histórico show en Woodstock y, sobretodo, los tres conciertos registrados en el Fillmore East durante la víspera de año nuevo  1970. Sería ahí, con el eterno Buddy Miles en batería y voz, y el bajista Billy Cox, cuando registraría el que el propio Jimi definiría como su destino tras una larga búsqueda, el fundamental “Band Of Gypsys” (1970). Esto porque su conexión con la música negra se fue desarrollando hasta un punto en que el Rock ya no bastaba para definir su estilo, y la única forma de lograr el paso hacia sus raíces afroamericanas, fue en un escenario y sin ningún libreto a seguir, salvo el de crear y dar forma en vivo a todo un estilo.

   Para culminar, citaré a mi amigo y colega Fernando Molinet: “Entender a los genios no se trata de “yo también puedo hacer eso’, sino de ‘se me habría ocurrido hacer eso?’”. Y en el caso de Hendrix, a 50 años de que una sobredosis se lo llevara al infierno, aquel principio se reafirma como una verdad sin objeciones. Así es como nos referimos a los elegidos, los que se atrevieron a utilizar su instrumento o su arte para comunicar algo y dieron el paso hacia lo prohibido. Curiosamente, el mismo día en que Hendrix se hacía inmortal, un grupo compuesto por cuatro jóvenes desgreñados de Birmingham también daba el paso al siguiente nivel a través de su 2da placa, bajo el alero de la personalidad que la leyenda máxima le imprimió a la música para las generaciones posteriores. Lo demás es pura historia y revolución, todo gracias a un zurdo de piel morena que convirtió la música en una experiencia de vida después de la muerte.

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Esta noticia fue publicada por el área editorial de iRock.CL

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