Por Freddy Véliz
Cuando el 2012 tres grandes virtuosos como el bajista Billie Sheehan (Mr. Big, David Lee Roth, Steve Vai, Talas); el cantante y guitarrista Richie Kotzen (Mr Big, Poison) y el baterista Mike Portnoy (Dream Theater, Transatlantic, Sons of Apollo, Liquid Tension Experiment, etc) unieron fuerzas para distraerse en un nuevo proyecto, se crearon diversas expectativas, las que al momento del lanzamiento de su álbum homónimo, no quedó mas que rendirse ante la genialidad de estos monstruos, quienes lograron un fiato impactante a la hora de componer y llevar a cabo un proyecto partiendo de cero, y cuya propuesta no va más allá de reunirse y pasarlo bien haciendo rock and roll sin mayores pretensiones.
El súper trío apostó por no darse vuelta en intrincadas estructuras para demostrar el virtuosismo técnico que, de sobra, ya han demostrado en las respectivas agrupaciones en que participan o han participado, esta vez deslumbraron manifestando que pueden hacer un rock directo y que nos retuerce la cabeza con canciones aparentemente simples, basadas en el rock clásico principalmente, pero con el sello particular de cada uno de ellos.
Con tres producciones a su haber, no escatiman en seguir avanzando como un trío de amigos que hablan el mismo idioma musical, creando en forma colectiva, obteniendo asombrosos resultados. En la música de The Winery Dogs podemos encontrar un hard rock en la más vieja escuela, pasando por el groove del funk, tintes heavies, soul e inevitablemente uno que otro guiño progresivo. Un sonido orgánico que va de la mano en que el objetivo de sus miembros es alejarse del exceso de recursos tecnológicos en los que incurre la mayor parte de las bandas actuales, y estos viejos estandartes no están dispuestos a ceder, y nos han ido regalando en esta década de vida grandes emociones y la esperanza de que el rock aún puede mantenerse vivo con alma y desbordante energía.
El espectacular trío nos ha visitado en dos ocasiones a nuestro país, y en cada una ha ofrecido conciertos de gran contundencia sonora, con sus integrantes apelando a no restarse protagonismo entre sí, al contrario de lo que podríamos esperar, son bastante austeros, sin caer en ese virtuosismo pomposo y atlético en el que incurren los artistas de niveles técnicos superiores, y se entiende, porque estamos hablando de músicos maduros, con la experiencia y sabiduría que entregan los años de circo, y eso se agradece cuando queremos disfrutar de la música visceral, hecha por músicos en función de la música y no de los egos, ellos ya pasaron por esa etapa, y este proyecto que se convirtió en una banda totalmente consolidada, es el claro manifiesto de que necesitan este espacio de expresión donde manda la música.
Estamos a solo una semana de volver a tenerlos en nuestro país, esta vez presentando su tercer álbum, titulado simplemente ‘III’, con entradas prácticamente agotadas y una fanaticada que reúne obviamente a seguidores de sus respectivas bandas de origen, como también de los que se han encantado con el poder de este trío que ladra fuerte sobre el escenario, complaciéndonos con una receta muy bien preparada para volarnos la cabeza.
